jueves, 10 de octubre de 2013

SILENCIO



  El sacerdote espiritual tenía fama de moldear almas.

  Entró el frufrú de su sotana.  El grupo de catecúmenas le esperaba de rodillas,  en recogimiento.
 Tras exhortar a que se sentaran, las recibió con un beneplácito ademán.  

 Comenzó la sesión con la lectura del texto evangélico en que Jesús se aleja de sus amigos y comienza un total ayuno.

“Si vuestra palabra no es más hermosa que el silencio, entonces, no digáis nada”.

 Encomió a las expectantes alumnas a elegir –como lo había hecho el Maestro- un sacrificio para fortalecer el alma y acrecentar la fe.

Hincadas las rodillas en el reclinatorio, durante diez minutos, cada aspirante a la vida ascética se comprometió a supeditar al cuerpo a una ofrenda, durante los cinco días de recogimiento sepulcral

  Entendieron que el silencio se hacía presente tanto en la capilla como fuera de ella.  Así, silenciaron sus zapatos, el frufrú de sus uniformes, las ondulaciones de sus cuerpos.

Recogidas en las celdas desnudas de las religiosas, cada aspirante se esforzó a crear, asimismo, un silencio espiritual.  Oraron, es decir, visualizaron a Jesús y se adhirieron a su imagen. Pero la misma iba y venía: eran novatas.  La que se insertó el silicio fue manteniendo el rostro del Penitente casi prendido de las pupilas.  Las gotas de sangre eran la esencia, el elixir hacia la pureza.

Bastantes principiantes optaron por el ayuno.  Los estómagos con sus jugos gástricos les producían  retortijones, mas las sanas  anoréxicas emulaban a Jesús y el hambre: SU HAMBRE las confortaba.  (Al anochecer las idas y venida de la enfermería fueron constantes)  Alguna cojeaba con las cuentas del rosario incrustadas en las rodillas mas los ayes eran reprimidos con ardor.

  El segundo día, el sacerdote siguió refiriéndoles  las tentaciones con las que El Señor fue atribulado.   Les aseguró que también ellas serían extorsionadas pero que la lid contra Satán sería, al final, jubilosa.

 El tercer día, el guía espiritual suspendió su arenga sobre las tentaciones a las que era sometido Jesús.  Los rostros de las dolorosas  refulgían ardientes, sus labios aparecían hinchados y heridos,  las rodillas se cubrían con apósitos… (La hermana enfermera llegó a dopar para despojarle del silicio y obligado a tomar antibióticos a la cuasi mártir y. las anoréxicas voluntarias fueron forzadas a llevar una dieta blanda)

  Si  vuestra palabra no es más hermosa que el silencio, entonces, no digáis nada.

  El último día entre todas confeccionaron un mural:  SERENIDAD, ALEGRÍA, AMOR, PROTECCIÓN, ALIVIO, DULZURA, TERNURA, FILANTROPÍA, ESPIRITUALIDAD…

    Se veía claramente que aquella solicitud  y aquellos sacrificios  habían sido ampliamente compensados por la luz reconfortante del alma.

   Del grupo, surgieron voluntarias que acudirían a las reuniones de adolescentes golpeadas por la vida, siempre  bajo la enseñanza de:

  “Si tu palabra no es más hermosa que el silencio, entonces, no digas nada”.


             San Vicente de  la Barquera, a 5 de octubre de 2013
                                         
                         Isabel Bascaran ©

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