miércoles, 27 de abril de 2016

ELOLVIDO

    EL  OLVIDO  I

 
          Ha llovido mucho desde entonces: treinta y cinco años, exactamente.

          La primera semana al aire libre, el bebé no se callaba; se podría decir que el aire que aspiraba le hería su organismo.

          El agua de la ducha golpeando la cortina, ensordecía el llanto.  La mamá cerraba el grifo algo más tranquila;  sin embargo, el niño seguía en su agonía.  El histerismo llevaba al neonato a la inconsciencia, se transformaba en un tomate bermellón rociado por un aguacero.  La mamá la acercaba al pecho para tranquilizarlo y el angelito callaba…pero en su ansiedad aspiraba tanto aire que volvían los retortijones, la congestión y el hipo.  Los balanceos en los brazos,  los movimientos acunadores, los susurros amorosos, no daban  ningún resultado positivo.  Y la mamá volvía bajo  los chorros analgésicos.

            Con el regreso de la niña a casa, la mamá dispuso de una segunda forma de escabullirse de aquel ambiente asfixiante.  Gracias a las “gracias” que le ofrecía Sarah, a las nuevas labores que ésta la exigía, el infierno ya no quemaba como antes.

             A los seis meses, operaron a Mikel de dos hernias inguinales, y el suplicio casi olvidado, volvió a alterar el corazón de la madre.  Sola con el llanto, sin la lluvia sanadora del baño, sin los besos reconfortantes de la hija,  en una fría habitación de hospital, la mamá hinchó su ser de amor, amor surgido  de la culpa.  Sí, aquella nueva forma de sufrimiento, con los lloros más fuertes, los retortijones convulsivos, y sobre todo, la fiebre altísima, se debían a su carencia de espíritu de sacrificio; solo echaba cabezaditas cuando el niño caía rendido de dolor.   Y las lágrimas del hijito cesaron cuando los puntos internos reventaron y el surtidor de pus emergió  y  llegaron los antibióticos.  La mamá olvidó, para siempre el nombre de aquel inepto urólogo. 

               En cuanto a la salud se refiere, la adolescencia de Sarah y Mikel estuvo plagado de contratiempos: decenas de esguinces   -muy comunes entre los que practican deportes, según la opinión de los traumatólogos-  e infinidad de visitas al estomatólogo: endodoncias, implantes, extracciones de molares.  Si el dentista hubiera tenido el humor de guardar el importe total  -habido hasta entonces- en un “Piggy Bank” bien podía disfrutar de la luz natural del Caribe.

                Los hijos ya son adultos y viven fuera del hogar paternal. Y para mantener el bienestar que otorga la jubilación, la madre ha decidido cambiar la cerradura de la casa. De  esta forma, quizá, los penares, sustos, exigencias encubiertas, sinsabores, pasarán sin romper la armonía, el equilibrio y la belleza de las plantas interiores.

              El supuesto equilibrio ha sido roto con la llegada de Julen.  Se ha hecho con la llave de la casa, se han olvidado las húmedas contrariedades.   Ha sido un soplo de aire fresco, pero parece ser que a él no le ha sentado nada bien.  El olvido de los retortijones, de la carita tomate llena de goterones, ha aflorado.  La casa parece que sale de los cimientos, el ventanal  cruje en infinidad de cristales, los pajaritos enmudecen su dulce piar y hasta la vecina y amiga Ana se ha acercado  a echarnos una mano.  Merche, su mamá, descansa cuando Julen se duerme.  Mikel se lleva la parte más fácil, algo apestosa, sí.

  Si sus padres no estuvieran presentes para tranquilizarlo con el zarandeo de la cuna, con el traqueteo del coche, con las manos sedosas relajando sus intestinos, con las palabras calmas… su abuela se enjugaría sus lágrimas, saldría de su aniquilamiento; su abuelo cesaría su extraño cantar y raudos acudirían al pediatra más cercano para  que Julen recupere su carita de ángel…

                            San Vicente de la Barquera, a 31 de marzo de 2016-04-03
                                                           Isabel Bascaran

EL OLVIDO




  EL OLVIDO

               Estábamos recién casados, éramos parejas jóvenes todos los habitantes del edificio de modernos pisos dúplex, en una ciudad del Sur. Por cercanía al Hospital, la mayoría, eran profesionales sanitarios, médicos, ATS, como nuestros vecinos de rellano, Kiko, médico, su mujer, Mila, ATS. Nada más conocernos, surgió una gran amistad, que con los años, aún perdura.

