sábado, 7 de mayo de 2016

OLVIDO




EL OLVIDO   
La última clase era de Matemáticas, y la “Seño” como la llamaban sus alumnos les puso de tarea nuevos problemas.

-¿Los habéis entendido? –dijo.

-¡Si seño! –contestaron todos.

-Para mañana los quiero ver todos hechos.

Salieron en tropel, como siempre. Juan no necesitaba coger el autobús, un paseo y estaba en casa. Cuando llegó, su madre le preguntó si tenía muchos deberes.

-Estudiar una lección de Lengua y hacer unos problemas.

-Bueno, aquí te dejo la merienda.

¿Puedo salir un rato a jugar a la calle?

-¡Primero los deberes!

-¡Valeee…!

Merendó viendo sus dibujos preferidos por TV. (Si quiero salir un rato no tengo más remedio que hacerlos rapidito) –pensó. Se fue a su habitación. Abrió el libro y se puso a estudiar reglas ortográficas… “Eso se le daba bien”. Le llegó el turno a los problemas. Había dicho como todos que los comprendía, pero cuando comenzó a leer ¿Qué era aquello? ¡Gallinas y huevos por todas partes! ¿Y si se morían tantas gallinas? ¿Y los huevos que ponían a la semana? ¿Y las gallinas nuevas que habían comprado? Etc…
Le entraron sudores. Mejor sería salir un rato a despejarse y luego ya vería.

-¡Mamá, salgo un rato!

-¿Ya hiciste la tarea?

-¡Sí, no te preocupes!

-Un rato, hasta que oscurezca –dijo.

Cogió su balón de colores y se acercó a casa de su amigo Oscar que vivía  cerca.
Le abrió la puerta su padre.

-¿Puede salir Oscar a jugar un rato conmigo?

-¡Está haciendo los deberes! –respondió.

Se fue solo hasta la plaza del pueblo. Allí había niños más mayores que él, así que se marchó con su balón por la vereda del río dándole pataditas. Se sentó en la hierba. El caudal había subido el nivel con las últimas lluvias. Salió un poco de viento. Un periódico se estampó contra un arbusto y se quedó contemplándolo. Se fue hacia él, lo cogió y se le ocurrió hacer barquitos con sus hojas. Así se entretuvo un rato y los echó al río. ¡Daba gusto verlos navegar, iban raudos por la corriente!

De pronto vio su balón rodar por la ladera sin poder hacer nada, el viento lo empujaba y solo veía un sinfín de colores irremisiblemente hacia el agua.

-¡Nooo, mi balón!

Sin pensarlo dos veces corrió por la orilla a ver si quedaba varado en algún recodo. ¡Sí! Había quedado trabado junto a una rama gorda. Se descalzó dispuesto a recogerlo, se arremangó los pantalones y se metió en el río.

-¡Casi, casi lo tengo, un poco más…!

Y en ese momento cumbre, resbaló cayendo y mojándose entero. Con el chapuzón el balón salió rebotado hacia la corriente y en pocos segundos dejó de verlo. Se presentó de esa guisa en casa, con el consiguiente susto de su madre cuando le explicó el porqué.
¡Dios mío, si supieras que precisamente hoy escuché por TV, que un niño se ahogó por querer coger su balón de un río y que casi se ahoga su hermano también al querer rescatarlo!

-¿Siií…? –Dijo Juan asustadísimo.

Con la congoja en el cuerpo no se volvió a acordar de los dichosos problemas hasta que apareció su padre en casa que venía de trabajar.

-¡Papá, papá. ¿Me puedes ayudar a entender unos problemas que tengo que llevar hechos para mañana?

-¿Qué es lo que no entiendes?

-¡Es que hay gallinas y huevos por todas partes!

¡Bueno, pues tendremos que poner orden en el gallinero!

A Juan se le iluminó la cara y hasta se le olvidó haber perdido su balón de colores. Ahora ya sabía lo peligroso que puede ser en algunos casos ir detrás de él.

Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ
Abril 2016


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