sábado, 27 de abril de 2013

LA LLAVE



Quisiera tener una llave para abrir cosas tan sencillas y lo más necesario en esta vida, que es el amor hacia los demás, la amabilidad, el respeto, la comprensión y armonía, que prevalezcan las buenas obras, en una palabra, la solidaridad.

Que los políticos gobiernen bien para que todos puedan trabajar honradamente y ganarse el pan.

Lo bonito que sería el mundo si todos fueran felices y que por lo menos tuvieran una humilde casa y comer todos los días, pero esta crisis no sé a donde irá a llegar, parece que el mundo está del revés y las personas no tienen conciencia.

Dios quiera que pronto se arregle todo en lo más necesario, poder vivir dignamente.

Quisiera tener una llave para abrir esas conciencias, de todos nosotros, y darnos cuenta de que no nos llevaremos nada terreno de este mundo, que nos iremos como llegamos: ¡sin nada!



Blanca Santos ©
8-4-2013

LA LLAVE

                                        



                         ¿La llave para dejar de fumar?,  no la encuentro. Ayer sin ir más lejos, me propuse; hoy voy a fumar menos ¡así, convencida, con valentía!

Durante la mañana, me controlé bastante, hasta me sentí orgullosa de ello, ¿ves? no es tan difícil, me decía, barriendo o con el plumero en mano pero... Sonó el teléfono a la hora de comer, miré el número... ¡mi suegra!



            Tuve el impulso de encender un cigarro, como siempre hago cuando me llama, pero me contuve.



-        ¿Si? ¡Hola Leonor!

       

-        Hola, hija ¿me acabas de llamar? -esta es su táctica, para llamarme sin parecer pesada.

        

-        No, pero lo iba a hacer más tarde, -(miento),  ya que casi iba a comer. -(no se da por enterada y continúa con lo mismo de siempre)

        

-        Es que este teléfono no hay quien lo entienda, como es nuevo... suena, descuelgo y nada, que se corta la llamada y he pensado que eras tú.

        

-        Ummggg... -balbuceo, ya que así lleva un mes y se me han acabado los “ya“,  los “buenos”, los “que cosas pasan, “los “estará mal”...

       

-        ¿Cómo estás? -pregunta.

     

-        Bien, bueno, tengo un dolor en el brazo, -(por contarle algo nuevo), que cuando lo mue... (no me deja terminar, ¡como de costumbre, y  ya me he arrepentido, ya le he dado pie, carnaza, para sus temibles monólogos. Juego con la cajetilla de tabaco... Leonor se viene arriba.

        

-        ¿Dolor de brazo? yo tuve ese mismo dolor.

        

Ahora juego con el encendedor y pienso, ¿ese dolor, ese mismo dolor? ¡pero si no te he explicado dónde me duele ni cómo es!



-        Leonor , me due...

        

-        ¡Si , si , es horrible y molesto! , eso es artrosis o reuma ¡seguro! mira cuando yo fui a un viaje al norte, no podía ni conducir y claro tenía que llegar a Tarragona por la mañana ya que el barco de tu suegro llegaba a... -(sigo jugando con la cajetilla de tabaco, resisto. A esta ya no hay quien la pare),-  bueno ya conoces mi vida hija ...

        

-        Si, ya m...

-        Mala o buena tenía que ir de aeropuerto en aeropuerto y por esas carreteras de aquella España de entonces.

       

-        Si, ya me has contado tu vida.

-        ¡Por eso! ¿Te conté cuando me dormí al volante una noche y un camionero, no se despegó de mí por León?

      

-        Si, y que te...

       

-        Bueno no sabes lo que fue aquello, era noche cerrad , estaba cansadísima y bla, bla, bla...

        

-        Ya, ya lo sé Leonor y que te echa...

       

-        Pues el pobre me echaba las luces para que no me durmiera ...

       

-        Si, y en una gasoli...

       

-        Me lo dijo cuándo paré en una gasolinera-,” señora no podía dejarla así, daba volantazos”.

        

-        Si, ya eras una valiente, -(esto le encanta)

        

-        ¡Qué hombre aquel, nunca le olvidaré!

    

         En una de sus no pausas (repito ya me lo has contado) y para cambiar de tema ya que lo de mi brazo le trae al pairo y cortar el monólogo le digo:



-        Leonor, perdona se me están quemando las lentejas, -(se me ocurre), pero su lengua es una ametralladora.

      

-        ¿Vas a comer lentejas?  yo hoy he puesto unas patatas con… -(y me cuenta la receta)

       

¡Ya no puedo con mi vida y enciendo un CIGARRO, me lo he ganado, y doy una gran bocanada tumbada en el sofá. Leonor continúa disparando palabras.



