domingo, 20 de mayo de 2012

HIERRO Y JOSÉ



Hierro nos nació poeta
llenándonos de palabras
surgida entre los efluvios
de las mareas bien sabias.
Él sabía claramente
que el amor tenía en calma,
se prendía en sus ojeras
en su aspecto y en su calva.
No cabía en un suspiro,
solamente respiraba,
soñaría, eso lo ignoro,
con la fantasía esclava.
¿Quién sabría de su vida
quién, de todas sus entrañas,
quién pudiera estar adentro
de esa cabeza llorada?,
donde el verso era una rosa
las ciudades se hermanaban
en pueblos que eran los nudos
de realidad condensada.

¡Ay Hierro, José el poeta
ay José de la alborada!,
de las noches sin destino
de los poemas de lava,
de todas aquellas cosas
discurridas desde el alma
de los paseos y artículos,
de las obras prologadas;
de protocolos y ensayos,
del arte, también glosaba,
de galerías y libros
de esbozos y grandes charlas,
(eso decían los chismes),
de las noches y tanganas
en las cantinas del puerto
entre pena embotellada,
que respiraron estrofas
del oxigeno y la máscara.

Y fuiste conferenciante,
conversador de gran fama,
un elemento en protesta,
un viajero sin desgana,
conocedor de los mundos,
de la vida y de fantasmas.
Eras señor de tus gestos
eras un hombre y un alma
que a la salud hizo guiños,
lo enseñabas en tu cara
que subió pronta a los ojos
y con ellos hizo cata.

Viste pasar en el tiempo
el amor y marejadas,
y nada pasó sin verlo
pues todo lo reseñabas.
Desde aquella única meta,
que era el vivir sin palabras
y la eterna realidad,
con muertes desamparadas
de los hombres que querías,
a poetas y cantatas.
A todos hacías aprecio
y a todos inaugurabas.

José Hierro fue el poeta
que exuberante apuntaba.
Noventa hizo el nacimiento
y fue ayer quien murmuraba:
¡Ponme ahora esas cuartillas,
pónmela y será escanciada!
La beberé hasta su fondo,
de sonetos vienen dadas,
¿será que no tienen hielo,
o porqué está dibujada?
Que se note mi diseño
y sea galardonada.

¡Ay José, hombre de hierro,
hierros de las ensenadas,
de los hombres que vivieron
y que a mozas cortejaban,
señor de la poesía,
de las veredas y parras,
del relato y sortilegio
y de la tierra adoptaba
que no olvidaría nunca,
el momento y a la nada
con su voz ronca y profunda
de la experiencia y la charla...

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
20-IV-2012

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