miércoles, 31 de marzo de 2021

LA SEDUCCIÓN

 


 

Cuando te vi, te noté absorto y con los ojos inundados de brillo, a rebosar de deseo. Ya desde aquel momento supe que algún día me poseerías.

Nací como casi todas nosotras, todavía sin terminar, de estar hecha y derecha del todo. Mi autoestima era bajísima y paso a paso me fui aceptando a mí misma. Poco a poco se fueron perfilando mis contornos y ganando curvatura y turgencia.

Puede que todo esto empezase cuando al fin me dieron un nombre propio, éste, exótico y sugerente a más no poder. Después me vistieron con las mejores galas –no era cuestión de ir todo el día desnuda; era mucho más seductor insinuarse y dejar que fuesen ellos quienes disfrutasen del excitante acto de desnudarme totalmente.

La primera vez no fue doloroso, pero tampoco placentero. He
de decir que más bien me sentí juzgada, violada y maltratada. Me decían: colócate así; ahora, boca abajo; date la vuelta, por favor. Me impregnaron de todo tipo de aceites y líquidos, porque decían que así estaría más guapa. Me manosearon desde negros, asiáticas, nórdicas y hasta judíos. Me volvían a colocar en otro ángulo, todo ello bajo un calor sofocante. Cuando por fin consiguieron sus propósitos, tras unas jornadas agotadoras, no volví a saber más de ellos hasta pasados tres meses. Entonces acordaron que aquel sería el gran momento, el momento de presentarme en sociedad: querían que me conociese mucha más gente. Yo más bien entendía que me iban a explotar. ¿Y qué ganaba yo de todo esto?, pensaba. Pues todavía no lo tengo claro. Al principio me presentaron a gente famosa e influyente que, cuando estaban los otros delante, eran todo alabanzas y buenas palabras hacia mí. Pero cuando me quedaba sola con ellos (con los hipócritas influyentes), salvo honrosas excepciones, realmente la mayoría me abandonaban y me dejaban tirada como una colilla.

Con el tiempo se fue ampliando el círculo de amistades y hacían todo lo posible para que me conociese más y más gente. Algunos de aquellos señores importantes se jactaban de que me habían disfrutado y eso hacía que la muchedumbre me desease aún más. Y ahí es donde vuelves a entrar tú, con tus ojos vidriosos y ese gesto incontenido. Sé que tuviste relaciones con alguna de mis hermanas mayores. Yo era la pequeña, y la anterior me sacaba quince años. Fue de ella de quien te enamoraste, y eso te hacía desearme aún mas, querías volver a sentir su piel, sus abrazos y sus curvas, pero con alguien más joven; sangre fresca que a su vez te rejuvenecería a ti también. Sabía que por las noches me buscabas, excitado, en las redes, y cuando me encontrabas, tu lascivia aumentaba y se te aceleraba el corazón.

Al final, lo conseguiste, ahí me tenías, ahora sola para ti: vestida y perfumada. Podías hacer conmigo lo que quisieras, era tuya, era tu esclava. Me quitaste la ropa. Al principio, excitado y con torpeza, pero pausadamente te fuiste deshaciendo en mil amores: tocándome con delicadeza y oliéndome con suavidad –te encantaba como olía, decías–. Esa primera noche dormimos juntos y, al amanecer, lo primero que hiciste fue acariciarme y regalarme unos halagos preciosos. Pero, de repente, me agarraste con furia, me ataste y empezaste a pisarme y patearme. Al principio, no tenía claro qué es lo que estaba pasando y el porqué. ¿Por qué?, me decía a mí misma. Con el tiempo, me acostumbré a tu rudeza y malos tratos, y hasta me gustaba, porque hacíamos un buen equipo y me decías todavía palabra bonitas y halagabas el ritmo que te proporcionaba mientras jadeabas encima. Luego aquellos malos tratos empezaron a repercutir en mis facultades y, en vez de ayudarme y curar mis heridas, te enfadabas y me insultabas constantemente.

Llegó un punto en que yo estaba muy cansada, entre nosotros ya no había ningún tipo de atracción. Una noche te descubrí con ese gesto de deseo que bien conocía de antaño y esos ojos chisporroteantes haciendo clic en la pantalla del ordenador; estabas cachondísimo mirando a una de mis primas. Eres un cerdo y un insatisfecho –pensé–; pero me resigné, convencida de que había llegado mi momento.

Al día siguiente, llamaron a la puerta y apareció ella, vestida para matar. La verdad es que no tenía mala pinta, la muy guarra. Me abandonaste en un cuarto oscuro lleno de objetos inservibles y hasta la fecha no he tenido más noticias de nadie. Por cierto, me llamo Nike Air Zoom y mi prima es ASICS Nimbus. Y ahora lo entiendo todo, estamos preparadas para durar un millón de pisotones.

 

Óscar Nuño©

No hay comentarios: