lunes, 23 de octubre de 2017

verano




EL VERANO

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En este abracadabrante verano, para mí, he conocido humanidad, personas maravillosas, muy diferentes, que me han enseñado a minimizar los problemas y a vivir el día a día, como si fuera el último.
Las conocí casualmente, como a los dos ‘Manueles’, ambos  necesitados de una máquina de hemodiálisis, para poder seguir viviendo, los lunes, miércoles y viernes, desde las doce del mediodía hasta las seis de la tarde, sin esperanza de transplante de riñón, dada su edad. A esa hora, salían cansados y, como comentaban entre ellos: “hoy, estamos agotados; mañana, para recuperarnos, y pasado, de nuevo a enchufarnos a nuestra amiga”. A Fermín, más joven, le podían avisar en cualquier momento del hospital para comunicarle que había un posible riñón. Así vive, esperanzado de esa llamada que le cambie su presente y futuro.
Pese a todo, los dos ‘Manueles’ tenían un sentido del humor envidiable; parecían un dúo de esos que salen en cualquier programa de televisión:

Manuel 1:       –¡Mira que arañazos me ha hecho el gato en las manos, el muy ca....!
Manuel 2:       –¿El gato? ¡Eso ha sido tu parienta! Sí, sí, el gato; ¡algo le habrás hecho!
Manuel 1:       –¡Qué más quisieras tú que te arañe una mujer con cariño, rutón, más que rutón! Por eso estás solo: ¡no hay quien te aguante!

Yo estaba sentada al lado de éste, y cada vez que le decía algo de estas bromas al otro Manuel, me daba codazos en el brazo y me guiñaba un ojo, con cara de pícaro. Al rato...

Manuel 2 (el rutón):  
–¿Nos compramos los juzgados?
Manuel 1:       –No, ¿para qué?

Manuel 2(el rutón):   
–Para meter a todos en la cárcel, y a ti. Me iba a quedar en la gloria. ¿Compramos el hospital?
Manuel 1:       –¡Que no, derrochón!
Manuel 2(el rutón):   
–¡Jo, no quieres invertir en nada, chico; hoy has ganado dos bingos!
Manuel 1:       –¿Desde la ambulancia, nos ven con estos cristales oscuros?
Manuel 2 (el rutón):  
–No, ¿qué quieres, ir saludando a las mujeres? ¡Mira que te gustan!
Manuel 1 (con codazo):  
–¡Hombre, no me vas a gustar tú!
Manuel 2(el rutón):   
–¡Pues no creas, no estoy mal, tengo mi puntito! ¿Verdad, Lola?

Lola era otra compañera de ellos, más callada, de unos ochenta años. Se apeó la primera.

Manuel 1 (con otro codazo):
–¡Adiós, Lola; no te pongas más guapa, que no somos de piedra!
Lola (con risas):         
–¡Hasta pasado mañana, viejos verdes!

Así estaban siempre, con su peculiar sentido del humor, pese a estar despernados.
También conocí a otra señora, de ochenta y dos años. Había tenido seis hijos y padecía un delicado problema de útero. Nunca fue a un ginecólogo, pese a sus seis partos. Me decía:
–Tengo mucha vergüenza, cuando voy a Radio. ¡Tengo que quitarme todo de cintura para abajo y me lo ven todo! Eso de estar espatarrada, lo llevo muy mal; a mí nadie me ha visto eso. ¡Ay, ay, qué vergüenzas paso!
Su hija y yo nos reíamos y le dijo:
–Mamá, ¿tú, nos has parido o nos trajo la cigüeña?
Otro señor me contó que a su abuelo le encarcelaron en la posguerra siete años, durante los cuales no tenía más contacto con su mujer que un pequeño papelito donde ésta le contaba lo mínimo: quién había fallecido, quién nacido, etc. La notita la metía en el cuello de la camisa y lo cosía minuciosamente. Esto era una vez al mes, cuando le llevaba una camisa, un pantalón y una muda, pero sin verse. Cuando su abuelo estaba moribundo, no quiso ver al cura, ya que, con los años, supo que fue el que le delató.
Han sido vivencias enriquecedoras; hacen recapacitar. Seguramente, los lunes, miércoles y viernes me acordaré de ellos y de tantos y tantos que, como ellos, están pasando por diferentes problemas de salud, mientras nos preocupamos, enfadamos, por nimiedades cuando estamos sanos. Deberíamos pensar en todo esto y disfrutar lo que tenemos cada minuto de la vida, porque lo importante, lo más valioso, es la SALUD.

