domingo, 10 de mayo de 2009

IMPRESIONISMO (EL ESTANQUE DE LOS NENÚFARES)


Me seduce la magia del Impresionismo, esa pincelada de color en el sitio exacto que de cerca no te dice nada y de lejos lo ves todo. Me fascinan sobremanera algunos pintores y algunas obras concretas. Ver el Museo del Impresionismo en París sería un deleite para mis sentidos.

Paul Gauguín con sus cuadros tahitianos de costumbres indígenas y fuerte colorido, Pisarro plasmando la vida corriente y con la mancha conformando el dibujo, Paul Cezanne tan expresivo con sus pinceladas geométricas llenas de color intenso, Edgar Degás con su mundo de la ópera y sus bailarinas de ballet tan etéreas, Auguste Renoir pintaba al aire libre como Monet pero su pintura era más suave y delicada, sobre todo cuando pintaba el mundo de la mujer. De Manet me gustan todos y también otros pintores como Tolouse, Lautrec, Van Gogh, Fortuny... ¡Y pensar que el impresionismo fue una pintura tan denostada e incomprendida en su época!

Muchos cuadros son una explosión de color y movimiento, captando el instante de los fenómenos atmosféricos, lluvia, viento, nieve, hielo. La luz en cada momento del día contribuye a cambiar completamente el cuadro. El blanco es el color más difícil de pinta, los tiene todos. Lo puede comprobar cuando estuve en el Museo Sorolla de Madrid, su casa es una locura.

Siempre recordaré la tarde en que me acerqué a ver una exposición sobre Monet en el Museo Español de Arte Contemporáneo. Los barcos de Argenteuil, la Estación de San Lázaro, los ciruelos en flor, el tren en la nieve, las rocas con marea baja y otros que ahora no recuerdo.

De pronto, en una pared estaban tres cuadros grandes, Las Nifeas de la serie Paisajes de agua. Era uno pero pintado en tres momentos del día. Me empezó a temblar todo el cuerpo de la impresión que recibí al contemplarlos. El primero al amanecer, denso, profundo, con verdes terrosos. El segundo a pleno día, un estallido de color y movimiento; jugosos verdes claros con toques rosas y rojizos de los nenúfares y un toque malva en vertical dándole transparencia. El tercero ya al atardecer en el agua, se reflejaba más el follaje de la ribera y, otra vez la profundidad del agua, me dejaba perpleja.

La luz lo cambia todo, uno en tres, ¡Nunca lo olvidaré!

María Eulalia Delgado González ©
27-30 Abril 2009

3 comentarios:

Anonymous dijo...

María.

Sorprendente¡¡ me ha encantado tu trabajo.

Felicitaciones.

V:

Nieves dijo...

Me encantan tus relatos infantiles y que bonita manera de contarlos.

Tu si que eres impresionante!

Pero donde estaba escondido tanto talento?

Gracias al Taller de Escritura por hacernos partícipes de vuestros escritos.

Un saludo.
N.Reigadas

flor dijo...

Lali nos hiciste comtemplar un maraviloso museo sin estar en el,enhorabuena por tu brillante exposición,un besito.