sábado, 18 de mayo de 2013

UN BAÚL ABANDONADO





               Estuve en  Calella   hace poco tiempo. Calella es un pueblo de  Cataluña, donde lo mejor que encontré en él, fue el tren de alta velocidad  que cada media hora recorre en ambos sentidos la región del Maresme, y te permite plantarte en cualquier pueblo costero de la provincia de Barcelona, en menos que canta un gallo.

               Tiene también otras buenas cosas, como por ejemplo, una playa amplia y hermosa  en la que deben bañarse  muchachas preciosas   cuando llega el verano, pero a mí no me tocó admirar el colorido de sus bikinis, porque yo estuve en invierno, y en esa época la playa estaba triste, sin  bikinis de colores, y lo que aún es peor, sin muchachas preciosas.

               Por eso  me fui tres o cuatro veces a Barcelona, porque en el tren de marras se llega en un santiamén, porque en Barcelona hay muchas cosas interesantes que ver, y porque  si te sientas en un banco de las Ramblas, ves paseando a motones de muchachas preciosas, aunque por aquí no suelen ir en bikini. También pasean mozas que no son guapas, y hasta las hay como con defectos de fabricación en el cuerpo, y a estas, no sé porqué, todo el mundo las mira menos. 

               Después de visitar La Sagrada Familia,  el Parque de Güell, el mercado de la Boquería, una estatua de un Colón que le pusieron altísimo,  y extendiendo un brazo hacia Italia como diciendo que no habla catalán porque viene de allí, y todavía no ha tenido tiempo de aprender la lengua,  y después de visitar tres o cuatro “casuchas” que dicen que hizo un tal Gaudí,  me perdí primero por el Barrio Gótico, y más tarde por otro conocido con  el apelativo de Pedralbes.

               Y fue aquí, en el conocido como Peldralbes, cuando le vi allí, sólo,  en la calle, y arrimado a los muros de una finca impresionante. Era un baúl hermoso de tapa abombada forrada de cuero, y esquinas de cobre  con forma triangular perfectamente remachadas.  Me llamó la atención su soledad, pero de inmediato pensé que sería momentánea en tanto salían los señores de la casa, y sin darle más importancia seguí caminando.

               Pero al cuarto de hora   regresé por el mismo sitio, y  el baúl continuaba en la más completa soledad, y así, de repente, como inspirado  por una divinidad,  me imaginé la historia del arcón de mis  intrigas: ¡Este  baúl  es de Iñaki Urdangarín! Enseguida empecé a atar cabos ateniéndome a lo que los periodistas  nos cuentan todos los días de este “pobre hombre”  vilipendiado  e imputado en varios casos de corrupción solo por el mero hecho de haberse equivocado, y desviar sin querer unos cuantos millones de euros a unas pobres cuentas corrientes que él tiene por ahí. Y a esto le llaman el caso “Noos”, cuando en realidad debía ser el caso “Voos”, porque el problema es de ellos y no de nosotros.

               Pienso yo que a este hombre le cogió algún juez cuesta abajo, porque el pobre Urdangarín que se había ido como muy silencioso a hacer “las Américas” a Estados Unidos, le han hecho volver para que declare  como hizo “las Españas” antes de largarse de aquí.

               Pero esto es algo que según él, no tiene que declarar, pues yo le escuché decir en televisión que volvía a defender su inocencia y su honorabilidad. Y si el individuo es inocente y honorable,  está claro que no pudo llevarse lo que no es de él

               Pero no deja de mosquearme un poco lo de que ahora quiere irse a trabajar a Qatar. No sé si irá  a extraer petróleo, o es que como Qatar está dentro del mismísimo Golfo Pérsico, a lo mejor pensó él que dentro de un Golfo tan grande,  un Golfillo más chico pasaba desapercibido… 

               Y también supuse yo  que el baúl lo abandonó para echar a correr, porque  de la que iba camino para Qatar se enteró de que el juez de turno salió tras él para decirle que “antes de entrar” en otro negocio,  “saliera” del anterior  devolviendo lo que siempre según algunos periodistas, parece ser que se había llevado…

               Pero mira tú lo que son las cosas: Nada de esto que imaginé, fue cierto. Yo lo pensé así, porque estaba en el barrio de Pedralbes, y me dejé influenciar por la mala leche que tienen algunos de esos hombres que escriben en los periódicos  haciéndonos dudar de la honorabilidad de los hombres honorables. Pues yo para asegurarme, me acerqué al baúl, y le abrí. Allí no había dinero negro ni dinero blanco. Ni libros de cuentas,  ni facturas falsas, ni cartas de amigos del Partido Popular, ni de amigos del  “Pesoe”.  Ni siquiera había un turbante y una chilaba para vestirse de Jeque cuando llegara a Qatar.

               Nada más que abrir el baúl  empezó a salir todo un pentagrama de notas musicales que se fueron elevando en el espacio con una melodía tan entrañable, tan de mi tiempo, que enseguida caí  en la cuenta: La que perdió  el baúl, fue Karina. Era su “Baúl de los Recuerdos”

                                             Jesús González Gonzáles ©

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