domingo, 8 de abril de 2012

LA SIRENITA


¡Sirena, Sirenita ¿dónde estás? Gaviota la llamó y con sus patitas palmeadas chapoteó en el mar para llamarla, hacía días que no se veían. Gaviota nació en un acantilado, Sirenita, hija de Neptuno y de una bella sirena en el fondo del mar.

Sirenita y Gaviota eran grandes amigas, se veían casi todos los días, por eso a Gaviota le extrañó no encontrarla en su roca en la que Sirenita acudía coqueta adornando su pelo con corales y conchas mientras peinaba su pelo cantando.

¡Sirena, Sirenita! insistió Gaviota, al rato emergió del mar con su larga cabellera dorada ¿dónde te has metido? le dijo Gaviota enfadada.

-¡Hay amiga!, -respondió Sirenita, mirándola con sus ojos color miel de largas y espesas pestañas.

Se subió a la roca y dejó ver sus bellas escamas azuladas, estaba triste.

-Neptuno, mi padre me regaló un anillo de oro y Urraca me lo ha robado, se lo llevó a aquella alta montaña, para recuperarlo me dijo que yo tenía que subir a buscarlo.

Gaviota se rascó varias veces la cabeza con su alita, lo hacía cuando pensaba, dio dos saltitos y se acercó a Sirenita.

-Ya sé, te subirás sobre mi y te llevaré a la montaña.

-¿De verdad? -dijo Sirenita, abriendo de par en par sus bonitos ojos.

-Si, pero... hay una cosa que te pido a cambio, -dijo Gaviota.

-Si, si, lo que quieras amiga.

-Enséñame a cantar como solo vosotras lo hacéis, mi voz es chillona, ruidosa y monótona ya que no puedo ser tan bella como tú quisiera tener tu voz.

-Lo intentaré, no es fácil, tendrás que sumergirte conmigo y dar un solo bocado a un alga muy especial que está en aguas muy profundas.

-Si, lo haré, dijo Gaviota agitando nerviosa sus alas.

Sirenita se subió en el lomo y remontaron el vuelo, a Gaviota le costó un gran esfuerzo pero ya volaban hacia el anillo.

-¡Qué maravilloso es volar!, -decía Sirenita aferrada con fuerza al fino cuello de Gaviota-, y qué pequeño se ve todo.

-¡Uaaaggg! protesto Gaviota, no me aprietes tanto que me ahogas.

-Lo siento, estoy tan feliz ¿te das cuenta que no necesitamos piernas ni tu ni yo para volar?

-Si, si, pero déjame ver, no me tapes los ojos.

Gaviota, hizo un aterrizaje algo accidentado, podría decirse que sus patitas echaron humo. Se encontraron frente a Urraca, ésta sorprendida no tuvo más remedio que devolver el anillo a su dueña. De vuelta el vuelo fue más tranquilo, Sirenita lo pasó mirando el anillo en su dedo y cantando, cosa que Gaviota agradeció, aún le dolía el cuello. Ya posadas en la roca, ésta le dijo:

-Bueno, ahora te toca a ti, amiga.

-De acuerdo, ¡al agua!

Se sumergieron en el intenso mar azul, nadaban y nadaban pero Gaviota ya no aguantaba más se estaba poniendo rojísima, Sirenita cogió una caracola y la sopló; rápidamente apareció un gran caracol rosa nacarado.

-¿Qué te ocurre Sirenita?

-¡Hay Caracol! hazle un sitio a mi amiga en tu concha que se está ahogando.
Gaviota se metió en la concha y respiro. Ahora vámos hacia el “alga de la voz“.

Gaviota iba feliz el caracol taxi marino rosa, tenía muy bien decorado el interior lleno de cojines también rosas, se acomodo entre ellos y se durmió Cuando llegaron, Sirenita se asomo a la concha y le dijo que tomara aire y saliera.

-¿Ir, a dónde?

-El alga de la voz está ahí, pero tienes que ir nadando tu sola, no te puedo ayudar y recuerda darle un solo bocado.

Gaviota froto sus ojos con sus alitas, tomó aire y salió. El alga estaba ahí esperándola y le dio un gran picotazo y otro... y otro por si acaso, ante la presencia del pequeño pez Cotilla que escondido le expiaba y Gaviota regreso contenta al caracol taxi marino. De regreso se volvió a acomodar en los cojines rosas e intentaba cantar pensando que algún Ulises sucumbiría a su hermoso canto, pero sólo sucumbía de dolor de oídos el sufrido taxista. Llegaron a la roca y se despidieron de el que se fue algo aturdido zigzagueando y con dolor de cabeza.

-Venga, Sirenita, enséñame a cantar, al tiempo que aplaudía con sus alitas una y otra vez. Sirenita lo intentaba pero nada del pico sólo salían uaaaggg y más uaaaggg a cual más chirriantes. ¿Qué podía haber fallado? se decía Sirenita. De pronto emergió el pez Cotilla a su lado y cuchicheándole al oído, contó a Sirenita que Gaviota no dio un solo picotazo al alga si no varios.

-¿Cuántos bocados le diste al “alga de la voz“ Gaviota?

Ésta, encogiéndose de alas y haciendo círculos en la roca con su patita le respondió bajito... "uno". ¿Seguro? dijo Sirenita. Gaviota, sonrojada respondió:

-Dos tres, cuatro... no sé, quería cantar mejor que tú, ser la única de mi especie que lo hiciera ¡eso no es malo! ¿sabes?

-Ya eres la mejor, sin ti no hubiera recuperado el anillo de mi padre, el Rey Neptuno, no te hace falta cantar, eres mi mejor amiga. Gaviota se frotó la cabeza con su alita, ya que estaba pensando, Sirenita la abrazo y Gaviota se vino arriba, orgullosa, se acurruco a su lado con el pico en el regazo de Sirenita y cerró los ojos mientras esta le cantaba y peinaba su plumaje con un peine dorado.

Ana Pérez Urquiza ©

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