domingo, 20 de enero de 2013

PANICO EN LA ESCALERA




El sol se mostraba poderoso en el horizonte y yo por fin regresaba a casa, tras una noche dura luchando contra la realidad del mundo.

Al pasar por delante del espejo me di cuenta, de que todavía llevaba el traje de niebla, “la defensora de la imaginación”.

Escondí mi máscara en el fondo del armario, tocaba ser de nuevo Nieves “la chica” del departamento de diseño, y eso solo lo conseguiría con una buena ducha.

Pasada una hora, y con la melena aún mojada, entraba por la puerta principal de la editorial, cuando Flor me abordó.

- Bienvenida “heroína” ¿Cómo has dormido?-dijo con una sonrisa en su cara de niña buena.

- Un día nos va a pillar y haber como explicamos a que nos dedicamos por las noches.

-Nadie va creer que eres “Niebla” y menos aun que tu fiel aliada soy yo;”Una pobre secretaria” (dijo con tono de niña buena).

-lo que tú quieras, pero si nos pillan, serás tú la encargada de hablar con la prensa ¿vale?

-no se te puede hacer una broma, ha llamado Melinda necesita que Niebla le realice un encargo ¿Qué la digo?

-A la misma hora y lugar de siempre.

Me despedí con un "luego hablamos", y entré al despacho. Tras varias reuniones, algún que otro boceto de la portada del nuevo libro de J.K Rowling y varios cafés, me dirigí a hablar con Melinda.

-Melinda.

-Niebla, te estaba esperando.

-¿Qué necesita de mi Seguridad Nacional?

-Que lleves esto, al oráculo. Su dirección te la enviaremos a tú móvil, ¿de acuerdo?

-No, ¿Qué es esto? Si voy a jugar con mi vida quiero saber porqué.

-Solo puedo decirte que “es vital para nuestras vidas” ¿vale?

-¿Qué no lo es?, nos vemos- y me marché como había venido.

Antes de arrancar el coche, sonó mi móvil, no podría ser otra persona.

-Dime mi fiel aliada.

-¿Ahora me haces bromas tú? nos han mandado un mensaje con una dirección y una sola instrucción  “NO NOS FALLES”.

¿A qué nos enfrentamos?

-Melinda quiere que entregue un paquete al oráculo y esa es su dirección pero no acaba ahí la cosa, el paquete es vital para la vida humana ¿te animas?

-Vamos como todas nuestras aventuras, te espero  aquí.

Ya teníamos todo preparado para nuestra aventura, esta vez la misión la realizaría Nieves, ya que era a la luz del día. Concretamos que iría sola pero Flor se quedaría delante del ordenador vigilando la operación.

-Ten cuidado, seré tus ojos ahí fuera y además me tendrás en este pequeño artilugio, para estar comunicadas, ya sabes… no puedes hacer nada sin mi jajaja.

-Exacto somos un equipo, cuídate tu también.

Al llegar a la dirección, era un viejo edificio en el centro de la ciudad, me relajé un poco, el traje que me había elegido Flor era perfecto (empresa de mensajería “El paquete veloz”) encendí la luz y entendí porqué no había ni portero. El edificio parecía salido de los años 20, ni ascensor, las escaleras eran de caracol con un aspecto de caerse al mínimo peso y las esquinas estaban invadidas por  las antepasadas de las arañas comunes y la luz, era de un tono amarillento.

Antes de comenzar mi ascenso por la “escalera del horror” hice comprobar a Flor que no quedaría sepultada por ella y tras varios minutos discutiendo ganó ella y comencé el ascenso al sexto.

Cada vez que posaba mis pies en un nuevo escalón, el sonido crujiente de la madera me decía que ella era la que mandaba, solo me sentía a salvo  con la conquista de un nuevo descansillo, ya había alcanzado más de la mitad de la misión cuando, un escalofrió recorrió mi cuerpo y todo fue invadido por la oscuridad, Flor no me contestaba, me encontraba sola en medio de la oscuridad. Intenté encontrar la llave de la luz pero… Sólo encontraba los timbres de esas viejas puertas y llamar a una puerta diciendo: "no encuentro la luz ¿me ayuda?" no era una opción y menos sabiendo que podría ser una trampa, solo podía hacer una cosa pegarme a la pared y subir lentamente hasta mi destino y allí el oráculo me ayudaría a escapar de esa trampa. Subía poco a poco,  notaba como el aire salía y entraba en mis pulmones todo en silencio pero de repente…

-¿Nieves? ¿Me escuchas…?