-        ¿Sabes que las legumbres son buenísimas para...?

       

-        Si, por eso las co...

      

-        Hay que comerlas... ¿Estas fumando? Lo noto, Hija ¿por qué no lo dejas?

       

¿Por qué no lo dejo , por qué no lo dejo...? respeto sus canas y no le digo lo que pienso; por tu culpa, por tu culpa, por tu grandísima culpa. Al rato de más bla, bla y porque bla, bla, bla... dice;



-        Bueno te dejo que empieza el Telediario, a ver que nos cuentan, seguro que desgracias y paro ¿sabes que por aquí cierran...?

       

-        ¡Leonor, que se me han quemado las lentejas ¡(intento fallido).

        

-        Oye, siempre que hablo con alguien me dice lo mismo, que se le quema la comida. -(ríe inocente se lo cree realmente).

        

Miro el reloj, las tres, llevamos hablando una hora, bueno ella. En el cenicero hay colillas apagadas que me niego a contar.



-        Para las lentejas quemadas hay un truco, añadir un...

       

¡Socorrooo! el pabellón auditivo me arde, está al rojo vivo...



-        ¡Huy!, perdona mi vida, me llaman al móvil, mañana te llamo, -(amenaza), - ya que no me has contado nada de ti, ¡te quiero ,te quiero, te quiero, no fumes!

        

Ya sin fuerzas, extenuada, salvada por esa llamada de una valiente nueva víctima, balbuceo;



-        Yo también a ti (PERO CONTINUA).

      

-        Me gusta que me lo digas, hija, es que a las del norte os cuesta decirlo ¿eh?

        

-        Leonor atiende a la llamada (no me escucha).

       

-        Bueno ya sabes que a mí la gente del norte siempre me ha gustado...

        

-        ¡Leonor!, la llamada, mis lentejas…

       

-        Bueno, vale te dejo, sé que soy charlatana ¿y qué? no le hago mal a nadie, cuídate mi vida.

        

-        Si, tú también (lo digo muy rápido para no darle más opciones) y cuelgo.

        

Sigo tumbada en el sofá, son las tres y cuarto, me sale el humo por las orejas, la izquierda está roja y me hormiguea la mano, no la siento... ¡Ring... ring...! me incorporo de golpe, miro el número: ¡mi tía! “SOCORRO” otra monologuista, y otro capítulo y aparte .



Y con todo esto ¿se puede dejar de fumar? y si es así ¿dónde está la llave para hacerlo?                 

                                                                                       Ana Pérez Urquiza ©

LAS ETAPAS.



Nuestras vidas son como un puzzle, formadas de pequeñas piezas, a las que cariñosamente las llamamos etapas.
 
Para mi cada etapa comienza, con una llave nueva en nuestras vidas. Seguro que ahora estáis pensando que estoy un poco loca y no sabía que escribir con el tema de la semana. Pero ¿qué os parece si os cuento que llaves he tenido yo en mi vida y luego discutimos?

Cuando era muy pequeña la primera llave que llegó a mis manos, fue la de una cajita metálica con un pequeño candado. En ella había el mejor de los tesoros, un pequeño peluche. Ahora no sé nada de esa llave y el peluche desapareció el mismo día que me regalaron la segunda llave, que era de un pequeño libro, pero no contenía palabras, todo lo contrario, tenía la misión de guardar todos mis secretos. Lo único que tenía que hacer era empezar cada hoja en blanco con “Querido diario…”, lo malo de esa llave, es que era enana y cada dos por tres la perdía y aparecía a los pocos días y además mi hermano sabia como abrir mi diario, bueno él y toda la humanidad. Por lo tanto  esa llave no tardó mucho tiempo en formar parte de “cosas desaparecidas” y sustituida por una buena horquilla del pelo.

A los 11 apareció una nueva etapa y con ella la llave, esta vez era la de mi casa, solo la de la puerta, la del portal. Tenía que molestar a algún vecino si no estaba abierta. Porque claro la responsabilidad de llevar dos llaves era demasiado para esa etapa y además me hubiera convertido en un ternero, porque llevaba la llave al cuello con un estupendo cordón blanco y dos se hubiera convertido en un pequeño sonido cada vez que me movía.
 Al tiempo conseguí, mi segunda llave, ¿ya sabéis cuál es verdad? Exacto la nueva llave del portal y claro con ella un precioso llavero de hamburguesa que me acompañó hasta la siguiente etapa.
¿Por ahora qué os parece? ¿Las etapas y las llaves tienen relación eh?