Mila, quedó embarazada y tuvieron una preciosa niña, Milita. Kiko y su mujer, tenían turnos en el Hospital a veces complicados de compaginar en el cuidado de la niña, con lo que decidieron, traer a casa a Esperanza, que fue la Tata de Kiko y sus hermanos. Era una señora de setenta y cinco años, bajita, regordeta, peinaba canas, recogidas en un moño, vestía de negro, en sus orejas, colgaban, unos largos pendientes de azabache.

                 Cuando me la presentaron, mis amigos, me acerqué a ella a darle un beso, pero rehusó, me tendió tímidamente su mano y con un cerrado acento del Sur dijo:

-         Para lo que guste mandar, señorita.

-         Encantada de conocerle, Esperanza, -respondí, estrechándole la mano.

Como era muy mayor, Kiko, me dijo que estuviera un poco pendiente de ella, en los días que alguno de los dos no estuviera en casa. Le dije que no había problema alguno, ya que en esa época, yo trabajaba, haciendo pequeños proyectos de Decoración desde casa. Una noche a eso de las once, llamaron a nuestra puerta, abrí, era Esperanza, muy preocupada, dijo que creía que la niña tenía fiebre y no quería avisar a sus padres ya que le habían dicho que podía contar conmigo.

                   -¿Cuánto tiene de fiebre Milita?

                   -No sé, señorita, no me atrevo a ponerle el termómetro ¡ahí, en el culito! en mis tiempos, no se les ponía ahí.

                     Pasé a la casa a ver a la niña, yo no tenía ninguna experiencia, la encontré normal, no obstante, me armé de valor y le puse el termómetro, temblándome la mano. Todo estaba bien, tranquilicé a Esperanza y la niña se durmió plácidamente en su cuna.

                    -Muchas gracias señorita ¿quiere un café?

                    -Me llamo Ana, Esperanza, ¿cuántas veces se lo he dicho? y si, acepto ese café.

                     Nos sentamos a tomarlo y me dijo:

                    -Señori... Ana, ¿no has visto que la niña tiene una mancha en la nalguita?

                    -Sí, -respondí, -es de nacimiento.

                    -No, -dijo, -esa mancha es del “uso del matrimonio” durante “la preñez”.

                      Me quedé perpleja, “uso del matrimonio”, ¿qué quiere decir Esperanza?, se sonrojó y creo que yo también, ya que no fui capaz de sacarla de su error dándole alguna explicación que se pudiera entender. A esa noche se sumaron, mañanas, tardes, ella buscaba disculpas para hablar conmigo y yo encantada de escuchar lo que me iba contando de su vida.

                      Esperanza, era soltera, huyó de los que le pretendían ya que nunca podría tener hijos, pregunté el por qué y me narró lo siguiente: en la casa del Señor, (el abuelo de Kiko), éramos tres sirvientas, Lucía, Josefa y yo, Olvido, pero el Señor, nos cambió los nombres porque tenía mala memoria y nos puso, Fe, Caridad y Esperanza. O sea –dije, -te llamas Olvido, sí, pero ya ese no es mi nombre.

                      -¿Por qué renunciaste a los pretendientes?

                   Se puso seria y me contó, que una mañana, estaba en el salón principal del Cortijo de los abuelos de mi amigo Kiko, limpiando y tras las cortinas de un ventanal apareció una sábana moviéndose, un fantasma, del susto se le quitó la regla, ella dijo “el menstruo”, no lo volví a tener, eso me pasó con dieciséis años y ¿cómo me iba a “ennoviar”, si no podía tener nunca hijos? Fue tal su convencimiento que no supe que decir. Continuó diciendo, que después supo que fue el Señor, para gastarle una broma.