Ana Pérez Urquiza©


Verano

EL  VERANO

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Esta vez sí me acordé de comprar las velas por si volvían a saltar los plomos.
El día diez de agosto, encendí una vela a modo de oración, pero una ráfaga de aire frío nos hizo temblar a las dos. Según el dictamen del doctor, Peter no viviría más de tres meses.
La cera caía deshecha en lágrimas. A veces, el pábilo se tornaba blanquecino, lánguido, como si la tez de Peter tomara ese matiz. Cuando éste tosía, la llama chisporroteaba y otra vela era encendida con el resquicio de la moribunda. La estancia se iluminaba con dulzura y el semblante de Peter se relajaba con el efecto de la morfina. Y así, una mano mágica mantenía la luz encendida y la enfermera portaba la bandeja con la jeringa aliviadora. La habitación se iluminaba durante breves duermevelas; las celadoras se esmeraban en cambiar el hedor de las sábanas por otras que esparcían el aroma de la lavanda inglesa; eliminaban el sudor frío y acre por el perfume antiséptico de las toallas y del pijama del enfermo. Peter retomaba el diálogo entrecortado sobre los cumpleaños que se acercaban y que él  quería comprar... La vela hizo un guiño con la ráfaga que entró con el brío de Yvonne. Ésta llegó con los brazos abiertos, una sonrisa amorosa que se fundió con la de sus hermanos: Peter y Malcolm. Todo fue luz, perfume, dulces palabras, caricias temblorosas. La vela era cera derretida, las manos de Peter iban enfriando aquellas que se las abrigaban; las sábanas marcaban el perfil de las piernas esqueléticas y rígidas; los ojos, aún abiertos, se tornaron viscosos; una secreción sanguínea y un temblor raudo surcaron su cara serena… 
Ardieron tres velas  durante los diez días de calvario.

Malcolm viajó en tren a casa de Roy. Acababan de proporcionarle una cama articulable para que no quedara sin resuello al  subir las escaleras. Sus hijas y yernos hicieron un lugar de acampada en el salón donde la vida transcurría en una conversación trascendente. Carolyne, con la palmatoria cerca de la querida cara de su esposo, negaba el trance por el que estaba pasando su amor. Malcolm trababa de apaciguar el dolor manifiesto en las manos encrespadas de su hermano. No llegaba la morfina, por lo que Carolyne cubrió los labios sangrantes, los gritos alocados, los ojos siniestros de la muerte con un lienzo. Formando un triángulo con las manos, trataron de inocular vida a las dos manos moribundas. Carolyne le agradecía su lección de amor: hacia ella, hacia sus hijas… Aquella sonrisa que flotaba por la estancia. Aquel calendario, con las fotografías de todos los familiares: obra de arte, que ahora heredarían… Malcolm se reía, en parte, para ensordecer LOS PORQUÉS del moribundo; en parte, para aliviar la atmósfera de la habitación, tarareando  el himno del Liverpool.
Y, por fin, el doliente cesó en su sufrimiento: “Que me duerma y no despierte jamás”. Y durmió durante treinta y seis horas de un tirón...
              
