miércoles, 20 de junio de 2012

LA SIRENITA.


Paseaba por la playa con el viento alborotándome el pelo y pensando en un millón de cosas a la vez, cuando de repente me encontré una roca que la mar había traído. La recogí de la arena, la observe, era única o por lo menos para mí, tenía tres tonalidades distinta de negro. La guarde en mi bolsillo y pensé que quedaría estupenda en mi cuarto y así siempre tendría algo de este  lugar especial.

Al regresar a casa la limpié y busqué el mejor sitio para mi nuevo tesoro, justo encima de la chimenea, donde todo el mundo podía observarla.

A la mañana siguiente, al despertarme, me encontraba más cansada que cuando me fui a dormir, había estado toda la noche soñando con el mar, una cueva, unos ojos negros y una voz que pedía ayuda. La verdad no le di importancia porque los sueños, son eso sueños. Pero a la noche siguiente soñé lo mismo y así durante los días sucesivos, lo único que cambiaba era que los sueños se hacían más nítidos y yo cada vez estaba más cansada.

Decidí ir a dar un paseo a la playa para despejar estas pesadillas de mi mente y que las olas se llevaran mis preocupaciones, pero cuál fue mi sorpresa cuando en el lugar donde encontré la piedra había surgido un enorme agujero, fui a investigar como toda una buena detective  y justo en el instante que toqué la arena, caí dentro de él. Al abrir los ojos lo primero que vi fue la cueva de mis pesadillas. Asustada, de un brinco, me puse de pies. Colocada detrás de una roca escuché una voz que me helaba la sangre, decía que dominaría el mundo y que solo faltaba que llegara… ¿yo? ¿Qué pintaba yo en esta historia?, cogí todo mi miedo y salí de mi escondite.
-¿Quién eres, para qué me necesitas…?

 Y de repente me encontré enfrente del ser más increíble del mundo era… un sireno,  tenía una gran cola de pez de color verde, que brillaba cuando el sol se reflejaba en ella y una gran melena oscura, era imposible pensé, se encontraba encerrado en una especie de cárcel de agua, como la de los acuarios, pero al mirarle a los ojos todavía me asusté más, eran los ojos de mis sueños, a él le paso lo mismo. Decidí liberarle, despejar ese misterio que no me dejaba dormir, pero alguien me agarró de los brazos y me ató a una estalagmita de la cueva. Me observaba como los niños pequeños miran a los animales en el zoo y sonreía como los malos de las pelis de Disney, al fin se decidió a hablar:

- Bienvenida Altair, esperábamos tu visita. ¿Te encuentras cómoda?, perdón por atarte pero si no te escaparías y eso no es bueno para mí, pero no te molestes porque Athos se llevo la peor parte dentro de la pecera… Qué bonito es reunir a toda la familia, la verdad que os dais un aire.

SUELTANOS LOCO!-, le grité -¿para qué nos necesitas?, ¿familia qué dices...?

-Que buena pregunta, y ya que estamos tan cómodos en mi casa os contaré el resto de mi plan:
Athos es el hijo del mar (como puedes observar es un Tritón jaja dijo mirándome) y el joven sireno grito: ¡SUÉLTAME YA, ESTÁS LOCO Y NUNCA CONSEGUIRÁS NADA DE NOSOTROS. Y SINO DEJA A MI HERMANA LIBRE…!

Levantando la mano infringió un gran dolor a Athos y este empezó a gritar, y a nadar de un lado para otro.

- Como estaba contando, tú eres Altair la hija de la tierra. Y yo… soy el magnífico Andros el hechicero de la oscuridad del fondo del mar y con vuestras vidas conseguiré que esa oscuridad que reina, el océano desaparezca. 

Yo no podía creérmelo me encontraba secuestrada junto a un ser mitológico que se cree que somos hermanos y un loco quería matarnos para conseguir luz bajo el agua. ¿Estaré soñando?

-Andros, yo no soy la hija de la tierra, ni hermana de Athos y lo que intentas conseguir es absurdo, estás loco muy loco... El giro su mano y sentí un gran dolor en mi cabeza, entendí que me había hecho lo mismo que a Athos.