-si…… ¿Flor?

-¿Quién iba a ser? ¿Qué haces a oscuras?

-No encuentro la llave de la luz, creo que es una trampa y por eso estoy pegada a la pared solo me queda un piso.

- No, no es una trampa, Niebla tiene muchos enemigos pero Nieves no, la llave de la luz solo se encuentra en el primer piso y en el ultimo, cosa de los años 20.

- Ya y eso me da miedo siendo yo misma no soy una heroína. ya estoy frente a la puerta del oráculo, pero no me vuelvas a abandonar ¿vale?

-Sí, aquí estaré,  ¡tu puedes!

Llamé a la puerta y tras ella me encontré a una anciana de pelo canoso tras unas pequeñas gafas.

-Te estaba esperando Niebla, gracias por traerme mis aspirinas.

-¿Aspirinas? ¿Eso es vital para la vida humana?

Sonriendo dijo:  "No es solo un encargo, lo vital era que entendieras que Niebla y tú sois la misma persona, que puedes conseguir lo que te propongas ¿me entiendes? no dejes que Nieves desaparezca

- Creo que sí, que no puedo perder mi vida porque Niebla ayude al mundo.

-Exacto, ¿quieres una taza de té?

-Será un placer pero no estaré mucho tiempo, pero antes cuénteme porque solo tienen dos llaves de la luz.

-Jajaja pues la verdad es……

         Jezabel Luguera ©

LA ESCALERA





   Aquella mañana de navidad, mientras esperaba su turno en la frutería, las observaba con deleite.  Se imaginó a muchas jornaleras subidas en escaleras vertiginosas, retocadas con pañoletas y ataviadas con mandiles, recogiendo una por una las joyas como rubíes que se exhibían en las ramas más altas.  Luego, para evitar macas por el peso, bajaban los inacabables peldaños y las depositaban en cajas de medio kilo.
  Seguro que aquellas  hábiles recogedoras podían,  cuando les placiera, morderlas, saborearlas, pintarse los labios de rojo carmín.  ¿Cuánto recibirían de jornal por tan delicado esfuerzo de recogida de  la valiosa fruta, por tantas subidas al cielo  y bajadas al suelo vasto y florido de la Patagonia?

  En el mostrador, aparecían sin precio; el frutero se lo susurró al oído: ella se hizo con un cuarto de kilo a precio de oro.

  Caminó hacia su casa, erguida,  con una  bolsita de papel suspendida de sus dedos.  Sentada a la mesa del comedor abrió su paquetito: eran doce solamente, iguales en hermosura y frescor.  Las postales de Navidad perdieron su prestancia a su lado.  Tenía que probarlas, saborearlas para la prueba de la noche.  Cerró los ojos y cogió una: la mordió, la olió como se huele un perfume.  El aroma le llenó los ojos de humedad.  El sabor era suave, seda para el paladar.  Se relamió los labios.  Eligió otra y esta vez experimentó con la piel aterciopelada y la comparó con  su mejilla: piel contra piel…Después, la mordió con sus incisivos y brotaron unas gotas con las que impregnó sus muñecas: las olió: era una mezcla de jazmín y rosa.  La hirió de nuevo, el jugo fue a parar a un pañuelito, sorbió el aroma y la pituitaria asintió también.   Aquellas dos muestras de fruta fue lo único que se llevó a  su persona en todo el día.

  Se duchó.  Llegó su asistenta a peinarla y a maquillarla.  Le trenzó la larga melena rubia y se la enrolló en la cabeza –como una escalera de caracol. Luego la ayudó a ponerse los panties blancos.  Los zapatos rojos de tacón alto y, por fin, subida en una escalera manual, se  hermoseó aún más-  con el vestido níveo, abombado.

  Las luces blancas iluminaron el escenario.  La  modelo dio un pequeño traspiés ¿no iría a desmayarse AHORA?   No, era el paso de la oscuridad a la claridad.  A ambos lados del pasillo, lucían árboles pintados de purpurina blanca.  Todos ellos, en las r amas más altas, lucían frutas rojas, las que ella adoraba, pero  la modelo seguía pisando, con un bonito  contoneo, el suelo inmaculado.  A poca distancia, hacia la derecha, los haces enfocaron una escalera de alfombra blanca.

  Con los pies en el primer peldaño,  desde una caja  adornada con una lucecita roja, le llegó  una fragancia  famosa, era el perfume de DOLCE AND GABBANA.

