viernes, 18 de marzo de 2011

EL JARDÍN


Anoche soñó. No sabría decir si fue un bonito sueño o una pesadilla.

Una espesa niebla le rodea impidiéndole ver donde se encuentra. Intenta ubicarse y averiguar como ha llegado a aquel lugar. Siente su soledad como algo frio pero, curiosamente, no tiene miedo. Se encuentra seguro de sí mismo. Incrédulo busca los habituales signos de la angustia ante lo desconocido que forman parte ya de su vida cotidiana, pero no los encuentra.

Sus músculos están relajados, las piernas no le flaquean, no siente el sudor frío resbalando por su espalda; la sequedad en su boca ha desaparecido al igual que su exasperante sensibilidad a los ruidos por nimios que sean; no siente la repentina necesidad de evacuar su vejiga que le asalta siempre ante situaciones desconocidas o imprevistas.

Es buen conocedor de sus padecimientos y reconoce todos esos síntomas que se resumen en una sola frase:

“Tener miedo, de tener miedo”

Su psicóloga se lo explicó muy bien en su última consulta: “Una persona angustiada está en permanente y tensa atención viendo peligros donde no los hay, no se atreve a moverse quedando petrificado, paralizado por los excesivos miedos, haciendo que en cualquier situación se muestre temeroso, vacilante e incapaz de enfrentarse a riesgo alguno”.

Durante el tiempo que duran estas cavilaciones la niebla se va disipando dejando entrever la entrada a lo que parece un inmenso jardín. Se encuentra ante una enorme puerta de forja que deja paso a un recinto rodeado por una alta pared de piedra.

Seguro de sí mismo, como nunca en su vida se había sentido, le mueve la imperiosa necesidad de pasar y disfrutar de todo cuanto pueda encontrarse en el camino.
Siguiendo el empedrado sendero, marcado por una flecha dibujada en el suelo, recorre los primeros metros sin dar crédito a lo que sus ojos están viendo. ¡No hay vegetación!

En ambas márgenes del sendero se encuentran pequeños grupos de personas situadas sobre rocallas que dibujan diversas formas geométricas como si de hermosos parterres se tratasen. Junto a cada grupo, bien diferenciados unos de otros, se hallan los correspondientes carteles informativos de cada especie.

El primer grupo es de personas con las manos en los bolsillos y expresión apática. Por curiosidad se acerca a leer el cartel que dice:

ABURRIDOS.- Especie que no sabe divertirse. Puede ser contagioso...

La definición continúa con una completa descripción de las características que destacan en las personas aburridas.

Siguiendo el sendero con intriga se detiene ante los diversos grupos de personas con dispares poses y expresiones.

Las distintas especies parecen estar situados por orden alfabético:

AFABLES.- Demasiado simpáticos. Dispuestos a adoptar las opiniones y gustos ajenos sólo por complacer.

AGITADOS.- Inquietos, irreflexivos, infatigables, con desbordante actividad. Duermen poco y se jactan de no reposar nunca.

ALEGRES.- Sonríen continuamente... brota el deseo de juntarse a ellos para hallar el secreto de la felicidad.

AMBICIOSOS.- Siempre quieren estar arriba...

ANORMALES.- ¡Cuidado con los desequilibrados! Personas extrañas, enigmáticas, excitados, deprimidos, gente absurda...

APASIONADOS.- ...unas veces impetuosos, otras acariciadores.
...ponen la inteligencia al servicio del sentimiento.

APATICOS.- Representan el egoísmo del hombre comodón... aferrados al pasado y enemigos de toda novedad...

ASTUTOS.- La comedia de la falsa candidez...

De pronto algo le llamó la atención dejándole boquiabierto. El era uno de aquellos especímenes. Su imagen se encontraba allí, formando parte de un parterre en aquel insólito jardín humano. Superado el primer momento de asombro dirigió su mirada con curiosidad al cartel informativo. Quería comprobar si realmente estaba donde le correspondía y leyó despacio empapándose de cada palabra.

ANGUSTIOSOS.- Fáciles de reconocer al hablar con alguno de ellos si vemos que su rostro enrojece o palidece; le cuesta gran esfuerzo hablar, articula mal las palabras e incluso puede llegar a tartamudear. Acciona exageradamente con su cuerpo.
Si alguien se interesa cordialmente por su salud con apresurada prontitud le hará saber todas sus preocupaciones, describiendo con todo lujo de detalles sus palpitaciones, malas digestiones, catarros, las extrañas contracciones de garganta que le hacen creer en la existencia de una bola que le ahoga, los continuos insomnios... ¿Qué hacer cuando se tenga a un angustioso al lado? Sobre todo, hay que convencerle de que a nuestro lado estará seguro. Una vez convencido de que puede contar con el apoyo de alguien comenzará a ver en esa persona al “todopoderoso” que le librará de todas sus inquietudes. A partir de ese momento le mostrará su fiel abnegación y agradecimiento...

No continuó leyendo. Ya tenía la solución a su problema. Sólo necesitaba encontrar a esa persona que siempre estuviese a su lado infundiéndole seguridad y sabía que no habría de buscar demasiado para encontrarla. Simplemente tenía que despertarse y mirar a la persona que dormía a su lado.

Laura González Sánchez ©
Marzo 2011

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