- Mirar niñitos mal educados, con vuestras vidas conseguiré aumentar mí poder y así eso que vosotros llamáis calentamiento global, conseguirá que los océanos se aumenten, que los míseros humanos desaparezcáis, y mis viejos amigos los sirenos estarán a mis órdenes porque tu padre Athos, morirá de pena al ver tu cuerpo y el de tu hermana. Y el tritón que gobierna las aguas será mío.

-¿Qué os parece mi plan? Asi que ahora os dejo solos, para que penséis en vuestra absurda existencia, lo que más lamento es, que no os de tiempo a conoceros como unos verdaderos hermanos.

Por fin nos dejo solos, y nos quedamos varios minutos mirándonos uno al otro.

-¿Es posible que se cumpla su plan? ¿Tienes alguna idea Athos? Voy a morir atada a una estalactita sin poder luchar…

-Tanquila Altair, llevas varios días soñando con esta cueva, conmigo ¿recuerdas?

- Sí, llevo varias semanas sin poder descansar, y tu eres esos ojos con los que sueño ¿qué podemos hacer?

- Esos sueños era el medio para contactar contigo, y que vinieras a ayudarme, bueno a ayudarnos. Tú y yo estamos conectados, desde que nacimos. Este el plan cuando éramos pequeños nos criamos juntos y nos cantaban una nana para dormir, pero he investigado que esa nana es un sortilegio, para que nadie pueda conquistar el mundo, y nuestros mundos sigan en equilibrio como el bien y el mal ¿comprendes? Tu mundo no existe sin el mío, y si nos matan será el caos.

-¿Nos criamos juntos? ¿Tus sabias de mi  existía? ¿Es verdad que eres mi hermano? Pero como….
¡Contesta por favor!

- S nos criamos juntos, somos hermanos. Hijos del dios del mar y de la tierra, nuestro cometido es equilibrar a estos dos mundos y la única manera de salir vivos de aquí es cantar ese sortilegio ¿preparada?

Que el amparo de la tierra
Me dé la fuerza de su interior
 Y Altair tu hija lo protegerá.

La oscuridad del mar nos proteja
Y Athos lo defenderá.

Porque somos los elegidos para liberar vuestras fuerzas
Ayudarnos y conseguiremos la Paz.

Tras acabar nuestra pequeña nana, todo se quedó en oscuridad solo oíamos los gritos de Andros maldiciéndonos como seres horribles. y diciendo que nada había acabado.

Abrí los ojos y me encontré tirada en la playa rodeada de gente, busqué y busqué a Athos, pero no estaba. La gente me preguntaba: ¿si estaba bien? y que tenía que ir al médico que me había desmayado, pero…¿todo lo que había vivido era parte de mi imaginación? Al regresar a casa todo era igual nada había cambiado y pensé para mí que todo había sido un sueño, al entrar en mi cuarto fui a buscar mi roca pero en su lugar había una cajita blanca como de coral y al abrirla encontré un colgante de una concha blanca y una nota:

Altair nunca olvides quien eres,
Y menos que somos hermanos,
Cuida de la tierra solida mientras yo cuidare del mar.
Y si algún día me necesitas, este colgante me avisara.
No ha sido un sueño, y alguna vez, ven a buscarme en nuestro lugar especial
La playa donde el mar se une a la tierra.

Jezabel Luguera ©

sábado, 16 de junio de 2012

ANTES DE TOMAR LAS VACACIONES…



¿Cómo se dicen unas palabras para animar a los demás, a los compañeros, a los amigos, a ese grupo al que has llegado a querer y del que formas parta intrínseca de sus vidas sin quererlo?

¿Cómo les puedes decir que adelante, que no tengan miedo al tiempo de inactividad, al descanso, que sigan escribiendo y llevando al cuaderno todo aquello por lo que han suspirado, por lo que han soñado, por lo que tantas veces habían querido transmitir a los demás y quizás en sus dudas y sus miedos no se atrevieron?...

Buscar unas palabras de ánimo sería sencillo, improvisar un gran discurso algo cursi, relatar un poema algo pretencioso y fuera de lugar, por lo tanto no me queda más recurso que mi pluma, que mi voz y a través de estos dos recursos intentaré decirles que el camino emprendido hace ya algún tiempo es hoy una realidad y que su tiempo no se ha perdido.

