jueves, 17 de marzo de 2011

EL JARDÍN


Cualquier día de estos tenemos nuestra habitual reunión literaria y no tengo escrito nada. No se puede repicar las campanas e ir en la procesión al mismo tiempo. Estuve unos días de vacaciones y aunque tenía acceso a ordenadores, no tenía mucho tiempo ni era momento propicio para ponerme a escribir.

Hoy que ya estoy en casa, e informado por las “avisatrices”, primero Flor diciendo que el tema era “El Jardín” y el día señalado el diez de marzo, y luego Lines diciendo que ya no era el diez, que la fecha quedaba pendiente de un nuevo aviso de Foncho, me siento a ver si entarajilo algo:

El Jardín. Pues eso, rosaledas y paseos con el piso de gravilla. Hortensias en los lugares umbríos, y Dalias y margaritas a pleno sol. Si el jardín es un poco grande crecerán en él árboles exóticos donde en primavera gorjearán cien variedades de pájaros preparando sus nidos. El césped parecerá una alfombra por la perfección de su segado, y en las borduras, flores de tallo bajo y colores intensos… Algo así es un jardín en cuanto a la vista se refiere. Después podemos abrir paso al olfato, y aguardar a que la brisa mezcle aromas: de rosas, claveles, peonías, azucenas…

Y si además añado que de flor en flor se bambolean mariposas blancas y mariposas azules haciendo filigranas de colores, parecerá una auténtica mariconada; pero la verdad es que a un jardín se le suele sentir así a primera vista.

Pero escucha, si tu mirada traspasa el verde intenso del follaje, (me refiero al follaje verde de las plantas verdes,) encuentras abejas libidinosas, (quiero decir que liban, no que tengan algo que ver con el follaje que pensaste primero,) que al menor descuido te clavan sin compasión el aguijón envenenado en la nariz, dejándotela gorda y roja como la de un payaso. Junto a las abejas hay abejorros y moscardones que zumban y marean, saltamontes que te saltan a la cara, y escarabajos negros con unas pinzas grandes como las de un bogavante que si te atenazan en un sitio que yo se, darías un grito que se oiría desde el Congo. Hay hormigas rojas que hacen en las piernas unos ronchones de mucha madre, y arañas de patas largas y cuerpos peludos que solo el verlas pone los pelos de punta. Alegras un poco el ojo cuando ves mariquitas de alas rojas con puntos negros, pero enseguida adviertes que junto a ellas, y tras las hojas arrugadas de los arbusto hay pulgones sucios y pegajosos que da asco mirarlos, y limacos repugnantes que compiten con los caracoles en dejar su baba por todas partes. Fijándote un poco más descubres orugas de todos colores que reptan sus cuerpos blandoscomo vísceras, y que si por accidente las “espanzurras” entre los dedos, te impregnan de una gelatina asquerosa, que produce al que la toca un “repelús” que le corre todo lo largo de su espina dorsal. Después están las lombrices de tierra, los topos y los ratones de campo, amén de los excrementos de tantos pájaros como saltan de rama en rama…

El Jardín es un buen ejemplo para aprender a no fiarnos de las cosas a primera vista. Que de visita todos somos buenos, y algunos hasta muy guapos. Pero hace falta escarbar un poco para ver el trasfondo de las cosas. Y eso que pensándolo bien, lo mejor es quedarse con lo bonito de cada cosa y cada persona, y procurar que los trasfondos queden enterrados para siempre.

J. González González ©


Marzo 2011

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