San Vicente de la Barquera, a 3 de octubre de 2017
                    Isabel Bascaran                              

                                

Verano

VERANO DE 2017
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Fue un verano tontorrón. El sol se burló de los veraneantes: Amanecía muy sonriente y, en cuanto estos pisaban la playa, se escondía tras las nubes y les fastidiaba el proyecto. Hablo del verano en San Vicente de la Barquera, que fue el que yo conocí. A esta gente no le quedaba más remedio que hacer un  turismo extra, aunque en un principio esa no fue su idea. Pero dime tú: si no hacía para playa, ¿qué es lo que ellos venían buscando?, ¿qué otra cosa podían hacer?  Primero, pasearon por los soportales y se dedicaron a CERNER de comercio en comercio. Pero los comerciantes de aquí, que son agudos como ellos solos, enseguida descubrieron, en su forma de mirar, el CONFALÓN que los delataba como turistas que no iban a comprar.
Y volvieron a pasear, soportal arriba y soportal abajo, hasta que les empezaban a doler los pies, como a las caballerías les duelen los corvejones cuando tienen ESPARAVANES. Entonces no les quedó más remedio que subirse al coche y aprovechar para visitar el Santuario de Santo Toribio de Liébana en su año Jubilar, o irse a Cabuérniga en busca de un cocido montañés… Vamos, digo yo.
Tampoco es que lloviera, porque a mi huerto aún sigue resquebrajándosele la tierra a causa de una seca que está dejando vacíos los pantanos de toda España. Por eso digo que el verano fue tontorrón.
Como consecuencia, me tiré  muchas horas sentado en mi casa. Leía, y cuando me cansaba de leer, miraba un poco la tele; pero como tampoco soy ducho en ESTASIOLOGÍA, no me dediqué al estudio de los partidos políticos para decidir a cuál de ellos debía votar en las próximas  elecciones, y me bajaba al pueblo en busca de otro tipo de distracciones.
Las terrazas de bares y restaurantes  estaban abarrotadas de gente que bebían y comían sin descanso. Algunos lo hacían con tal ansia que, más que comer, parecían devorar, y escapé de allí a toda prisa ante el temor de que me diera un ataque de MISOFONÍA.
No deja de ser sorprendente que, con un verano tan  incierto, hubiera en San Vicente  más gente que ningún año. Si le preguntamos a Mari Carmen, a lo mejor nos responde que es porque aquí sabemos OLDEAR muy bien al forastero. Pero ¡coño!, si al forastero le pasa lo mismo que a mí, que desconocemos totalmente tal expresión, ¿cómo sabe él si es bien o mal OLDEADO?
De todos modos, en verano, y también en invierno, siempre se ven cosas curiosas: En un bar, vi a dos catalanes (ajenos totalmente a Francis y a Pedro) que, cuando el camarero dejó sobre el mostrador la vuelta de un euro, los dos le echaron mano al mismo tiempo. Uno tirando para un lado, y el otro para el otro. Oye, ¿quieres creer que lograron TREFILAR la moneda y cada uno se llevó la mitad del alambre? Increíble, ¿verdad?  Pues como te lo cuento. Ninguno de los dos consiguió REPUCHAR al otro. ¡Qué valor le daban al dinero! Supongo yo que les costaría mucho ganarlo; seguramente lo conseguían a base de ZABOYAR y más ZABOYAR ladrillos con yeso, porque si no, tampoco era para tanto…
Y así se nos fueron julio y agosto, y ahora, en septiembre, hice el resumen con las palabras raras, raras, raras que el jefe nos mandó y que procuré colocar en el mismo orden que él las escribió. Empezando por “cerner” (porque en mi pueblo también se le llama “cernedor” al que quiere estar en todas partes al mismo tiempo) y acabando por “zaboyar”, que tiene ‘perendengues’ la palabreja…


