sábado, 16 de marzo de 2013

MI CARTA...




Sí, lo sé, hoy falta mi carta y la verdad es que no sé por dónde empezar. Quizás es por eso precisamente, por haber "escrito tantas cartas" a lo largo de mi vida, que ahora mismo tenga dudas sobre cómo empezar a redactarla, aunque también puede ser porque he leído ya las cartas de los demás y no me apetece repetirme en temas parecidos.

Lo cierto es que le he estado muchas vueltas a esta dichosa carta que no sé quién ha tenido la "infeliz idea" de poner como tema.

En principio pensé en escribir una carta al amor, en escribir otra pidiendo la dimisión mía en el Taller de Escritura, (mejor decir renuncia), que si ponerme en el lugar del Rey y escribir una misiva pidiendo la abdicación de la corona debido a la mayoría de edad para compaginar las actividades de la Casa Real con los saltos del tigre por África y la Danza de los Siete Velos con una princesa Coral, (y no Corina), bajo la sombra de los elefantes, que si escribir una carta a las estrellas suplicándoles unas gotitas de rocío y un abrazo de la brisa en la noche, aunque también me hubiera gustado tener la paciencia para escribir una carta al Alcalde y preguntarle por eso de los herbicidas que han soltado por el pueblo y que ha llevado a que numerosos ejemplares de la especie canina anden en velatorios, rehabilitación y con cánulas adosadas y vías, como los enfermos de los hospitales, (sólo que aquí, la gente y el vecindario está muy indignado), y no entiendo los motivos, ya que si tanto ha llovido, supongo que el agua de la lluvia mandaría a las alcantarillas los restos de esos herbicidas y que no son precisamente los perritos los que acuden a comer la hierba en las cunetas.

Pero vuelvo a la carta y no me olvido de ella, que ya sé que es una espina atragantada, pero qué le vamos a hacer.

En primer lugar, como siempre, empezaré con el querido tal, apreciado cual o estimado desconocido que pasas por mi vida en un instante y me alegras la sonrisa. Luego haré una exposición ambigua y con cantos de sirena de la melancolía que tan habitual es, en estos días, de un invierno que se prolonga, y donde la atención de las familias prima entre el paro, las subidas de los impuestos, las restricciones económicas, el "buen hacer de los políticos de turno", (porque de los pasados ya ni se habla y encima ahora son los héroes), en resumen, un poco de toda esa carga de melancolía pejina que envuelve el alma, como al igual de los convecinos de los alrededores y de toda la madre patria.

Luego continuaré con las preguntas de rigor acerca de los achaques y así preguntaré por los diferentes “desconchaos”, como puede ser esa cachava que aún no veo como herramienta de apoyo, por los subidones de azúcar, (y bajadas), que algunas veces suceden porque sí, (ya que así son las cosas y no vale darles vueltas), y preguntaré por esos nervios que no paran en algunos, por el precio del tabaco en otros, para ver si de una manera sibilina alguien deja de fumar debido a la carestía de la vida, y preguntaré por los finos y blancos del medio día que han tenido que suprimirse y por la mirada soñadora y romántica que se quedó vacía y esperando mientras se helaba la sonrisa.

Pero no, no os asustéis, que no voy a ser mordaz ni voy a sacar la pluma afilada en esta tarde. No es ese mi propósito, si acaso quiero escribir una carta y que sea lo más cariñosa posible.

A vuestro lado, (y sí, va por vosotros), he pasado momentos maravillosos en que me he sentido transformado. Sé que decir esto es pasarse varios pueblos y más en una humilde carta, pero ¡qué le vamos a hacer! Tenemos un proyecto en marcha que vamos cumpliendo mejor o peor, pero aquí seguimos, ante el papel y la cuartilla, con estos "deberes", entre comillas", que tanto nos estrujan las meninges y nos hacen dudar de si pondré esto o aquello, de cómo lo verán los demás y de si caerá bien o mal, ya que siempre dudamos de nuestra capacidad y creemos que lo mejor es lo que escriben los otros y planteamos mil y una dudas a nuestros trabajos, pero quizás así es la vida y así debe de ser el comportamiento de los genios, (perdón, de nosotros, humildes aprendices de escritores).

No sé, me parece que me voy extendiendo más de la cuenta y no era ese mi propósito, ya que pretendía haceros sonreír un poco, pero hoy va a ser imposible, ya que ante la avalancha de los trabajos tan bien elaborados que me habéis presentado, el listón está muy alto y por eso el motivo de esta carta.

Simplemente agradeceros la sonrisa que iba esbozando al leer las cartas de Tadeo y Nisiuca, la de la Madre y la Hija, por no dejar atrás la carta a Mafalda, aquella otra que se escapó hasta una barquía en la ría, así como la carta al amor, (y con amor), de la pequeña y grande estrella que nos acompaña. Pero no, no me olvido de esas otras cartas, la una de clave moderna y epistolar, la otra de un correo pidiendo ayuda de un hijo a su madre y una tercera en clave existencial de uno ante sí mismo, en esa controversia en la búsqueda de la verdad a través de la luz.

He dejado fuera, a propósito, la carta a una aseguradora y la otra explicando lo de ese lugar en un pueblo, cuyo nombre, todos tenemos en la punta de la lengua. También dejé fuera, aunque ahora las incorporo, la de un recuerdo infantil, (juvenil diría), y otra con una “venida” en forma de poema.

Seguramente habrá alguna que llegue después de haber terminado esta carta. Estoy seguro y no me va a sorprender, pero sé que es así y así ha sucedido siempre a través de estos años.  De todas maneras me siento feliz y lo soy a vuestro lado.

Escribir es un lazo que nos une, algo que nos hace cada día un poco más, (como diría), ¿de la familia?, ¡Sí, supongo que es ese!, porque al final todos participamos de todos de una y otra manera y hasta nos interesamos por esas pequeñas cosas que los demás dan por rutina, pero que nosotros sabemos que son importantes para cada uno.

Resumiendo que os quiero y os aprecio y que si esta carta, (si es que es carta), nació con un propósito, ya ni lo recuerdo.

Un abrazo y hasta la próxima.

Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/13

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