Es cierto que entre todos hemos formado este grupo, este equipo de personas, estos nombres que ya forman parte de nuestras vidas y así citar a Isabel, Jesús, Ana, Lines, Flor, Laly, Jezabel, Kenia, Blanca, Sussy, Ángela, María, Laura y Dolo… (No sé si se me ha quedado alguien en el tintero), es un placer inmenso, porque en este intercambio mensual de nuestros escritos está la verdadera esencia de este Taller, el verdadero motivo, la principal terapia que le mantiene y sostiene, ya que son esas letras surgidas y nacidas de vuestros corazones e impulsadas por vuestros dedos las que dan vida y sentido a lo que venimos haciendo.

Siempre he dicho que nadie nace sabiendo todo y que a través de la vida se aprende. Nosotros hemos intentado esta aventura, la de escribir. Algunos a una edad un tanto avanzada, otros con esa edad ideal para dar los primeros pasos. Es fácil que el camino esté repleto de miedos y de dudas, como antes citaba, porque ¿quién no tiene miedo a meter el dedo ó como diría Jesús, “meter la pata”, y hacer trizas al diccionario de una vez por todas?...

Pero en esas estamos y así hemos llegado a este punto. Escribimos, pensamos y soltamos aquello que creemos puede servir para pasar un rato, para desahogar nuestra alma, para llevar el humor y el relato, para narrar el drama y el suspense, para dejar el sentimiento prendido de la luna, para pasear por esas praderas inmensas de nuestra tierra y contar las margaritas de una nueva primavera y también para llegar al otoño y pisar la alfombra dorada de tantos sitios encantadores que todos habéis descrito con vuestra paciencia.

Ahora es el momento de decir hasta pronto, hasta el próximo curso, hasta ese Octubre donde volveremos de nuevo renovados, con el sabor agridulce del salitre y el yodo en nuestros labios, con el moreno del sol en los cuerpos, con un suspiro en los labios y quizás con un susurro en el alma para llevar nuevamente al cuaderno.

Pocas cosas más tengo que deciros, si acaso que no dejéis de escribir, que lo hagáis cuando podáis, pero que no renunciéis a esta afición maravillosa, a este encanto que la vida nos ha dado y en el que podéis ir depositando una parte vuestra cada cierto tiempo. Porque la vida de los hombres no se mide por el tiempo que viven sino por todo aquello que albergan en sus almas y nada mejor que la escritura para saber el valor exacto de toda sensibilidad, amor y cariño de lo que llevamos dentro.

Que disfrutéis de unas buenas y merecidas vacaciones y que a la vuelta pongáis el listón más alto todavía, más aún, y que todos sigamos unidos en esta amistad que hemos forjado a través de las letras en un pequeño Taller de Escritura, del que todos somos un poco responsables de lo bueno y lo malo que en él ocurra.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/06/12

A VECES LOS POEMAS…



A veces los poemas
aturden y emborrachan,
embotan los sentidos
con néctar de las almas.

Son pétalos de rosas
con mimo cultivadas,
miradas de los dioses
con lágrimas de nácar.

Son arpas y violines,
arpegios que se escapan,
adagios que transportan
por campos y montañas.

Son lentos minuetos
de cantos y sonatas,
susurros de las nubes
que pasan y que hablan.

A veces los poemas
sin vino nos embriagan,
exaltan los sentidos
sin prisas ni palabras.

Y son como los besos
crisol de las resacas,
umbral de las pasiones
rompiendo la bonanza.

Se meten en la sangre
y luchan por llevarla
a un mundo misterioso
de gnomos y de hadas.

Allí todo se mezcla
con robles y con hayas,
con lindas mariposas
que vuelan destempladas.

A veces los poemas
son versos que desgranan,
suspiros retenidos
que ahogan una lágrima.

El beso de unos labios
sin luz en la mirada,
el rostro compungido
que aflora en una cara.

La mano que suscribe
las letras a una carta,
el versos tembloroso
que gime y que reclama.