Jesús González ©

Verano




REFLEXIONES DE TERRAZA
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Tras pasar una gran época de barbecho, ya que las musas me habían abandonado por falta de atención hacia su persona, hoy me encuentro en una terraza del mediterráneo, con uno de los mejores atardeceres como anfitrión para hablar del “verano”.
El verano es esa sensación que tiene el ser humano de realizar todo aquello que se proponga y que a lo largo del año no se atreve. El aumento de sol en nuestra piel hace que la melanina aumente, y la valentía se alimenta de ella.
En verano, la vergüenza se guarda detrás de nuestras gafas de sol con cristal de espejo y se ata con los lazos de nuestros bikinis, y todo aquello que le ocultamos a nuestro humilde espejo del baño lo ponemos en el escaparate de arena blanca que tenemos en nuestras playas. Porque el moreno nos elimina esas vergüenzas, que el mundo nos impone de manera subliminal; y cuanto más moreno, menos tapujos.
En el verano, los relojes no controlan nuestras vidas; simplemente se convierten en artículos de decoración que marcan el tiempo que llevamos sin hacerle caso, y su tic-tac se convierte en parte del ambiente, como las sonrisas dentro de las terrazas o el viento del sur, que aumenta nuestro calor.
La melodía de nuestras vidas, por unos meses, se transforma en canciones de verbena que todo el mundo corea como un himno de… libertad, o mejor de libertinaje, acompañado de  conversaciones y brindis de botellas de cerveza, que  culminan con…: esto tenemos que repetirlo antes de Navidad.
En verano, los colores oscuros son guardados al fondo del armario, al lado de aquella balda que ibas a colgar el domingo, que la compraste hace meses, porque no combinan con la tonalidad que ha adquirido nuestra alma veraniega, y entonces todos aquellos colores que solo usamos como subrayadores de cosas importantes en nuestras agendas se apoderan de nuestro armario, pintan uñas, pero sobretodo de  nuestros bikinis y sombrillas. (Este último caso tiene su lógica… para encontrar nuestro sitio en la playa cuando salimos de nuestro cuarto baño).
Sé que estáis pensando: ¿qué le ha pasado a la chica que soñaba cuentos y os los escribía a la mañana siguiente? Pues simplemente que el verano se ha apoderado de mis musas y este escrito tiene olor a mediterráneo, con una pizca de terraza y algo de añoranza de mis palabras escritas.


Jezabel Luguera ©

Verano




EL RECOGEDOR DE SUEÑOS DE AQUEL VERANO
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¿No sabéis que existe un duende recogedor de sueños? ¿Que tiene la facultad de meterse en nuestro cerebro? Se lo pasa en grande, el muy cabrito.
Era noche de verano. Con tanto calor, estaban todos desasosegados, faltos de ropa y las ventanas abiertas, por ver si se producía alguna leve corriente, y eso sí, todos muy separados.
Se coló por una ventana. Vio a una pareja de mediana edad y se fijó en cómo la mujer meneaba las manos. No paraba de fregar el suelo con aquella ALJOFIFA. No era para menos, la ABACERÍA tenía que llevarla ella. Su marido aquel día, cuando se puso a CERNER la harina y la COCHURA estaba ya preparada para meter en el horno, se puso ABUHADO y se pegó un susto de muerte; parecía EXANGÜE. Seguía y seguía ATRAFAGÁNDOSE. Ahora cogía un GARABATO y colgaba los chorizos; después le tocaba a las cajas de legumbres por colocar en las estanterías.
–¡Uff…, pobre mujer! ¡Vaya noche está pasando! –Miró a su pareja. Un poco escuchimizado y falto de color sí que estaba…
Dejó el centro del pueblo y se fue hacia las afueras. En el campo, el calor se hace más liviano. En aquellos momentos, un viento ÁBREGO presagiaba lluvia. Se metió en una pequeña casa. Olía a humo. En la habitación, un hombre solo, con un par de muletas junto a la cama, aparecía inquieto y quiso recoger su sueño.
El ZAQUIZAMI de la casa, no sabía cómo, pero olía a humo; puede que se estuviese quemando algo, y él, con su ESPARABÁN incurable, casi no podía hacer nada. Pero  llenó un cubo de agua y, agarrado a la balaustrada, ascendía por los peldaños y nunca llegaba. Subía y subía… ¡No podía REPUCHARSE! Gritaba pidiendo: ¡Socorrooo…! El BURDÉGANO que estaba atado en el establo no paraba de medio rebuznar y relinchar. Alguien lo escuchó. De pronto, por la casa, veía gente subiendo y bajando con calderos; las llamas asomaban y él seguía agarrotado, impotente y DESPERNADO.
¡Pues vaya noche le estaban dando con esos sueños! Se fue en busca de alguno más alegre. ¿No estamos en verano?

