viernes, 29 de enero de 2010

ALMA EN PENA

El día 13 viajé al pueblo, al funeral de Jesusa. El último beso nos dimos en Julio, el día de Santa Marina.

Enfermó de cáncer, para mí, en parte, fue por todas las horas que pasó en el pórtico esperando a que su hija "Maritxu" terminara las tareas a favor del pueblo y porque quiso sufrir con su hija los indignos y envidiosos comentarios que algunos le prodigaban.

Después de las honras fúnebres, me regresé, ya que me topé con Begoña, una amiga del Colegio.

Según subía la empinada cuesta del cementerio me percaté de la semioscuridad. Jadeante, llegué hasta la cancela: ¡Cerrada! Giré la cabeza hacia la izquierda, vi la lápida de mi padre, luego hacia la izquierda, allí se hallaba la tumba de mi madre. Todos dormían, sólo se veía tierra removida frente a las flores de mi madre. Dos brazos esqueléticos se extendieron hacia mi, luego vi una cara huesuda con los ojos hueros y bizcos. ¿Dónde estaba el sepulturero? Luego oí un cric-crac de huesos y la tierra lo cubrió todo.

Empezó a lloviznar y con mi paraguas abierto disimulé mi bajada del cementerio.
En la plaza pude abrazar a Maritxu y al Miguel Ángel. No les pregunté por el ataúd de Jesusa. No veía a mi hermana, así que conduje hasta casa.

-¿No te ha extrañado que hayan incinerado a Jesusa?, -me preguntó Marina.

-¡Claro!, no te había comentado nada por teléfono, -dijo ella.

-Quizá, Isabel no sepas tampoco que enterraron a Matías frente a vuestra madre.

-¿Matías muerto?, -y me quedé petrificada, no se me movían ni las pestañas. La impresión me enajenó. La visión del cementerio, ¡claro, era bizco!

La muerte a tus cuarenta años, -continuaba mi cuñada- fue como consecuencia del mal que te carcomió las entrañas, estabas metido en el fango.

Pensé en el relato que lo había postergado una y otra vez. Ahora era la hora de escribirlo, ¡sí!.

Fui reaccionando. Lo del cementerio ¿había sido una visión debido al cansancio y al aturdimiento? ¿O era tu alma en pena que me pedía que te perdonara?

Contaré el relato sin odio, y al final, no volveré a amargarme por este capítulo de mi vida y al finalizarlo quedará tachado.

Tu último año en el Centro fue una cruz para todos, pero sobre todo para mí. Te portabas como un loco.

.Quemabas el pelo a las que se sentaban delante de ti.

.Arrojabas mochilas, (siempre ajenas), sillas, mesas... por la ventana.

.Tu arma letal eran las tijeras. Cortaste parte de la melena de una compañera. Las arrojaste directamente a la profesora de Inglés. Ella tuvo el reflejo suficiente de cerrar la puerta. ¡De buena te salvaste!

Alguien defecó en el cajón de la mesa de la clase de Inglés. Indagué pero obtuve el silencio por respuesta, ¡tanto te temían!...

Llegó el fatídico viernes. Eran las tres de la tarde, Marisa, la profesora de Inglés, reclamó mi presencia como directora ya que tú te negabas a entrar en clase.

-Matías, ya ha sonado el timbre. Debes entrar en clase, -dije.

-Déjame en paz, ¡puta más que puta!, -me expectaste.

Mi mente envió la orden y toda la fuerza y energía se concentró en mi brazo derecho. Cogió impulso y te propinó un tortazo que tu cara dio un giro de 180 grados y la huella de los dedos primero fue roja y luego empezó a hincharse. Hiciste ademán de pegarme, pero refrenaste tu ira. ¡Salvado de nuevo! Tus secuaces fueron tomando distintas direcciones, mientras tú te dirigiste a tu aula con la cabeza entre las piernas.

¿Cuántas veces había intentado ayudarte?

.Que acudieras sólo a las clases de Matemáticas y Lengua Castellana.

.Que en Naturaleza hicieras un trabajo.

.Que hicieras algún trabajito de carpintería, para los parvulitos, -¡arréglales los columpios!...

.Hasta con mi hija en brazos acudí donde tu madre, ya que ella no aparecía por el Centro.

A las seis de la tarde me llamó tu madre, me amenazó con denunciarme en la Inspección de Enseñanza. Lo que no sabíais era que tus "hazañas" eran conocidas por la Inspectora, por los padres y madres de la Asociación, incluso por el Alcalde de pueblo. Un padre de la Asociación de Alumnos te ofreció trabajo en su invernadero, ¿cuánto duraste?.

Por fin regresó tu padre de EEUU. Había trabajado como un linier en un Jai-Alai, y antes de que llegara a casa, los vecinos le pintaron el escenario con que te ibas a topar:

Dos besos de la mujer en el hall, vestíbulo. El hijo mayor enfermo en la cama. Matías cenando como un gorila, en la cocina. Un frío invernal en la salita por la falta de cristales porque tú según se reemplazaban las atacabas con tu tirachinas.

Al día siguiente se presentó en el Centro; tú le seguías como si el castigo no fuera contigo.

Le presenté el dossier con tus vilezas del último curso. La ley te permitía cursar dos años mas con el objetivo de sacar el Certificado de Estudios. Pero la ley especificaba que el alumno debería mostrar interés por los estudios y manifestar un comportamiento satisfactorio.

-¿Por qué no me habéis informado de todo esto?

-Lo intenté, pero tu mujer me ofendió con su comentario, "¿es que quieres ligar con mi marido?

-Lo siento mucho, -me dijo. Ya no te volverán a ofender, ni a ti, ni al Centro. Me estrechó la mano y os marchasteis.

Matías, con el tiempo he aprendido que nadie es malo al cien por cien. Tuviste dos hijas a las que sacabas en sus cochecitos, sillitas... Después las cogías de las manos y las llevabas a los columpios y ahora son la alegría de sus abuelos, ¡tus padres!

Isabel Bascarán ©
San Vicente de la Barquera
14 de Enero 2010

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Isabel..

un relato conmovedor, muy bien llevado, y que es grato a la vista del lector, a pesar de los pesares.
abrazos
V:

Anónimo dijo...

En la vida hay de todo. Tus experiencias me revuelven por dentro, me estrujan el alma, pero veo que al final todos somos recuperables a poco que nos empeñemos, él te tuvo a tí entre otros.Lines

Flor dijo...

Isabel sabes que me encanta como escribes,pero esta semana me has desgarrado por dentro con tu relato,quiero seguir aprendiendo contigo,pero sin tanta tristeza,besitos