El hombre vagabundo
que vaga por la plaza,
el niño que suplica
un beso y una nana...

"...A veces los poemas
son letras que nos hablan,
y dejan en sus versos
suspiros de las almas..."

Rafael Sánchez Ortega ©
11/06/12

TRISTEZA.



La tristeza me embarga hoy de nuevo
se adentró en mi alma y me aprisiona
mientras, afuera llueve, el cielo esta gris
y moja con furia mis sentimientos.
Necesito sentir los rayos de sol
tanto como el aire que respiro,
para deshacerme de esta pena,
para que se vaya esta melancolía
que me hace tanto daño...

Ymientras escribo,
desahogo mi congoja entre letras,
entre palabras que asoman,
deseando que me abandone la tristeza




Flor Martínez Salces ©
mayo,2012

REALIDADES SUPERPUESTAS



Las manos artistas bajaron las persianas y todo quedó apartado de los ojos de los escasos paseantes.

-Doña Puri, por favor, colóqueme junto a las niñas de la Primera Comunión; el machete de la carnicera me altera toda, y me sangran los dedos.

-Por favor, Samuel, cuénteles un cuento para que se tranquilicen. Pensé que las cartasque les ha repartido la cartera serían un somnífero eficaz, pero veo que algunas no logran conciliar el sueño.

-Bueno, allá vamos. En un pueblo cercano, habían montado una preciosa exposición de muñecas

-¡Ah, como éste!

-Sí, parecido a éste. El escenario lo componían tres preciosos altares. En la parte izquierda de la persiana, sobresalían las muñecas de Primera Comunión y una cigüeña, (bueno, un cigueñón), para mantener a las niñas despiertas y erguidas como maniquíes. Al fondo, frente a la persiana, presumían las frágiles bailarinas de ballet, las ágiles patinadoras en sus llamativos trajecitos, los danzarines del pueblo portando arcos engalanados, y la sonriente carnicerita cerca de sus aceros.

-¿Eh, bibliotecario, llevaba un machete en la mano?

-Sí, y a veces se le caía sobre el mostrador, y alborotaba a las muñecas.

En la mesa de la izquierda con sus faldas rojizas, se hallaba la querida cartera de los labios carmesí, la muñeca que padecía de insomnio y pasaba las horas con sus rimas, la asustadiza niña con su carretillo, y la dueña de la tienda de cuentos.

-Yo quiero un libro de cuentos -dijo la niña que se mordía las uñas.

Bueno, coge uno y cuando lo acabes a dormir como tus compañeras, ¿entendido?

-Sííí.

-Buen trabajo, Samuel. A ver si se duerme…

-¡Ay!, doña Puri. He oído unos graznidos y, luego, unos picotazos en la persiana.

-Pero, qué sueños tienes, Andreíta. Me quedaré junto al carretillo y vigilaré.

- ¡PUM! ¿Doña Puri, no ha oído el ruido del machete de la carnicera?

-Tranquilízate, ricitos de oro. Quizá se le haya caído de la mano. Descansa. Seguro que si duermes, mañana, crearás unos poemas preciosos.

-Sí, voy a intentarlo. Un beso, y gracias Doña Puri.

Hacia las ocho de la mañana, la gobernanta levantó la persiana con el máximo cuidado. ¡Qué raro, y este serrín en el suelo! Dentro se oía el silencio y la belleza cerraba los ojos. Los frotó, sí, una cigüeña estaba alicaída. Siguió con su examen: al llegar donde la carnicera se apresuró a restregar los hilillos de sangre del machete con el dobladillo de su uniforme.

-Doña Puri, espabile, compóngase. ¿Quién ha envuelto y posado a este niñito en el carretillo?


San Vicente de la Barquera, a 8 de junio de 2012
Isabel Bascaran  ©

LA PERSIANA


(Tema libre)

No tan libre, porque según Lali, algo había dicho Rafael sobre el tema. Después… dejó la cosa en el aire. A mi me confirmó que sí, que el tema era libre. Pero mira tú, que para entonces ya se había enrollado la persiana en mi cerebro, y no he podido sacudírmela.