                                                           Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ ©
                                                                       Septiembre 2017
  


Verano

RAREZAS
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(Ensayo intrascendente incorporando todas las palabras aportadas en el curso pasado por los componentes del Taller de Escritura al capítulo de “Raro, raro, raro…”)

Hallábame yo despernado y atrafagado, mas no por causa grave, cual pudiera haber sido sufrir por un esparaván o un malicioso icor, sino que de un mero alifafe se trataba, que me había abuhado y sumido en la molicie, y sin motivo justo jipiaba cual zolocho y cual estulto burdégano me daba a la holgazanería.  
En esas estaba, como buscando, en el zaquizamí de mi sesera, abacería donde comprar alguna cochura que poder fletcherizar todo el día si necesario fuera hasta conseguir cerner mi exangüe pereza, repuchar la estival molicie y oldear de nuevo, con renovada alharaca, la amodorrada pasión por la pluma, cuando, cual venturosa serendipia, abriéndose paso bajo el gálibo de mi discernimiento, blandiendo el confalón de la recuperada cordura, volviéronme las inspiradoras imágenes de vestales aderezadas con hermosos baduleques y delicados dedines, que tuvieron en mí el efecto de oportuna bolina y, cual osado pez que abandona la manjúa, descolgueme del garabato que me atenazaba, perezoso y como indigente ataviado con mugriento alabanzado, y me vi, de nuevo, empujado mar adentro por el ábrego, en ansiada búsqueda de ignotos horizontes, trefilando sueños e imposibles quimeras, anhelando un quiñón de sinrazones, prosopopeyas escondidas entre renglones improvisados, de nuevo barbián entre solícitas huríes, zaboyando ideas imposibles, misofónico hacia cualquier pendencia o estasiología, amante de sonoros parónimos y, por fin, desperezado para pasar, incólume e inmisericorde, mi aljofifa gramatical en un nuevo curso del taller de escritura.
¡Se ha acabado el verano!


José-Pedro Cladera ©

Verano

RECUERDO AQUEL VERANO...

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Recuerdo aquel verano
tan lleno de alegría,
las fiestas y la playa,
las olas en la orilla.

Estábamos despiertos
soñando así la vida,
llenando nuestras almas
de pura poesía.

Habíamos dejado
la escuela y la familia,
por unas vacaciones
serenas y tranquilas.

De pronto aparecieron
amigos con amigas,
logrando todos juntos
formar una pandilla.

Salíamos al campo,
también de romerías,
y luego, por las noches,
verbenas infinitas.

La música sonaba
dejando melodías,
y el baile intercambiado
sacaba las sonrisas.

Bendigo aquella etapa
con esas compañías,
que guardo en el recuerdo
cual soplo de la brisa.

Hoy son otros veranos
objeto de mi vista,
con algo de nostalgia
y versos que no riman.

"...Por eso aquellos años
no quiero se repitan,
fue fruto de un momento
que guardo en la mochila..."


Rafael Sánchez Ortega ©

Verano




VERANO VERANITO!