                   También me contó, que en su pueblo, era costumbre, comprar el ataúd en vida y guardarlo debajo de la cama ya que eran camas altas. Sus charlas entre café y café, me enriquecieron, la escuchaba respetando su cerrado mundo.

                    Pero un día se fue. Al despedirse, me regaló, un bonito sombrero de paja con una cinta azul, típico se su pueblo. Después de darle las gracias le pregunté la razón de su partida, su respuesta fue:

-         Me voy, porque ya no quiero estar lejos, de lo que tengo debajo de mi cama.



Ana Pérez Urquiza ©


EL TEMA



UN DÍA NORMAL
Me desperté con un dolor de cabeza increíble, parecía que tenía la obra de un rascacielos encima de los hombros. Al llegar a la cocina me encontré a mi hermano devorando un bol de esos cereales suyos de colorines (vamos glucosa al cubo), delante de mi silla estaba mi taza de café con tostadas acompañas de miradas de soslayo de mis padres (menudo jeto tenía que tener).
Di un sorbo al café y lleve en la boca la tostada (la comería por el camino). No deje ni un ínstate, para que mi madre preguntara por como llevaba el tema de los exámenes, porque si no se iba a montar una,  que la guerra del golfo quedaría como un juego de niños, (os podéis imaginar).
Llegue al insti con algo de tiempo, y no porque me gustara la puntualidad, más bien todo lo contrario pero hoy necesitaba que Sara me ayudara e repasar el último tema del examen por que lo llevaba fatal. Cuando la vi aparecer la asalte como un tiranosaurio Rex lo hace ante su presa, su expresión de buenos días se transformo en… que quieres de mí
La conté que el tema de la mitosis y meiosis, no habían calado nada en mi materia gris y que a la profe de biología le importaba un bledo si ese tema y yo no nos entendíamos porque iba a caer en el examen de las dos. Su cara se transformo desde  “eres un desastre… hasta, porque no me lo dijiste ayer so vaga”. Tras varias reprimendas y quejas llegamos a mi frase favorita “en el recreo te explico lo más importante y te lo aprendes tal cual” y listo ¿vale? La di dos millones de besos y la dije eso de
-no sé qué haría sin ti, a lo que ella contesto catear hasta el recreo.
-Ahora que has llegado pronto tengo que comentarte un tema, y sus ojitos de listilla se transformaron en necesito tu consejo de los tuyos. En mi mente apareció la palabra hombres en color escarlata.
-¿Qué le has dicho esta vez a Lucas? Le dije con voz de… siempre igual pequeñaja.
-ese es el problema, que no le he dicho nada.
-para, para, para… ¿que al pobre hombre no le has dicho nada, que le tienes en ascuas con el mismo tema? Es para matarte sister. No me extraña que vaya con esa cara de empano todo el día.
- si lo que tú quieras soy un desastre pero… ¿Qué hago? ¿Qué le digo?
-mira sister, no puedo decirte que hacer , solo decirte que no puedes seguir así y que yo haría…..
-SARA PAULA
¿NO PIENSAN ENTRAR EN CLASE HOY? ¿NO LES INTERESA LA VIDAD DE ISABEL LA CATOLICA?  DEJEN SUS TEMAS  PARA LUEGO Y ENTREN YA.
Cogimos las cosas rápidamente y nos sentamos en nuestros sitios bajo la mirada de picaros de nuestros compañeros de historia. Vaya mañana, pensé para mis adentros y Sara debió de leerme la mente porque asintió al mirarme de reojo. Mientras la vida de Isabel la católica surcaba mi aula de historia yo solo podía darle vueltas a un tema….

Que por muchas cosas que hagamos o pensemos nuestras vidas se complican por míseros temas.

martes, 26 de abril de 2016

EL TEMA




NOSTALGIA

          Cuando era pequeña y aprendí a leer, me di cuenta de que eso era lo que más me iba a gustar en la vida, cuando tocaba recibir regalos siempre pedía cuentos, ¡siempre!, aquellos maravillosos cuentos de hadas, en blanco y negro, alargados, con la portada en color, olor a papel seco (aún hoy sigo abriendo y oliendo el papel con tinta, que no sé porqué me recuerda al salitre del mar), aquellos tebeos de la pequeña Lulú, después del Sr. Ibañez, la colección de PollyAnna, y los 7 Secretos, Robinson Crusoe, La Isla del Tesoro, Los Tres Mosqueteros y el Conde de Montecristo, hasta llegar a la obra completa de Agatha Christie...