De repente me acuerdo de una persiana tipo veneciano que me quitó los rigores del calor y del exceso de luz hace un montón de años. Les llamábamos persianas “gradalux”, pero eso era la marca. Parece ser que el modelo se denomina veneciano.

La persiana de la que hablo era grande como lo eran los ventanales del flamante observatorio meteorológico donde trabajé año y medio. De láminas ligeramente cóncavas de un azul cielo limpio y brillante, como brillante era el trozo de cielo que cubría la región del Rif desde Yebala hasta Nador en lo que fue Protectorado Español de Marruecos.

Trazábamos mapas isobáricos de espaldas a la gran persiana con sus láminas en completa verticalidad, buscando inútilmente mitigar los raudales de luz que los días diáfanos proyectaban en el interior de nuestros despachos.

De vez en cuando el rugido de un motor que descendía tentaba nuestra curiosidad, y entreabríamos las débiles láminas azules para contemplar el yermo campo de todos los días, sobre el que tomaría tierra la avioneta que se acercaba. A lo lejos, decoraban el seco paisaje, campos sembrados de algodón, olivos retorcidos y espinosos granados sobre los que reverberaban, implacables, los rayos del Astro Rey.

Cuando en los atardeceres el sol parecía querer bañarse en las cálidas aguas de Mar Chica, como un cotidiano ritual tirábamos de los cordones que iban recogiendo hacia el techo las láminas azules, y el ventanal entero se convertía en mirador:

Los campos mencionados al fondo, y en la cercana derecha los hangares hacia los que un puñado de soldados empujaban las avionetas. A la izquierda tres viejos bombarderos Junkers en la punta de la pista de hormigón esperaban pacientes que un piloto los hiciera volar la obligatoria hora semanal para desentumecer sus mecanismos.

Mas tarde unos perros ladrando en las cábilas cercanas, y la voz del muecín llamando a los fieles desde el alminar para que se postrasen en oración mirando a la Meca.

Y una de mis últimas tardes en Marruecos, la persiana se rompió. Se desprendió el tornillo que sujetaba su lado izquierdo en el techo, y quedó ligeramente entornada.

Pocos años después este territorio pasó a depender del Reino de Marruecos, y muchos años más tarde visité de nuevo la ciudad de Nador con mi amigo Ángel de Melilla. Nos acercamos a lo que había sido nuestra Base Aérea de Tauima. Hablamos con los militares marroquíes, les dijimos que allí habíamos hecho nuestro servicio militar, y nos abrieron las puertas de par en par para que recordáramos el tiempo pasado.

El Observatorio seguía siendo observatorio, y nuestro despacho estaba tal cual estuvo treinta años antes. La persiana gradalux seguía defendiendo del sol el interior de la estancia, y continuaba entornada del lado izquierdo porque en treinta largos años no tuvieron tiempo de poner un tornillo.

Jesús González González. ©

LAS PERSIANAS DE MODESTA



Desde que tuve uso de razón crecí viendo la casa de Modesta. Cuando abría las contraventanas de mi habitación desde un tercer piso contemplaba su casa de dos plantas y  me alegraba la vista contemplando la cantidad de geranios enormes de la planta baja y la balconada con sus tres persianas verdes de madera enrollables por fuera. En la pared, colgaba, de lado a lado, una ristra siempre de pimientos choriceros. Yo me pregunté durante mucho tiempo para qué los usaría.

Por las mañanas siempre estaban bajadas aquellas persianas para no dañarla el sol, y mientras regaba y cuidaba sus flores. Por las tardes era al contrario, teníamos que entornar nosotros las contraventanas si hacía demasiado sol, y las suyas estaban enrolladas.

Vivía sola y siempre la vi mayor, delgada, enjuta y de pocas palabras, pero a fuerza de los años, yo la tenía cariño. En los “domingos de feria” que se hacía en La Llama, cerca de mi casa, en una arboleda grande que ya no existe, venían hijos y nietos a su casa. Cargaban un carro con una parafernalia de cosas que guardaba en un anexo a la misma, y sacaban entre dos una gran cazuela y marchaban. Para mí todo eso fue un misterio durante años y tampoco se me ocurría preguntar.

