UNA
LÍNEA NOS UNE Y NOS SEPARA…
I
Una
línea nos une y nos separa,
un
cordón en la mente imaginario,
un
candor que se extiende por la cara
al
oír en silencio un comentario.
Más
el hilo sutil de la almenara,
el
que aviva las llamas a diario,
es
la voz prodigiosa que no para
en
el fino conducto utilitario.
Es
amor y dolor tan simplemente
que
se cambia y transmuta en un instante.
Es
la risa y el llanto de la gente
compartidas
de forma emocionante.
Y
a la vez es el cáliz sugerente
que
se bebe y apura refrescante.
II
Una
mano lo atrapa y acaricia,
y
los dedos recorren sus sentidos,
hay
en ellos un tanto de pericia
arrancando
suspiros contenidos.
La
otra mano lo mira sin codicia
y
en el aire dibuja mil sonidos,
es
quizás esa nota con malicia
rescatando
del pecho los latidos.
Pero
sigue la voz encandilada
susurrando
palabras y mensajes.
Es
la voz tan hermosa y adorada
que
estremece cual brisas y masajes.
Y
es la oreja paciente y resignada
quien
aguanta resacas y oleajes.
III
Al
final, el lector estupefacto,
quiere
hablar y escuchar en este día,
reclamando
tener ese artefacto
compartiendo
su llanto y alegría.
Ya
se apaga aquel cuerpo tan compacto,
esa
extraña y pequeña mercancía,
que
es capaz de dejarte estupefacto
y
a la vez elevar tu picardía.
Pero
sé que no he dicho en este escrito
ese
nombre que llama en la distancia,
la
palabra que causa el sambenito.
al
oído viril y al de la infancia.
Resumiendo,
en silencio y sin un grito,
el
teléfono diré, es la sustancia.
Rafael
Sánchez Ortega ©
11/11/12

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