          Gustaba de sentarme en el suelo junto a mi cama, con la ventana abierta de par en par para que me diera el sol, pasar las horas muertas, perderme y esconderme en silencio, con un cuento entre las manos, en aquella habitación de dos camitas toda rosa, hasta las flores del papel de la pared, (las princesas no las han inventado hoy), por algo era la única niña entre chicos y en ella gastaba gustosa su madre dos pesetas semanales en cuentos, y a medida que pasaban los años aumentaban las pesetas y los cuentos pasaron a ser libros.

           Pero un día esa madre descubrió que la niña pasaba demasiado tiempo leyendo, que abandonaba sus otras tareas y deberes y encontró el mejor castigo que aplicarle: ¡hoy no lees! Una vez llegó a rasgar un cuento y aquella niñita no ha dejado de llorar por ello, como la vez que lloró tanto ante una portada de "La cabaña del Tío Tom" y su padre le quitó el libro de las manos: "Hija, si lloras así solo viendo la portada, cuánto no llorarás leyendo el libro".

          En los breves espacios de tiempo que no leía, aquella niñita encontró la solución: ¡escribió!, durante años emborronó papeles, mal o regular, en el cole sus redacciones siempre merecieron un sobresaliente. Hace poco ha releído sus primeros poemas de amor, un poco lamentables, aunque alguno pudiera salvarse, había mucho corazón dentro.

          Pasaron los años y esa niña sigue amando la lectura, la Literatura por encima de todo,  un grupo de amigos le animan a escribir, ellos lo hacen muy bien, sugieren un tema de apoyo cada vez, pero hete aquí que un día dan libertad, no hay muleta. Ahora toca lápiz y papel, y el amenazante folio en blanco, y ¿qué cuento?   ¿tiro de vida,  de imaginación?   ¡nada, no hay manera,  estos días no toca!,  pero ya sé, escribiré cuando mi folio blanco me susurre, me llame, me necesite, escribiré sobre lo que yo y mi perezosa y taimada musa decidamos, y de forma ladina, cuando más tarde se pregunte por un "tema" para la próxima reunión, con total alevosía yo lo sugeriré, será mi venganza queridos amigos, porque ya tendré la cama hecha, la mente en marcha y el lápiz ¡afilado!

Remedios Llano Pinna ©
2 de Marzo de 2016

COMILLAS

EL TEMA

ES UN TEMA…
 
Es un tema, difícil, este tema,
pero tema valiente y descarado,
que nos rompe y desgarra las meninges,
y hasta lleva el pecado a nuestros labios.

Escribir sobre un tema, no es problema
aunque tenga este tema mil reparos
y aparezcan, sin duda, pesadillas,
y hasta, puede, que pelos de los gatos.

Es un tema, "temita, sin complejos,
del estilo Visconti en Gatopardo,
aquel rollo de peli quinceañera
con el tema italiano en su reparto.

Pero el tema que intento es otro tema,
colofón de la duda y desencanto,
porque exigen un tema los alumnos
de este humilde bedel descerebrado.

Si les hablo de un tema, ya me dicen,
que ese tema fue escrito en otros años,
que si ruedan las muelas del molino
y sus dientes vacilan entre tacos.

Si sugiero por tema la galerna,
me contestan sus ojos enfadados,
arguyendo anatema, "va de reto",
con latines que es malo pronunciarlos.

Por lo tanto, no quiero, que este tema
se convierta en  polémica y escándalo,
y si acaso en un tema sugerente
donde broten las rosas de los cardos.


Viejo tema, escarbar en los burdeles,
y hacer leña y astillas de los santos,
recordando a la madre de los temas
que es la vida que surge a nuestro lado.

"...Por lo tanto me ciño con el tema
y no veo que sea para tanto,
es un tema que estruja los sentidos
de los locos, los cuerdos y los sabios..."