Y es que Modesta, entre los ganaderos debió de ser una institución. Montaba en el Ferial su chiringuito para que pudiesen ir a degustar unos callos que imagino serían para chuparse los dedos, Así se ganaba la vida, con eso y una parte de la planta baja que alquilaba.

Pero también hacía otra cosa. Rehacía colchones de lana. Para mí era un espectáculo contemplar como sacaba y ponía entre dos bancos una especie de enrejado; me imagino hecho de varas de avellano. Iba poniendo montoncitos de lana y a “varear” como canto de fondo con una vara firme, hasta dejarlo esponjoso. ¡Menudas energías tenía! Después, con mucho cuidado, iba metiendo y repartiendo la lana con cintas que pasaba de lado a lado haciendo cuadraditos para que no se menease y el colchón quedaba así precioso y esponjoso de nuevo.

Acabaron derribando la casa, y aquel rinconcito con su río, su fuente, sus árboles grandiosos, su puente y sus prados que yo veía segar, y que recuerdo de niña, esta hoy lleno de casas.

Hace poco cayó también la mía, y ahora hay un aparcamiento de coches. Cuando paso tengo que mirar al aire y pensar que por ahí quedaría el tercer piso y enfrente la casa de Modesta.

Mª Eulalia Delgado González ©
Junio 2012

ILEGAL



El maltrato físico y sobre todo, psíquico, hace vivir en un círculo vicioso. Además, es un tema que se encuentra sin numerar, sin título legal respecto a la protección de las víctimas o de castigo real hacia los que producen ese maltrato. Es comparable a las persianas, se temen abrir para ver si el día clarifica esa oscura situación permanente y maltratadora, y, se temen bajar cuando llega la noche con su velo, ante el temor y a sabiendas, que aumentará los dolores, en esta ocasión del alma. Únicamente el maltratado puede decidir abrir y cerrar sus persianas salvadoras o no, en la soledad más hiriente, la de nuestros sentimientos.

Levanté la persiana, por fin estaba sola y podría desahogarme.

Apenas había dormido y llevaba así cuatro noches, demasiado angustiada por lo que estaba sucediendo, por la sorpresa de que había vuelto a ocurrir, porque, por lo que parecía, no se iba a zanjar ¡nunca!

Ese día, hablaba con un amigo al que dejé con la palabra en la boca, justo cuando todo esto comenzaba. Le dije que tenía que colgar el teléfono y me comentó, ¡seguro que tendrás algún poema entre manos!

Querido amigo:

...¡No fuera malo que hubiera estado pululando por ahí, en la noche, detrás de algún verso rebelde!

Estaba ya con “mi” renacido problema a las espaldas, además, suele ocurrir que se suman a otros. Alguna vez he pensado que cuando algo te coge desprevenido, ya sea una enfermedad u otra circunstancia de trabajo o de índole familiar, otros inconvenientes se quedan con nosotros también y se aferra y ahoga un poco más a nuestro pasapán.

Ese cúmulo de situaciones conseguía desestabilizarme, y sé que las cosas pasan, se solucionen o no. Estar dentro de este mundo de miedos es increíble, y mira que no suele amilanarme nada, que lo lucho o trabajo hasta llegar a una solución..., pero, esto me puede. Esa sensación de: “hoy levanto la persiana y sé que el día estará lleno de escaleras interminables, y que me costará subirlas, que incluso, tendré que dejar escalones sin conquistar”.

Esa claridad me hace entrecerrar los ojos y añade dolor a una cabeza que está llena de ruidos amontonados, de voces que amenazan, del abono maloliente del silencio, de las huidas interiores sin una meta por donde pasar... Eso me aterra de tal manera, que tengo la intención de volver a bajar ese párpado artificial del ventanal y las del resto del “hogar”, y quisiera acostarme de nuevo para cerrar los ojos y esperar a que se solucionara por si solo en el amanecer de otro día. Pero, no puedo hacerlo..., ¡he de luchar!

Quizá me ayude un café muy cargado, quizá tan negro me aclare algo, -que ironía, café negro que aclare-. Sí, porque sé que hay que tomar el toro por los cuernos, buscar opciones, dar la vuelta y buscar la parte positiva..., “¡Dios!, tengo escalofríos y sudores a la vez”.