  Siguió ascendiendo sin perder el equilibrio y el buen hacer de modelo.  Otro regalito  blanco y rojo.  Esta vez era  un aroma sexual, masculino, inconfundible –la chica se Arranca y la llave de la habitación abraza el frasco, mientras a él  se  le abre la hebilla del pantalón   - ANTONIO BANDERAS-

   El trabajo de avanzar peldaños, concentrada en la perfección y en mantener los sentidos  alerta, es  cada vez más arduo.   ¿Qué  contenía la tentadora cajita?  Cerró los ojos, aspiró con fiereza y, por fin, distinguió la silueta femenina de JEAN PAUL GALDIERE, ¡UF!; estuvo a punto caerse de miedo.

  Ascendió los escalones con aromas de CAROLINA HERRERA,… de LA COSTE
 
Llegó al último escalón  de unos  veinte centímetros de longitud.   A su derecha, una rama del árbol le ofrecía  - como a Eva-  un frasquito rosado,  ASPIRÓ SU ELIXIR  Alzó un poco más sus tobillos,  estiró  los dos brazos,  se ladeó un poco con la escalera… y en el cuenco de sus manos recibió el frasquito rosa de NINA RICCI.


               San Vicente de la Barquera,  11 de enero de 2013
                                                   Isabel bacaran

ESCALERA SINUOSA DE LA VIDA…



Escalera sinuosa de la vida
que marcas y defines el destino,
no ciegues la mirada de los ojos
ni corras más allá de sus latidos.

Sitúate detrás de los cristales
que tienen componentes ambarinos,
y lleva el caracol de tu subida
al cielo con espacios infinitos.

Cincela la moldura de tus piedras
al pie que las supera con sigilo,
y vete, por delante, hacia las nubes
en busca de los dioses del Olimpo.

No pongas escalones muy costosos
que alteren y fatiguen a los niños,
los sueños se precisan en la infancia
igual que los juguetes y los libros.

Escalera tortuosa de la vida
que bajas nuevamente lo subido,
ya vuelves hacia el punto del origen
comienzo ineludible de tu sino.

Se baja con las piernas muy cansadas,
el paso vacilante y aterido,
se busca el pasamanos y el apoyo
tratando de ayudar al peregrino.

La luz que nos alumbra débilmente
vacila en ventanales muy altivos,
y baila, con las sombras, ese baile
de rosas, de azucenas y de lirios.

Resuenan escalones al pisarlos,
en forma de susurros y quejidos,
y dejan, sin palabras, en su idioma,
el sello inconfundible de un suspiro.

Escalera armoniosa de la vida,
que cubres día a día mi camino,
no sufras mis subidas y bajadas
pues buscan el amor y tu cariño.

Adoro el escalón y el pasamanos,
la curva y el rellano con su brillo,
el tierno "ventanuco" de la izquierda,
la puerta de la casa donde habito.

Y quiero esta escalera como nadie,
porque ella me ha labrado y ha curtido,
bajando cada día a mis labores,
subiendo y regresando puro y vivo.

Recuerdo bien la cifra de escalones,
cuarenta y nueve fueron mis pasitos,
un día y otro día, eternamente,
y siempre en la aventura y el peligro...

"...Escalera tranquila de la vida
que aguardas al guerrero malherido,
los hombres ya terminan sus batallas,
y quieren el resguardo de tu abrigo..."

Rafael Sánchez Ortega ©
11/01/13

LA ESCALERA





-          Señorita, estoy mareada, -dijo Carmen al comenzar la clase de Matemáticas a su profesora, levantando la mano, después del recreo de la mañana.
        
-          Está bien, ve a la portería donde la Madre Paz. ¡Tere acompáñala, por favor! 
         
-           Carmen dio las gracias y con su compañera de pupitre salieron al largo pasillo. Tras cerrar la puerta rieron bajito, les salió bien hasta el momento el plan ya que no se sabían la lección de ese día. Las risas les duraron poco, cerca se aproximaba la Madre Elsa, la Superiora, una dura y recta mujer nicaragüense de color. Ante el temor de ser vistas se escondieron detrás del busto de frío mármol del Padre fundador del colegio. Cuando el hábito de la monja pasó casi rozando, salieron del improvisado escondite.
       
