sábado, 23 de febrero de 2013

HORIZONTE

 

            Pues así, de repente, no me parece nada fácil escribir algo sobre el horizonte.  Pero todo será cosa de ponerme a ello. Y es porque en realidad, el horizonte no existe. Es  solamente una sensación óptica que se aleja a medida que uno se acerca a ella.  

            El horizonte es una entelequia; una quimera. El horizonte solo es una palabra bonita a la que los poetas le pueden sacar muy buen partido, porque ya de por sí, la palabra es  poética. 

            Y suena poética,  porque el horizonte casi siempre roza el cielo. Es el lazo de unión de cualquier punto de la tierra con el firmamento. En el  horizonte, el azul del mar se funde a lo lejos con el azul del cielo  como dos monstruos que amándose, ocultaran pudorosos su acoplamiento tras el tenue  tul de la bruma. Y en la tierra pasa lo mismo: Yo he visto el horizonte  en el desierto, y la única diferencia encontrada es que el tul con que tapan el cielo y la tierra, en vez de estar hecho de bruma, lo está hecho con calima. 

            Luego hay otros horizontes más cercanos, como por ejemplo, aquí, en la sierra del Escudo,  que suele ocultar su unión con el cielo tras una tenue neblina, cuando no es con densos nubarrones.  

            Los días claros, muy claros y despejados, a lo mejor no hay neblina y mucho menos nubarrones. Entonces  las montañas se muestran como si fueran de cartulina recortada con unas  tijeras, y da la sensación de ser menos horizonte. 

             Porque lo bonito del horizonte es eso, que parezca horizonte. Y para eso, no hay como los horizontes lejanos. Con su bruma, su  calima, su niebla… Da lo mismo que sea de día o sea de noche. Que  el cielo tenga sol o tenga estrellas. Lo importante es eso, que sea un horizonte que esté allá, donde Cristo dio las tres voces.  Entonces sí parece horizonte, aunque tú sabes que es mentira, porque el horizonte no existe. Y si no, haz la prueba: vete hasta allí, anda, y agarra las estrellas con tu mano. 

            Mira, hay veces que he buscado un horizonte muy cerca, muy cerca, y resulta una caca de horizonte. Sí, mira, te pones en la falda de la loma de un prado, pones la cara sobre la hierba, y mira  hacia arriba al final de la loma, y ves como esta se junta con el cielo. Oye, casi no parece horizonte: cuatro margaritas y una cuantas hierbas tiesas, las ves al trasluz tocando el cielo, pero como tú  sabes que es mentira, pues eso, que no te crees que aquello  sea horizonte.  Pero sí lo es, porque si no alcanzas a ver más lejos, es que es horizonte.  Y si lo es, es porque el horizonte existe, que si no existiera tampoco lo podrías ver. 

            ¿Entonces en qué quedamos, el horizonte existe, o no…?  ¡Jopé, Foncho  me metes en cada lio!
 

                                                             J. González ©      

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