Subí aquellas viejas escaleras, sin nada de luz, y al final
de ellas me esperaba… ¡la puerta que daba paso al lugar del misterio!: “El
desván” donde tantas y tantas veces intenté subir y el miedo me paralizaba.
Cogí todo mi valor, empujé la puerta y el sonido a óxido de
las bisagras me informó que ya estaba dentro.
Respiré profundo y empecé abrir los ojos, pensé que me
encontraría un viejo dragón "escupe fuego", con escamas color escarlata o un
viejo bucanero con una enorme barba y su parche en el ojo.
Pero nada de aquello que mi mente creó, cuando solo
tenía cuatro años, apareció ante mis
ojos.
Busqué la llave de la luz. Antes de alcanzarla una cosa me
recorrió el brazo, empecé a gritar porque el fantasma de las paredes me había
agarrado y ahora me llevaría a su misteriosa guarida llena de oscuridad. Entre mis
gritos y alguna que otra lágrima encontré la ansiada llave. Tras encender la
escasa luz descubrí que mi espeluznante fantasma, solo era una araña de patas
largas.
Me reí de mi misma, mi imaginación me había gastado una mala
jugada. La deposité en el suelo y di un vistazo al lugar que me rodeaba, pensé
para mí, que tanta imaginación no era buena pues llevaba más de quince años sin
subir nada más que un peldaño de esa vieja escalera.
Si no fuera porque mi abuela me había mandado ir a buscar su
vieja máquina de escribir, una y otra vez durante toda la mañana, no estaría
aquí, rodeada de recuerdos llenos de polvo y alguna que otra araña de patas
largas.
Solo había recuerdos, nada de fantasmas, monstros de un solo
ojo y diez brazos que devoraban a los niños curiosos, pero… yo escuchaba ruidos
espeluznantes, tenía razón mi prima solo era el aire entrado por las viejas
juntas de las ventanas.
- ¡Qué tonta soy!, -pensé en voz
alta.
-¡Isabel, Isabel….! ¿Cariño estás bien?
- Si Abu, estoy buscado tu
Olivetti.
- Es que te oído gritar y me he
asustado, ¿qué ha pasado?
- El fantasma de las paredes que
me quería raptar, -dije entre risas.
- ¿El qué...? Isabel no te rías
de tu abuela.
- ¡Nada¡ una araña que me estaba
subiendo por el brazo, pero todo va bien vuelve a tus cosas en nada estoy abajo
contigo.
- La tarta esta casi lista asi que
voy a calentar el café ¿vale?
-Date prisa cariño.
Tras escuchar los pasos de mi abuela alejarse decidí seguir
con mi búsqueda, encontré un par de cajas llenas de ropa antigua, un espejo tan
grande como una puerta, alfombras deshilachadas -¿para qué querrá esto?, un
viejo retrato familiar, ¡dios mío que joven esta mi madre este cuadro!, éste le
bajo conmigo, pero… donde estará la máquina, di varias vueltas por el lugar y
no apareció por ningún lado.
Cuando ya me disponía a rendirme y decirle a mi Abu que su
Olivetti, se había marchado junto a mis monstruos reparé en un viejo baúl,
abandonado en una esquina, lleno completamente de telarañas… decidí moverlo y
colocarlo debajo de la lámpara, pesaba como un muerto, aunque yo nunca he
llevado un muerto.
Limpié con la manga de mi sudadera el baúl, tenía una
inscripción:
"Todo Aquello Que Imagines Lo
Encontraras Dentro"
Pasé varios minutos pensando, hasta que mi curiosidad tomó
el mando de mi cuerpo y lo abrió y adentro había…
¡La vieja Olivetti de mi abuela! Sorprendida decidí que ya
era hora de bajar a tomar ese café y que mi Abu me explicara unas cuantas
cosas.
Tras tomar el café le pedí dos cosas, la primera
que me dejara llevarme el retrato a casa y accedió al momento, y la otra fue
que me explicara para que quería su máquina de escribir y porqué estaba en
ese extraño baúl.
-¿No te lo
imaginas?
- No la
verdad y mira que por imaginación no será.
- Es para ti, para que todos tus
monstruos, bucaneros y dragones existan a través de tus cuentos.
-¿Pero…?
- De pero nada, cuando yo era como
tú tenía esa misma imaginación y mi madre me regaló esta vieja amiga y desde
entonces todos mis seres imaginarios fueron realidad.
- Ahora ya entiendo la
inscripción.
-¿Otro trozo de tarta y así me
cuentas eso del fantasma de las paredes…?
Jezabel Lugura ©