viernes, 21 de enero de 2011

EL ABUELO Y LA CHIMENEA



Regresaba como todas las navidades a pasar sus vacaciones al pueblo, este año un poco más preocupado, pues su abuelo se encontraba enfermo, tenía miedo de encontrarlo mal y no poder realizar el ritual que hacían siempre en torno a la chimenea, y desde pequeño realizaba junto a él, aunque fuera la última vez y no quería perdérselo por nada del mundo. Durante el viaje recordó cómo iban los dos a recoger la leña, como su abuelo la cortaba paciente con el hacha en la vieja cuadra, hoy convertida en leñera, él le ayudaba y colocaba los troncos menos pesados en orden, en una pila, las virutas de madera que quedaban las iba echando a una cesta de mimbre, pues con ellas después encenderían el fuego.

Le parecía ya oler ese aroma de las astillas en la chimenea, hasta que el fuego cogía brasas y se encendía, y casi podía sentir el sonido crujiente de la madera al quemarse.

Después los dos se sentarían al calor de la lumbre, su abuelo en la mecedora y él a sus pies, sintiendo muy cerca ese fuego, tanto que incluso alguna vez, sin darse cuenta, se había chamuscado las zapatillas.

Allí, los dos sentados, habían pasados ratos muy entretenidos, mientras su abuelo le contaba mil historias, él muy atento se embobaba escuchándolo.

Por fin había llegado al pueblo que estaba igual que el año anterior, la nieve lo cubría todo, y lo lejos ya divisaba la casa; paro el coche y la observó, por la vieja chimenea salía humo, y eso le llenó de alegría, contempló durante unos instantes la humareda que de allí salía, y le pareció ver que hacia dibujos en el aire; una ligera brisa lo movía, y lo esparcía hacia las nubes, hasta confundirse con ellas.

Volvió de nuevo al coche y descendió hasta el final del pueblo, donde se encontraba la casa; al llegar llamó al viejo picaporte de hierro, su corazón latía nervioso, deseando ver como estaba su abuelo. Él mismo lo abrió, un poco mas torpe que el año anterior, pero en sus manos portaba la cesta de mimbre y el hacha, sonriendo le dijo:

-¡Te estaba esperando para cortar la leña!

La último lo he echado esta mañana a la lumbre para que cuando llegaras no tendrías frío, pero he estado unos días enfermo y me he quedado sin nada, así que vamos a cortar unos troncos, que esta noche volverá a nevar.

Emocionado se abrazó a su abuelo y quedándose un poco más tranquilo al verlo bien, se dirigieron a la leñera, como todos los años, mientras la chimenea encendida les esperaba para volver otra vez a escuchar las historias del abuelo.


Flor-Martínez Sálces ©
Enero-2011

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