Hoy he tragado más licor
del
que me pertenecía…
Y,
ahora, noto la vida entera
a
mis espaldas,
y
arrastro mi camino
con
las manos a rebosar
de
arrepentimientos,
de
porqués
y
algunos desencantos…
Me
pesan los que ya partieron,
y
el amor no coincidente
que
desgarró mi corazón
en
mortales alaridos…
Y
cargo también con los errores,
incluso,
los
que ignoro,
o
los que ni siquiera cometí…
Mis
lágrimas añaden arrepentimiento
y,
en su gotear,
embarran
aún más este camino,
y
más me hunden,
y
más me atormentan,
y
más me escalofrían,
y
más me sumen en el laberinto delirante
del
desencanto en presente…
Yo
deliro…,
tú
deliras…,
él
delira…
En
el infinitivo del verbo…, “AMOR”…
Y
me hace prometer
que
dejaré esta bebida,
que
vale la “pena” ser abstemio…
Lo
positivo perece agónico,
y
nada merece la alegría…
¡Nada!
Y
sin ese contrapeso
me
agacho aún más
en
el camino,
y,
también, con él a cuestas…
El
resultado de una cefalea insoportable
en
un desvarío de sumandos…
Y
se suma mi dedo anular
congestionado
y ardiente
que
parece lastrar, aún más,
este
día aciago…
Sí.
Ese.
El
dedo del anillo
de
compromiso…
“La
vida es un licor
que
todos hemos de beber,
en
su justa medida,
y
nadie logra ser abstemio…
A
no ser que muera.”
Ángeles
Sánchez Gandarillas ©
24-XI-2014
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