sábado, 25 de octubre de 2014

ME LLAMÓ MARÍA




               Lines me dejó un poco mosca cuando nos encontramos la otra tarde frente al Carma, y hablamos de reiniciar el Taller de Escritura. Me preguntó quién le dirigiría, cuando  yo suponía, y creo que ella debería de suponer, que sería Rafael, como lo ha venido haciendo desde su fundación. 

               Ayer, en el reinicio del Club de Lectura, pregunté por lo de Taller, y fue el propio Rafael, quien preguntó si había quien se encargara de ello. La mosca se transformó en moscardón, casi me  quedé sin palabras. Pensé que, por las razones que sean, Rafael no quiere continuar en esa labor. A mi manera de ver estas cosas, si él no lo hace, el Taller de Escritura llegó a su fin, lo que no deja de ser una jodienda para los que nos gusta escribir, y la pérdida de una actividad cultural para el pueblo.

                Volví para mi casa con una molestia en el estómago, y me sentí   como me sentía cuando era  muchacho, y al echar una carrera en bicicleta para competir con un amigo, descubría que tenía las ruedas pinchadas… Hombre, yo sabía que todo era cuestión de desmontar la cubierta, sacar el neumático,  ponerle un parche, y reiniciar la carrera.  Pero esto no es igual, porque si falta Rafael, es como si faltara la bicicleta. Y sin bicicleta, por muchos parches que eches a las ruedas, no puedes correr, y mucho menos competir.

               Tampoco es cosa de comprometerle, si él no lo quiere hacer, porque las cosas forzadas creo que nunca acaban bien. Lo bueno sería convencerle amigablemente, que se diera cuenta de que le necesitamos, y deseamos que se despierte en su interior aquella gana que le empujó en un principio.

               Mira, hoy me llamó María desde la biblioteca de Sarón.  Me dijo que simplemente me llamaba para contarme algo que me iba a gustar. Resulta que allí, la gente de su Club de Lectura va cada equis días a la Residencia de Ancianos a leerles unos relatos para entretenerlos un rato. Me dijo que este último día, no tenía nada preparado para que leyeran, y se le ocurrió darles cuatro o cinco relatos de los  que yo había publicado en “Susurros Barquereños”.  “Fue todo un éxito, Jesús”, me dijo. “Es la única vez que no se durmió ninguno  mientras escuchaban,  y encima pidieron más relatos de esos para el próximo día. Así que te pido tu consentimiento para seguir haciéndolo”.

               Si no hubiera existido el Taller de Escritura, tampoco existiría “Susurros Barquereños”, y hasta es posible que tanto  yo, como mis compañeros, nunca hubiéramos escrito tanto, y lo poco que hubiéramos hecho, seguro que con menos calidad. Te lo debemos a ti, Rafa. Así que ahí queda eso; aunque ya eres grande para saber hacer lo que tú quieras…

               Jesús González ©

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