De todos es sabido que no hubo verano. ¿O es que no lo escucharon a nativos y visitantes? ¡Este año el verano pasa de largo! ¡Luego el necio del presidente Trump dice que no hay cambio climático! ¡Esto es la ruina! Pero ha habido más gente que nunca; los poquitos días de sol fueron más luminosos; la mar, más caliente.
Siempre decimos: ¡qué rápido pasa! ¡Pero cuántas cosas caben en él!
Yo vivo en Comillas, por lo que he disfrutado de buenas exposiciones y espléndidos conciertos. Incluso, alguna vez, la saturación me ha complicado la elección. Con el gran jefe a la cabeza: ARA MALIKIAN. Mucha gente se acercó y fue bien "oldeada", disfrutó.
Un hermoso recuerdo de este verano ha sido recuperar a una querida amiga de la infancia y adolescencia, vista a menudo, pero que este año las circunstancias, siempre amables, nos acercó. ¡Gracias a la vida!, esa caprichosa que enredó en los corazones bondadosos de dos amigas, que asustó e intrigó pero que ganó, y laten con más fuerza que nunca.
Gozosas visitas a las playas de Gerra y Merón, a las diminutas calitas de su frontera; días enteros bajo el sol y junto a la amistad, compartiendo deliciosos bocadillos y baños eternos. Donde un día casi somos atropelladas por el único vehículo que circula por la playa, ¡que ya es difícil que eso ocurra a la orilla del mar! Los pies en el agua tibia de un pocito casi nos cuesta un disgusto, ¡pero la risa aún resuena en los oídos y en las costillas, jajajajajajaja!
Otro lujo de este verano fue recorrer el sur de Francia, vivir en territorio cátaro durante una semana. El mundo medieval. Eso sin descuidar las formalidades y recibir un apretón de manos del presidente de la République de la France, de visita oficial en Toulouse (y soplo de aire fresco cuando fue elegido. A partir de ahora, el pueblo y el tiempo serán sus jueces. La "estasiología" lo contará en su día). 
Después de visitar la magnífica basílica románica de San Sernin (nuestro San Saturnino), mártir al morir arrastrado por un toro tras condenar a los herejes, pateamos las calles de la vieja Tolosa (actual Toulouse), encantadora al anochecer por los bellos alrededores del Puente Viejo. 
El camino a Carcassonne nos distrajo visitando el curioso pueblo de Revel, con sus originales artesonados multicolor en los soportales. La llegada al anochecer a Carcassonne, ya cansadas, no la olvidaré nunca. Atravesamos el viejo puente de la parte baja y, al levantar la vista, nos reciben las hermosísimas murallas. A mí, amante del medievo, se me erizó la piel. En la magnífica entrada al recinto amurallado, nos recibieron multitud de "confalones" de la época. Dentro estaba la ciudad de mis sueños, con sus castillos, callejuelas, fuentes, casas... También los turistas invadimos su paz, traemos recuerdos, bellos collares "trefilados" con gusto y hermosos materiales. Nos contaron que sus habitantes, beligerantes a lo largo de toda su historia, se "repucharon" contra Francia, entablando duras batallas en las que supieron aplicar el ingenio. Un par de días me supieron a poco, pero la ciudad de Albi y su magnífico entorno nos esperaban... No sin antes, camino de  Mazamet, salirnos de la autopista y perdernos (de perderse) por la Montaña Negra, cuajada de oro y arsénico, quedarnos con la reserva de gasolina... y pasar un mal ratillo, hasta que un bello francés residente en la montaña nos indicó el buen camino, ¡bendito sea!
Tras un descanso y callejeo en el sorprendente pueblo de Castres, arribamos al conocido, antiguo y muy culto pueblo de Albi, cuna de Toulouse-Lautrec, de cuyo hermoso museo disfrutamos mucho, ubicado en el palacio episcopal de la Berbie. Su fabulosa catedral de Santa Cecilia, por fuera fortaleza y exquisito palacio por dentro...
Escapadas de un día al impresionante Cordes du Ciel (donde seguramente la influencia aragonesa les enseñó a "zaboyar" tan bien), a mi escapada favorita de Najac –en ambos compartimos historia con sus antiguos habitantes–. Otra escapada a Villefranche-de-Rouergue, siguiendo la ruta de los señores de Rouergue... Tantos castillos...
Una de las mejores cosas de Francia, su delicioso pan, seguramente muy bien "cernido"... 
Aunque se haya compartido espacio durante tantos días, de momento, no conocemos la "misofonía". Dad tieeempo...

El verano toca a su fin y aquí estamos de nuevo. Releo y noto que este relato no es una historia, sino pequeños recuerdos de un verano. Nuestro jefe, Pedro, nos ha puesto algunos deberes y, como somos tan aplicados, ¡hemos cumplido la misión! Fácil no ha sido...
Deseando saber de vuestra vida... ¡hasta la próxima historia!

REMEDIOS LLANO PINNA©
OCTUBRE 2017
COMILLAS