Rafael Sánchez Ortega ©
17/02/16


EL TEMA

TEMA
 
El caso es que no encuentro tema para escribir sobre  el tema. Porque si mis conocimientos no me fallan, tema es la materia o asunto sobre el que se ha de tratar. Y no señor, no encuentro ni tema, ni materia, ni asunto.

            Lo del Taller de Escritura coincidió con mi viaje a Mallorca, y mira: Estoy ya en esos años que, cuando a uno le sacan de su rutina, es incapaz de remover las neuronas para solucionar dos cosas al mismo tiempo.

            Hombre, podría poner por tema las vicisitudes del viaje, pero no tienen ni un mínimo de interés. Podría poner por tema el problema de no encontrar tema,  lo que me llevaría a un tema de lo más tontorrón.

            Mira, ahora se me ocurre que,  si pongo por tema el tema del Taller, siento como nostalgia de no poder estar el día señalado para  la reunión, y… mira: ¡Ya encontré tema! Me estoy imaginando la cara de cada uno de vosotros, amigos contertulios de la escribanía. Y a Foncho, mirando de vez en cuando por encima de las gafas, y observándonos con su sonrisa socarrona, porque sabe de antemano lo que cada cual ha de leer…

            Oye, que estoy escribiendo aquí, en la recepción del hotel, porque es muy distraído: a ratos escribo, y a ratos observo a esta multitud que entra y que sale, que hacen preguntas tontas  a los recepcionistas, y que discuten entre ellos a cual o cuales excursiones de las que el Inserso ofrece se deben apuntar.

            Estoy pensando que a mi rededor tengo un montón de temas, pero me faltan fuerzas para desarrollarlos.  Otro día me encontraré en mejores condiciones… porque además, se me acaba el tiempo y tengo que enviárselo ahora mismo al Jefe.

Jesús González ©


EL TEMA

TEMA

El tema es buscar algo original. ¿Pero qué?

Es para un concurso; un concurso importante. Buscaré palabras ¿Exóticas? ¿Rimbombantes? ¿Rebuscadas? ¿Cultas?

¡Pero bueno, estoy tonta! ¿No sabes de sobra que escribir con sencillez es tan difícil como hacerlo bien? Que solo hay dos reglas básicas: tener algo que decir y decirlo.

Pues digo que puse la radio y estaban llamando personas para contar travesuras gordas de su infancia.Se me quedó grabada la de un niño que se le ocurrió serrar las patas de las sillas del comedor para hacer un barco. La que lo contaba era su hermana:

-En aquella época teníamos cocinas de carbón y existía un hierro con gancho para coger las arandelas y remover las brasas. Mi hermanito calentó el hierro y me lo puso detrás de las rodillas, -¿Eso era un hermano? -¡Eso era una perversión! Recuerdo que con ese hierro candente se adornaba el arroz con leche. Primero se ponía el azúcar formando rombos y luego venía la humera, pero quedaba precioso y riquísimo.

Tema… tema…

¡Ah sí!  ¿A que todos queréis comeros unas croquetas buenísimas? Pues acabo de escuchar a Pedro Subijana dar la clave para que siempre salgan bien. Él mezcla mantequilla con aceite de oliva para que no se oxide. Echa un poco de cebolla picadita para darle jugosidad. Rehoga también la harina para que pierda sabor a crudo y atención: Si no queremos que se arrebate y se formen grumos ir echando leche del tiempo, removiendo primero con varillas y luego con cuchara de palo. ¡Sin parar de remover durante media hora! Casi al final poner el picadillo que queramos y condimentar al gusto. Dejar enfriar la masa. Cuando se formen, no es partidario de pasarlas por harina. Para que queden crujientes, huevo-pan rallado, huevo-pan rallado. Dorar bien en aceite caliente para que no se abran. “Tienen que quedar crujientes por fuera y suaves y delicadas por dentro”. ¡Tienen trabajo eh! Je, je… Por eso es tan difícil comerte una que esté deliciosa. ¡Hala, hala, mañana todos haciendo la prueba! 100  gramos de harina por litro de leche creo que dijo.¡Bueno, para los que no tenemos el aparatito que hace la masa!

