martes, 9 de junio de 2009

ANOCHE, MIENTRAS DORMÍA...



"Anoche mientras dormía soñé..."

Me acosté a las doce. Aguardé a que el reloj de la iglesia repitiera sus doce campanadas.

Visualicé el aula. Nos encontrábamos sentados en dos filas, frente a frente, rodeados de ordenadores dormidos y, aunque los fluorescentes nos iluminaban, la clase me agobiaba pues no tenía ventanas. Mis compañeros pronto se sumieron en sus escritos. Intenté trabajar, pero no veía mi bolígrafo.

María entregó su relato sonriendo y sin hacer ruido, como siempre, se marchó.

Intentaré escribir como ella, pensé, con palabras precisas, frágiles; con frases cargadas de misterio... Pero nada, me encontraba vacía.

La campana sonó, las doce y media. Me acomodé en la silla, pero la inspiración no llegaba. Ana se levantó. ¿Qué suspense habría introducido esta vez?, trataré de imitarla en su estilo, elegante y delicado.

Laly, con su sonrisa permanente, entregó su obra: ¡Quién pudiera como ella, escribir a pinceladas!

Miré a Jesús, su escrito parecía un testamento. Alzó la mirada, hizo un gesto afirmativo y sus ojos, azul cielo, volvieron al folio. Ahora introduciría la parte hilarante, aquella que nos aligeraba de nuestras tensiones, observé.

El impertinente reloj dio la una. En mi soledad, alguien me ofreció una naranjada. "Gracias", le dije, era la autora de "Los abrazos", ¡Ah!, aquellos emocionantes abrazos, ¿cómo se llamaba?... ¡Sí, Lines! ¿Por qué sólo ella se había fijado en mí? Quizás fuéramos las únicas de carne y hueso. ¡No me hacían el vacío, según ellas, me había reído de sus defectos.

-Yo también os olvidaré, ya que me jubilo, les espeté.

Blanca entregó su dulce poema y de puntillas dejó la clase. Me fijé en el director, Rafa, intercaló su poema maestro en la obra de bolillos de sus alumnos y la sostenía emocionado, la observaba fascinado. Sí había merecido la pena haber dedicado horas y horas a aquel grupo de escritores noveles ¿podría ofrecerles otro año, sin tiempo, para su obra?

El exasperante reloj retumbó de nuevo, las dos. Observé a Flor, hecha un ovillo, centrada en su poema. Un poema entrañable, melancólico, "como los de Bécquer", me dije. Recogió su bolso y se acercó al interruptor. ¡Flor!, ¿qué haces?, por favor, aguarda un momento. Quiero dedicarte este relato para agradecerte tus dulces comentarios. ¡No, no apagues la luz!, por favor, ¡Flor, maravillosa!, perdóname. No quise herirte con mi postura arrogante.

La noche se extendió sobre el aula.

Me encontraba desorientada en el pasillo. La señora de la limpieza me señaló la salida mientras borraba las huellas de mis pisadas.

Todo relucía, todo estaba en orden, por fin mis músculos se distendían...

"Anoche mientras dormía..."

Os extrañaré.

Isabel Bascarán ©
San Vicente de la BArquera, 27/05/09

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