sábado, 27 de abril de 2013

LA LLAVE MAESTRA.



                                                


Les cogí “in fraganti” por el paseo de La Alameda.  Les quedaría la duda de si les vi agarraditos de la mano o de si el sol fue su aliado al darme de plano en la cara.

  En los dos años de noviazgo que llevábamos, pocas veces vi a Nicolás con la cara tan iluminada.

 Pasaba de la parquedad a la devoción en cuanto le permitía palpar mis senos.  Concluía, pues, que mientras hubiera besos atornillados;  masturbaciones rápidas –el tiempo alargado como chicle mientras arrancaba la furgoneta del pan-  nuestra vida en pareja iría viento en popa. Ni  mi meliflua y querida gemela tendría nada que birlar con sus pechos  tan desequilibrados.  Así, pues, manipulaba yo  mis cartas; poseía la llave maestra.

  Guardaba mi padre, (como empecé yo a esconder mi odio),  su navaja del ejército suizo: mediría no más de diez centímetros;  en su interior albergaba toda clase de abridores, un par de tijeritas –con muelle incorporado- berbiquíes en miniatura,  todas  ellas armas blancas de lo más útiles y versátiles.  La sacaba de su escondite los domingos por la tarde y después de acariciarla se dedicaba a la fina marquetería: esculpía soldaditos suizos.   Esperé a que comenzara a roncar, con la cabeza recostada en el recodo del brazo izquierdo.  Con  la presteza de una malabarista la escondí en el sujetador y corrí al cobertizo.   Desembalé el diario de mi gemela y con el bisturí de la tijera, abrí el candado: 

  Sábado: 28 de mayo.  “Hoy, por fin, le he confesado a Nicolás que estoy embarazada” “Los segundos se han vuelto minutos, pues su cara parecía una máscara de mimo”  Luego, por fin, he sentido su mano izquierda acariciándome el abdomen, como con vergüenza, por debajo de la mesa.  Hemos salido del café sin demasiados efluvios, algunas miradas furtivas y, con las manos unidas, pero temblorosas.

  La vida en la masía continúa monótona por fuera.  Padre ha salido a vigilar a las ovejas.  Mi hermana gemela Mari y yo seguimos con la tarea interminable de partir los leños.  La atmósfera es suave. 

  -No vayas tan rápido, Mari que te puedes hacer una avería.

  - No vayas, tú, tan lenta; que a ese ritmo llegará el invierno y tendremos la leñera vacía.

  -Oye, Mari, por qué no jugamos como antaño a “Cobarditas”

   -Oh, sí.  Me  encantaba aquel juego bárbaro  Siempre salía airosa. ¿Te acuerdas. Mati?

  -  SÍ, pero no te fíes; no seas temeraria, que pueden volver las tornas.

  -  Hagamos una prueba.  Pongo yo el pulgar sobre el tocón y voy contando hasta que caiga el filo.

  -  Vale, Mati, alza el hacha: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...

  -  Sigo pensando que has estado en un tris.  Ahora yo.  Cuando  quieras Mari: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho...

- Bueno, ahora en serio.  Oye Mari, ¿por qué no jugamos el “AMOR DE NICOLÁS”?  

¿Qué, te has vuelto  respetuosa,  trastocada  del golpe?

  -¿Te…  te has en… enterado de… de ello?

QUE COMIENCE LA LID, entonces.

Mati aferra sus manos al hacha

-        Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis
       
-        Mari, desiste-
       
-        Siete, ocho
        
-        Mari, que te amputo la mano
       
-        Nueve, diez, on---
     
                     

 San Vicente de la Barquera, a 3 de abril de 2013
                              Isabel Bascaran  ©                         

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