Tema… tema…

Escuché el otro día medio dormida una tertulia entre filósofos, pero anoté alguna cosa interesante. No podemos dejar de lado las Humanidades.

- La Filosofía nos enseña a ser humanos.
-El gozo de pensar.
- A tener un pensamiento crítico.
-Al conocimiento de uno mismo.
-A saber discernir en un mundo fraudulento.
-Nos amuebla la cabeza.
-Nos da alas para saber distinguir.
-El lenguaje va intrínsecamente unido a la Filosofía.
-Un pueblo es más culto cuanto más filosóficos sean sus gentes.
-Tenemos que enseñar desde la infancia a pensar.
-El científico tiene que ser filósofo para desarrollar lo que ha pensado.
-Pasión por conocer las cosas.

Sin las Humanidades nos deshumanizamos. Todo va unido. Historia, arte, música…

Tema… tema…

¿Qué tema cojo para ese concurso importante? Voy a pensar, pensar, pensar…

                                                           Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
                                                                       Marzó 2016


EL TEMA




       LA  TERCERA EDAD

              … Y seguía enamorada.  Llevaba una vida inmersa en la  naturaleza. Entre camelias, azaleas, ciclámenes, y rodeada de encinas, nogales, eucaliptos.  En el horizonte, el manto níveo vestía Los Picos de Europa.  A las 12, me sentaba fuera, en la silla hamaca disfrutando de los rayos reconfortantes.   Las ovejas pastaban en el prado del vecino y abrían mis oídos a sus inquietos balidos: media hora gozando del paraíso.  Al parpadear, veía pasar “tan pichi” a Matilda, la gata de Miguel.  Hasta hace unos días, la he espantado con una vara; sin embargo, hoy, la he visto husmeando: busca los topillos que merodean por nuestros jardines.  He pasado el cortacésped para cerciorarme de que no existen orificios circulares, puertas y ventiladores a sus galerías subterráneas.

                     Las tareas de la casa no me exigen demasiado esfuerzo.

                     Conduzco suavemente, o mejor dicho,  el vehículo me transporta como en una nube  al encuentro de mi nieto.

                    -“Ya verás  qué placer sientes cuando lo tengas en tus brazos”  Él  está dormido, sólo lleva dos días en este mundo.  ¡Y de golpe, me caen diez  años sobre los hombros!  El enamoramiento se ha esfumado y hasta siento vergüenza de mis sentimientos juveniles.  Sólo oigo mis pasos robóticos sobre el anegado pavimento.                   

                      Julen lleva mes y medio entre nosotros.  Es un niño precioso, con los rasgos físicos perfectos, cuando sonríe parece un ángel de los de Murillo; pero cuando llora por los retortijones de su aparato digestivo, se te humedecen los ojos y el corazón se te encoge de dolor.  Admiro, sin embargo, el cariño y la abnegación de sus padres que en plena madrugada lo sacan a la calle porque en el traqueteo del cochecito,  el sueño envuelve al niño cual la seda a la larva de una crisálida.

                        A pesar de sentirme más vieja, acudo, con frecuencia, a la peluquería, no quiero que la estampa que reciba el niño sea la de una bruja y siga viéndome de esa guisa “per seculaseculorum”  También cuido mi vestuario, por un lado, porque soy presumida y por otro,  porque los infantes se entusiasman ante los colores vistosos. ¿Y cómo no?  -como guinda en el pastel-   me hermoseo con cuatro gotas de perfume francés.
                        Así pues, si tengo que coger el coche, me visto de calle.  Ayer, llegué con mi compra  a  una de las cajas del supermercado.  No solo la cajera me echó una mano colocando el género en las bolsas, sino que la chica que esperaba detrás de mí puso los capazos  en el carro.  Me quedé de piedra, con la cartera en las manos, con la boca abierta, agobiada de tantas manos auxiliadoras.  ¿Qué vio en mí para dispensarme tal atención?             

   Las puertas se abrieron para las dos, y de nuevo, sentí la sangrante saeta:

                           -¿Quiere que le  coloque la compra en el coche?

                            -No, gracias, le dije con la mirada perpleja y la voz sonriente.

