Escalera
sinuosa de la vida
que marcas y
defines el destino,
no ciegues la
mirada de los ojos
ni corras más
allá de sus latidos.
Sitúate detrás
de los cristales
que tienen
componentes ambarinos,
y lleva el
caracol de tu subida
al cielo con
espacios infinitos.
Cincela la
moldura de tus piedras
al pie que las
supera con sigilo,
y vete, por
delante, hacia las nubes
en busca de los
dioses del Olimpo.
No pongas
escalones muy costosos
que alteren y
fatiguen a los niños,
los sueños se
precisan en la infancia
igual que los
juguetes y los libros.
Escalera
tortuosa de la vida
que bajas
nuevamente lo subido,
ya vuelves
hacia el punto del origen
comienzo
ineludible de tu sino.
Se baja con las
piernas muy cansadas,
el paso
vacilante y aterido,
se busca el
pasamanos y el apoyo
tratando de
ayudar al peregrino.
La luz que nos
alumbra débilmente
vacila en
ventanales muy altivos,
y baila, con
las sombras, ese baile
de rosas, de
azucenas y de lirios.
Resuenan
escalones al pisarlos,
en forma de
susurros y quejidos,
y dejan, sin
palabras, en su idioma,
el sello
inconfundible de un suspiro.
Escalera
armoniosa de la vida,
que cubres día
a día mi camino,
no sufras mis
subidas y bajadas
pues buscan el amor
y tu cariño.
Adoro el
escalón y el pasamanos,
la curva y el
rellano con su brillo,
el tierno
"ventanuco" de la izquierda,
la puerta de la
casa donde habito.
Y quiero esta
escalera como nadie,
porque ella me
ha labrado y ha curtido,
bajando cada
día a mis labores,
subiendo y
regresando puro y vivo.
Recuerdo bien
la cifra de escalones,
cuarenta y
nueve fueron mis pasitos,
un día y otro
día, eternamente,
y siempre en la
aventura y el peligro...
"...Escalera
tranquila de la vida
que aguardas al
guerrero malherido,
los hombres ya
terminan sus batallas,
y quieren el
resguardo de tu abrigo..."
Rafael Sánchez
Ortega ©
11/01/13
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