                     El silencio lo rompían monótonas y repetitivas notas de la clase de piano, que sonaban mañanas y tardes. Nerviosas y divertidas se dirigieron a la portería, el aíre olía a una comida extraña, siempre igual, mezcla de no se sabía qué pócima salía de la cocina. Suerte que ellas no eran medio pensionistas, como sus amigas Susana y María. Ya en la portería la Madre Paz las recibió solícita y sonriente con su toca envolviendo la rosada y redonda cara de grandes mofletes. Era baja de estatura, como ellas con sus diez años, muy entrada en carnes con el nuevo hábito de la Congregación hasta media pierna, a la terrible Madre Elsa le sentaba bien, era alta y esbelta pero a la entrañable Madre Paz, no, no ya que al agacharse a recoger algo del suelo... en fin... su gran trasero... parecía querer protagonismo.

-          ¿Qué te ocurre Carmen?
-          Estoy mareada, Madre.     
-          Bueno, esto se cura con “Agua del Carmen”, siéntate hija.
    
                        Todo se curaba con aquella agua, dolores de estómago, cabeza, muelas, tripa... “Agua del Carmen"  ¿qué era aquello?, ¿nos dopaban?  -se preguntaba Carmen años más tarde. Madre Paz trajo el frasco milagroso junto con una cucharilla, que obediente Carmen bebió.

-          ¿Sabes Carmen? tu tía y tu madre también pasaron por aquí, eran tan traviesas... pero tu tía tocaba muy bien el piano... soy tan mayor ya... Enseguida te encontrarás mejor hija. Minutos más tarde de escuchar cómo su tía tocaba el piano y de lo bien que en el Coro cantaba su madre, Carmen dio las gracias a la monja diciendo que ya se encontraba mejor. En ese momento entró la Madre Emiliana su favorita, daba Labores. Era la más joven de todas de unos veinte años, guapísima y divertida.
       
-          ¿Qué te ha pasado Carmen?
      
-          Nada, un mareo, ya pasó.
        
         La Madre Emiliana, lo pasaba muy bien con Carmen en Labores, le hacía subirse a la tarima a su lado porque Carmen cuando hacia cadeneta a ganchillo, sacaba la lengua de la concentración que ponía y esto a la monja le divertía.

          Las dos amigas salieron de la portería y a Tere le entró el espíritu aventurero de lo prohibido y dijo:

-          ¿Subimos las escaleras de la zona prohibida?
      
                          Era un área inaccesible bajo castigo. 
               -      No yo no voy, -dijo Carmen, - ¿y si nos pillan?

-          ¡Venga cobarde, vamos!
         
                           Este adjetivo, le hizo venirse arriba a Carmen y cogidas de la mano comenzaron a subir los peldaños de madera brillantes con olor a cera que conducían a las celdas de las monjas, hasta el primer piso, a partir de este, los peldaños y el pasamanos no estaban encerados, la madera tenía un triste color grisáceo y ajado. Continuaron ascendiendo en su aventura, llegando a un largo pasillo espartano, estrecho, con puertas a izquierda y derecha,

-          ¡Vámonos ya! -dijo Carmen.
         
-          ¿No te tienta ver como son las habitaciones?
        
-          No Tere, estoy muerta de miedo.
        
           Esta le dio un tirón de la mano y atravesaron el pasillo, al final había otra escalera más estrecha. La subieron y al final se encontraron con una sola puerta muy vieja, con una llave en la cerradura, por las rendijas salía un fuerte resplandor que casi las cegaba, se miraron con miedo y excitación había un intenso olor azufrado emanando de la puerta. Carmen retrocedió dos peldaños, Tere con mano temblorosa giró la oxidada llave, sonó un lastimero crujido, empujó suavemente  la puerta... y una mano recia se posó en el hombro de Carmen que dio un grito. La mano cerró de golpe la puerta, sus caras miraron hacia arriba, era la Madre Elsa que las fulminaba con su temida mirada y ojos enrojecidos de ira.

-          ¿Qué hacéis aquí?
       
                           ¡Carmen, Carmen!,  ¿estás bien?, -repetía la profe de Matemáticas tocándole el hombro.

-          ¿Qué ha pasado, dónde estoy?
       
-          Te has mareado después del recreo, has levantado la mano y te has desplomado sobre el pupitre.
         
-          ¿Y las escaleras, la llave, la luz...?
         
-          Tere, -dijo la profesora-, acompaña a Carmen a la portería donde la Madre Paz por favor.
      
             Tere miró a Carmen dirigiéndole una mirada de complicidad y haciéndole un guiño le mostró una oxidada llave que tenía en su mano. 


Ana Pérez Urquiza ©