Lo sé perfectamente, pero, al ser tan cercano y también, de tan adentro, me impide que tome la decisión final, la más drástica..., porque estoy hasta los pelos de esta situación, “vejatoria” que dirían los entendidos, ¡hasta los pelos!

Suceden por mi dejadez o por mis miedos en remediarlas antes, pero, amigo, eso no disculpa del todo pagar un precio que no asumí y que me llega, siempre, con recargo.

Si te digo la verdad, tengo las lágrimas pendientes de un apretón más, de un ataque más, de los silencios que ofende tanto como las palabras, y encima, llegan por partida doble, aunque sean muy diferentes...

¿Sabes que te digo?, que estoy a punto de no poder más, que por mucho que trate de solucionar las cosas, me encuentro con un muro infranqueable que costará derribar o escalar hasta arriba para no terminar de pasarlo... ¡Qué asco de días!

¡Si me afectara solamente de una manera!, pero no, lo hace sobre toda mi vida, sobre mi entorno, sobre la familia, ¡me hace polvo la existencia, es como la arena entre las manos, se escapa aunque apretándola con fuerza, cuanto más la comprima, más se va.

Me encuentro sola, y es algo que aún acercándome a consultarlo a un profesional, de mis compañeros en la medicina, o legal, tanto me dé, sé que una solución teórica, seguiría manteniendo las consecuencias a mis espaldas. Quizá esa sea la cuestión, romper con todo y alejarme, a pesar del daño, a pesar de las consecuencias, a pesar de los miedos...; seguir no soluciona e igualmente padeceré por su influencia directa y que, periódicamente, resurja y me encuentre debilitada y entonces, pueda conmigo y caiga rendida... “¡Ag, que asco!, me viene a la boca sabor a hiel, me produce vómitos”.

Sabes amigo, a veces quisiera morir y otras veces, matar..., sería una solución fácil.

Me planteo que haga lo que haga, seré la pagana de esta historia; la solución sería romper con todo y queda la otra decisión, la cobarde, la de... (suspiro), volver a intentar olvidar, a tantear si hay posibilidad de hablar, pero, hablar no les interesa, y como en las otras ocasiones, permaneceré a la espera con el temor constante de un nuevo envite.

Una situación para una sola, para decidir sola, para salir o no, del círculo vicioso en el que me encuentro.

Y no puedo con ello y no sé cuál sería la mejor defensa o el mejor ataque, ¡miedo, miedo!; miedo y sufrimiento, angustia y sin vivir hasta que la memoria lo tape o, hasta que surja de nuevo.

Siento como si fuera una auténtica guerra y como sucede en cada batalla, mueren y se destruyen los combatientes de a pie, se gane o se pierda...

Intentaré descansar, cerraré las persianas de nuevo y quizás, mañana, descubra que la solución estará cerca y pueda salir de esto, porque, a pesar de todo y de todos, lo peligroso del tema es que se intente normalizar una condena, sin juicio, sin palabras y sin maltrato físico...

Amigo, lamento dejarte estas líneas, pero, necesitaba desahogarme; tampoco tengo otro recurso, en concreto, ninguno.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
11-VI-2012

LA PERSIANA.



La cerré de golpe, con fuerza, hasta abajo para que no entrara la mínima luz, lo hice a curiosos que invadieran mi intimidad un escudo a las noches largas y oscuras.

Si la subía me sentía transparente, desnuda, si la bajaba no me daba ni daba ninguna oportunidad. De tanto bajar y subir la persiana llega un momento que la cinta se va deshilachando, se cuartea y al final se cierra de golpe, ni sube ni baja.

Entreabierta, en un día lluvioso, miré al mundo entre sus rendijas con temor de que no me salpicaran gotas de negatividad; observar sin ser observada, forzando la vista tras ella.

Un día la subí hasta arriba, me encontré con el destino y entró el gran ojo dorado del sol que me envolvió entera. Me sentí libre y volví a ver la vida en todo su esplendor, comencé a ser yo misma caminando por ella.

Ana Pérez Urquiza ©