                              Al llegar a casa, cerré el cortinón con fuerza.  La naturaleza pasó al olvido, el paraíso se tornó aún en más dolor; no importaba ya la edad que podía aparentar; la saeta fue incrustándose y originando una hemorragia: una persona muy cercana volvía a afrontar, de nuevo, los zarpazos del mal revitalizado.

                                       San Vicente de la Barquera, a 5 de marzo de 2016

                                                  Isabel Bascaran ©

EL TEMA

EL TEMA

                 Ese día madrugamos, porque mi hermano, llevaba tiempo pidiendo ir a la nieve. A mis padres, les gusta practicar este deporte extremo, éste y otro igual de peligroso; ¡Hablarme, cuando acabo de despertar a tempranas horas! A ver, que yo no digo que “el amanecer”, no sea bonito, lo es, pero ¿lo podrían poner más tarde? a esas horas, aún ¡no se me han acabado los sueños!

                 Mamá y mi hermano, entraron en mi habitación, como dos elefantes a una cacharrería para despertarme:

                -Buenos días Cris ¡Venga, venga, que nos vamos a la nieve!

                -¡Si, si, nieve, nieve!-dijo okupa, saltando sobre mi cama, como la mona Chita.

                -¡Mamá, como siga saltando así, yo no voy con éste a ningún lado!

                -¡Haz lo que quieras Cris!-dijo mamá con mirada asesina.

                  El tema es que cuando tu madre te diga; “Haz lo que quieras,” no lo hagas, quédate quieta, no parpadees y hazte la muerta. “Haz lo que quieras” es sinónimo de que estás castigada, si no obedeces y al final terminas llorando y haciendo lo que tu madre diga, con lo cual...

                  Ya estamos los cuatro en el coche, parecemos cuatro “madelmans”cuatricolores, de tanta ropa que llevamos encima. Antes de encaminarnos hacia la carretera que nos lleva a la Sierra, papá, aparcó el coche al lado de un cajero automático para sacar dinero, mi hermano le acompañó de la mano; papá, hizo la operación ante el cajero, okupa, al ver que salían billetes, se volvió hacia la gente que hacía cola y dando palmaditas y saltitos dijo:

                -¡Mi papá, tiene mucha suerte, siempre le toca el premio!

                   Una anciana señora de detrás, dijo sonriendo:

                 -¡Qué niño tan listo! ¿Qué quieres ser de mayor?

                 -Lo que quiero ser es “gente”-respondió el listo de él.

                  ¿Gente, eso es abarcar mucho, poco, es listo, lo contrario? ¡Me desconcierta mi hermanito! Al cabo de dos horas insufribles de preguntas de mi hermano como: ¿Falta mucho?, ¿cuándo llegamos? o para molestar como: ¡Tengo pis, tengo sed, tengo hambre! y más “tengos”, llegamos a la estación de esquí. Todo estabacubierto por un manto blanco, resplandeciente por los rayos de sol, había muchísima gente repartida entre los remontes y trineos, practicando. Papá y mamá, antes de subir al telesilla, nos dejaron con un monitor de esquí para niños, éramos todos novatos, claro, nos enseñaron los primeros pasos, poner y quitar los esquís, manejar los bastones y cosas básicas. Pasé un buen rato, pero a mi hermano, le aburría todo esto, le gustaba el trineo y así se lo hizo saber a mamá, cuando regresaron del descenso, el muy pelota dijo:

                 -¡Mamá, mamá, yo quiero ir en el trineo contigo!

                    Y dicho y hecho, se montaron los dos en uno, papá y yo en otro, salieron ellos primero y comenzaron el descenso, pero con tan mala suerte que pillaron un pequeño montículo y mamá cayó boca abajo sobre la nieve, mi hermano, sobre mamá. Cuando llegamos nosotros, al preguntarle, ella se quejaba de dolor en el pecho, rápidamente se personó un médico de la estación, y  a la pregunta de qué le duele, mamá dijo que estaba bien que sólo le molestaba el pezón, a lo que el okupa, preguntó:

                 -¡Señor médico! ¿Un pezón, es un pez grande?, ¿cómo ha entrado ahí? ¡Quíteselo señor, quíteselo!


Ana Pérez Urquiza ©