Estas últimas llaves todavía las uso, porque si no, no podría entrar a mí casa pero, aparecieron muchas más y no menos importantes.
Descubrí que ya era adulta con la llegada de mi cuarta llave, la de casa de mi abuela. Fue uno de los mejores regalos del mundo, porque ella creía que era responsable para tener una copia de su hogar, aunque si os cuento la verdad muy adulta no era pero bueno. Y el llavero que me dio era horroroso pero también eso es parte de otra historia.

La quinta llave fue la más divertida, o mejor dicho significaba diversión. Os preguntaréis porqué, muy fácil, era la llave de mi nueva maleta para irme de viaje de fin de curso y también se convirtió en mi primer viaje fuera de España, y fueron momentos claves en mi vida y muy buenos recuerdos ahora.

La última llave, han sido las llaves de mi trabajo que siempre son más de una y con ellas llega una enorme responsabilidad, porque no puedes perderlas, por lo tanto estas pendiente todo el día de ellas, vamos que entre ellas y el móvil ganan ellas por goleada, pero también significan que formas parte de algo nuevo y eres uno de los guardianes para que no desaparezca.

Por ahora no tengo más llaves, espero que no se me haya quedado ninguna en el llavero, me faltan muchas etapas pero por ahora no me quejo del llavero que tengo.

Jezabel Luguera González ©

LA LLAVE MAESTRA.



                                                


Les cogí “in fraganti” por el paseo de La Alameda.  Les quedaría la duda de si les vi agarraditos de la mano o de si el sol fue su aliado al darme de plano en la cara.

  En los dos años de noviazgo que llevábamos, pocas veces vi a Nicolás con la cara tan iluminada.

 Pasaba de la parquedad a la devoción en cuanto le permitía palpar mis senos.  Concluía, pues, que mientras hubiera besos atornillados;  masturbaciones rápidas –el tiempo alargado como chicle mientras arrancaba la furgoneta del pan-  nuestra vida en pareja iría viento en popa. Ni  mi meliflua y querida gemela tendría nada que birlar con sus pechos  tan desequilibrados.  Así, pues, manipulaba yo  mis cartas; poseía la llave maestra.

  Guardaba mi padre, (como empecé yo a esconder mi odio),  su navaja del ejército suizo: mediría no más de diez centímetros;  en su interior albergaba toda clase de abridores, un par de tijeritas –con muelle incorporado- berbiquíes en miniatura,  todas  ellas armas blancas de lo más útiles y versátiles.  La sacaba de su escondite los domingos por la tarde y después de acariciarla se dedicaba a la fina marquetería: esculpía soldaditos suizos.   Esperé a que comenzara a roncar, con la cabeza recostada en el recodo del brazo izquierdo.  Con  la presteza de una malabarista la escondí en el sujetador y corrí al cobertizo.   Desembalé el diario de mi gemela y con el bisturí de la tijera, abrí el candado: 

  Sábado: 28 de mayo.  “Hoy, por fin, le he confesado a Nicolás que estoy embarazada” “Los segundos se han vuelto minutos, pues su cara parecía una máscara de mimo”  Luego, por fin, he sentido su mano izquierda acariciándome el abdomen, como con vergüenza, por debajo de la mesa.  Hemos salido del café sin demasiados efluvios, algunas miradas furtivas y, con las manos unidas, pero temblorosas.

  La vida en la masía continúa monótona por fuera.  Padre ha salido a vigilar a las ovejas.  Mi hermana gemela Mari y yo seguimos con la tarea interminable de partir los leños.  La atmósfera es suave. 

  -No vayas tan rápido, Mari que te puedes hacer una avería.

  - No vayas, tú, tan lenta; que a ese ritmo llegará el invierno y tendremos la leñera vacía.

  -Oye, Mari, por qué no jugamos como antaño a “Cobarditas”

   -Oh, sí.  Me  encantaba aquel juego bárbaro  Siempre salía airosa. ¿Te acuerdas. Mati?

  -  SÍ, pero no te fíes; no seas temeraria, que pueden volver las tornas.

  -  Hagamos una prueba.  Pongo yo el pulgar sobre el tocón y voy contando hasta que caiga el filo.

  -  Vale, Mati, alza el hacha: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...

  -  Sigo pensando que has estado en un tris.  Ahora yo.  Cuando  quieras Mari: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho...

- Bueno, ahora en serio.  Oye Mari, ¿por qué no jugamos el “AMOR DE NICOLÁS”?  

¿Qué, te has vuelto  respetuosa,  trastocada  del golpe?

  -¿Te…  te has en… enterado de… de ello?

QUE COMIENCE LA LID, entonces.

Mati aferra sus manos al hacha

-        Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis
       
-        Mari, desiste-
       
-        Siete, ocho
        
-        Mari, que te amputo la mano
       
-        Nueve, diez, on---
     
                     

 San Vicente de la Barquera, a 3 de abril de 2013
                              Isabel Bascaran  ©