martes, 24 de enero de 2012

TECLAS


Estuve dando a las teclas durante dos horas. Se convirtió en un sonido palpitante de corazones negros, llenos de signos en blanco. Recibían mis órdenes y una tras otra, escribían todo lo que estaba sintiendo.

El teclado y yo solos, aislados en la habitación, con la sola compañía de la mesa y una luz dirigida para conseguir una buena lectura y visión.

Cuando dejaba de teclear era como si esos corazoncitos, cuadrados en su mayoría, abandonaran el transporte de la sangre que nacía dentro de mí y que emanaba con libertad. Pensaba que de todas maneras, ese escrito tendría que ser reformado, como otros, pues contaban demasiadas verdades. Pero, hasta entonces, aquel reguero del líquido vital, manaba lleno de sentimientos reales, ¡sí, una hemorragia sobre la página de una sangre negra y brillante!. Era ese momento delicado en que te despojas de todo lo externo, del cuidado con lo que escribes, del cuidado con lo que sientes, del cuidado con lo que borras. ¡Libre!

Ahí surgen todas las vivencias, las reales o las que imaginas, partes de ti y las que no tienen nada que ver contigo, solamente ese mandato hacia los dedos que van hasta más deprisa que los pensamientos. A veces, desconoces o ignoras su sentido, aún así, aparecen tan exactas que incluso, crees que las copiaste de lecturas o recuerdos desconocidos. Es muy curioso, salen de las teclas palabras inesperadas que vuelan por si solas. Es extraño y extraordinario. Me pregunto si las manos son independientes de mi cabeza o de mi corazón, según el caso, porque esas frases que luego relees, están hasta bien colocadas incluso, pero, las extrañas...

La mayoría de las veces me es difícil calcular qué surgió primero, si la idea o la rapidez de mis dedos apoyándose en las teclas y éstas, a su vez, dejando los escritos.

Y sé que todos contestaréis al unísono: “Qué eres rápida con los dedos para teclear, tanto que apenas surge un pensamiento, lo trasladas en un nanosegundo hacia el teclado”

Quizá tengáis razón. Sí, porque si escribiera a mano cabría la posibilidad de que se notase la diferencia, desde que surgiera la idea hasta plasmarla en un escrito. No sé si probarlo, me divierte el paradigma.

¿Quién llegará primero en hacer el recorrido de esta isla que es la mesa, donde reposamos el teclado y yo?, ¿quién llegará primero a las cuartillas?, ¿Quién será Jueves, el habitante perenne de la isla?, ¿el papel? Sonrío, porque es el único que siempre está, el que sabe todo, el que descubre mis secretos, el que hace la fogata con los deshechos que puedan ser peligrosos para mí y... para los demás.

Mira, quizás haga una apuesta conmigo misma, ya que vivo en esta especie de isla donde no soy molestada por nadie, digo lo que pienso, siento lo que quiero y salgo y entro de ella cuando me apetece. Creo que hay un peligro al intentar nadar en la realidad, tengo algo de miedo porque en la vida real no sé nadar. Podría quedarme aislada y ante ese temor, ni siquiera intentaría salir, hay demasiados peligros allá afuera. Está llena de una ahogante hipocresía, del lastre de los reproches, de la vía de agua de la justicia y del ancla de la ignorancia, que poseyendo el saber son intolerantes y terminan por ser los reales ignorantes. Buscamos desaforadamente los salvavidas del hambre, la salud y los desastres naturales que, parecen haber desaparecido.

Hay islitas parecidas y nos subimos al mismo barco de vez en cuando, hacia otras islas más grandes llenas de papel, lectores y escritores, con diversas habilidades, artesanales, manuales o quienes convierten su trabajo en el empeño de presentar a todos la cultura en sus diversas facetas, cargados de sueños y con la pretensión, a pesar de todo, de hacerlos verdad..., ¡qué contradicción!

Islas, teclas, sueños, en un aislamiento que es deseado, pero, amigos, al final buscamos a los demás, a los amigos de verdad, la empatía y a la sonrisa, reuniéndonos en una bomba incruenta de ideas pacifistas, cargados de auténtica vida y que a nuestra vista, parece desgajarse en los demás.

Ambas se pueden considerar fantasía o las dobleces de una realidad resignada.

Así que mi isla no desierta, es simplemente, un espacio en blanco, un teclado en negro y la soledad. Envío de vez en cuando, mensajes dentro de una botella con una etiqueta que pone “D.O. Susurros barquereños, Tinto Reserva, Cosecha de 2009, Bodegas, Rafael”.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
7-XII-2011

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