Queridu Tadeo:
Buenu,
queridu, no; que ya no te quiero.
Precisamente te escribo por eso, pa
decite que ya no quiero salir contigo, y que tenía mucha razón mi madre
cuando me decía que me anduviera con pies de plomu contigo, que no debías ser trigu limpiu.
A
mí, al principiu paecísteme güen muchachu, y hasta un pocu guapu. Pa
decite las cosas tal como las pienso, siempre me oliste a cuchu algo más de la cuenta, y alguna
vez viniste a veme con la cara manchá de algún rabazu de las tus
vacas. Pero eso tampocu tenía mucha importancia, pues me paecía a mí que esas cosas eran señales de lo trabajadorísimu que eras.
También
el día aquel que sin querer te dí un pisotón en la uña del deu chicu del pié, y tu te quitaste la alparragata pa ver si sangrabas, me llamó la atención toas
las manchas negras que tenías entre los deos
de los pies. Lo comenté con las mis
amigas, y unas decían que era porque no te lavabas, pero las otras dijieron que no, que era porque los hombres
tienen los pies así, con esa negrura que paece
cornia, que una vez se lo vieron a
los sus padres, y también lo tenían negru
como tú, aunque dicen que los sus padres tenían las uñas muchu
más cortas, y no tan retorcías como las tuyas que paecen
las pezuñas de una vaca vieja.
Pero
güenu, esto no es tan malu, que alguna falta también teneré yo. Lo peor del asuntu es que siempre que estamos solos
te pones demasiau jartible con eso de meter los tus morros por los míos. Y como con tantu trabaju no tienes tiempu
de afaitate, me pinchas con las
barbas, y eso no me gusta. Y si no lo
crees, alcuérdate aquel día que viniste afaitau, como no dije ni media palabra cuando me morreaste bien morreá , que hasta me quedé yo con el
chicle que estabas chupando.
Claru que podías afaitate, más a menudu,
o acostumbrame yo a los jerroneos de las tus barbas, pero ya
descubrí lo buen pájaru que
eres el domingo cuando me llevaste al cine,
que si no es porque mi madre me dijo que tuviera muchu cuidau, no se lo que hubiera . pasau.
Pero después de lo
del domingo no quiero que güelvas más
a veme, ni yo golveré a pisar un cine, que
con razón decía el cura en misa, que los
cines son la puerta del infiernu.
Bastante hice yo con dejáte besame
pezcuezu abajo. Que te pusiste más pesáu que un plomu, y me rompiste tres
botones de la blusa, y ni mirabas la película, después que tantu interés tenías en ella. Tu, ¡hala!, na más que a lo tuyu. A jocicar por el escote, y yo muerta de miedu por si nos veía algún conocíu.
Entonces yo
pensaba que el cura era bastante esageráu, porque el
infiernu no le gusta a nadie, y a mi me estaban entrando unos temblores y
unos retorcimientos que nunca había sentíu,
que te digo Tadeo, que si aquello es el
caminu del infiernu, pues mira, que
me lleven al infiernu
Pero
no quiero golvete a ver. Que yo sabía
que al cine no íbamos a rezar el rosariu,
y aguanté los chupetones que me diste
en el piscuezu, que entovía
conservo unos moratones, que mi madre no calla diciéndome que no cree que me los hiciera restregándome el espartu.
Pero lo que jiciste después, dejó bien claru que era lo que tu
querías. Y no lo digo por las carreras que le hicistes a las mis
medias recién estrenás, no. Lo digo porque cuando metistes las manos por debajo de la falda, me alcordé de lo pájaru que decía mi madre que tu eras, y entonces fue cuando te dí
el tortazu aquel que toa la gente del cine se quedó
mirándonos.
Y
con esto terminamos, que no eres trigu
limpiu. La semana que vién, tengo que ir un día a Santander, y seguru que en los cines de allí, no hay
conocíos.
Nisia.
(RESPUESTA A UNA
RUPTURA DE LOS AÑOS 40)
Querida
Nisia, que yo si te quiero:
No
tiens que hacer casu a to lo que diz tu madre,
porque ninguna madre se alcuerda de
cuando ella era joven. Pero de toas formas no te pongas muy tonta, que chavalas
las alcuentro yo a patás
sin salir del pueblu, y no te digo ná,
si salgo de él.
Ahora
que tó lo principal está claru,
paso a decite que lo negru de los pies me se quita cuando me los lavo, pero como luego se me güelve a poner, pos no le hago ni casu.
Que las mujeres siempre vos estáis
fijando en esas cosucas de ná. A mi lo negru
de los pies no me moleta pa andar. A lo mejor tienes un pocu de razón en lo de las uñas, que ya notaba yo que me rompían
las alpargatas, y por eso las recorté el otru
día con el alicate que tengo de cortar alambre que es güenísimu.
Te
diré pa que lo sepas, que desde que
recibí la tu carta empecé a afitame cada dos o tres días, y las mis barbas ya no pinchan ná. Pero claru,
eso a ti te tién sin cuidau, pues como ya no quieres ná conmigo no te golveré a arrimar el morru, y
no te golverán a pinchar ni
muchu ni pocu
Tampocu es pa quejate tantu por tres botones de la
blusa que te rompí, que los coses tú en un santiamén, y nadie se entera. Y de
los chupetones del piscuezu, lo dices tu por quejate de algo, pero bien se yo que te gustaba, que
ya noto yo cuando me apartas de verdá,
y cuando lo haces de mentira pa que
siga estrujándote. Además si tu no apretaras tantu las cintas del teteru,
yo no tendría que hacer tanta juerza.
Pero
yo te quiero Nisiuca, y si meto la mano por debajo de la tu falda, no es porque yo sea un pájaru de cuenta como dice la madre tuya. Es porque no me puedo
aguantar de tantu como te quiero, y toa entera eres pocu pa tocate y abrazate, que na
más que de pensar como me puse de animau
en el cine, me pongo que me esquilo por
las parés. Tan animau estaba yo, que casi no me entero del ostión que me diste. No me dí cuenta hasta que tol mundu empezó a reíse y encendieron las luces. Y de lo
que mi dices del chicle, no era
chicle, es que estaba acatarrau.
Apropósitu del viaje a Santander, yo
también quiero ir un día, pues están echando
una película que tengo muchu interés
en vela. De toas
formas, cuando tu baigas a ir a
Santander, deja la víspera una toalla colgando de la ventana del tu cuartu.
Un besucu no muy prietu pa
no lastimate,
Luterio.
Jesús González González ©