sábado, 27 de abril de 2013

LA LLAVE




            Acababan de dar las dos de la madrugada cuando el ascensor se paró en el rellano de tercer piso. Venían sonrientes y satisfechos, y se apearon cogidos de la mano.



             Manolita desenlazó sus dedos  de los fuertes de Luis, y abrió el bolso de donde había de tomar la llave para abrir la puerta de casa.  Buscó entre las mil cosas inservibles que portaba, y de pronto se volvió a su marido.



            -Tú. ¡Cerraste tú Luis, saca la llave!



            -¿Yo?  ¿No quedamos en que iba sacando el coche del garaje mientras terminabas de arreglarte? ¿Cómo pude cerrar yo si te estuve esperando una hora, que hasta tuve que parar el motor porque no acababas de llegar?



            Y Manolita no lo pensó dos veces: vació el contenido del bolso sobre el suelo del rellano, y rebuscó inútilmente mientras volvía a guardar sus pertenencias. Se incorporó. Apretó el bolso bajo el brazo izquierdo, y mientras se llevaba los cinco dedos abiertos de la mano derecha a la boca exclamó:



            -¡Ah…!  Salí corriendo para no hacerte esperar, y cerré la puerta de un empujón. Pero dejé dentro de casa la llave.



            De repente la digestión de aquella cena maravillosa, se paralizó en el estómago de Luis. De nada sirvieron los candelabros encendidos sobre la mesa, ni la rosa roja  con que el camarero acompañó la minuta.



            -¿Dentro?  ¿La llave dentro de casa?  ¿Pero que otras cabras tenías que guardar, mujer? ¿Qué hacemos ahora, que casi van a ser las tres de la madrugada?

           

            Así, sin más, el vinagre de la exquisita ensalada de mariscos, se le subió a Luís a la boca.  Venían de celebrar el vigésimo aniversario de su boda, y a ella no se le ocurre otra cosa más que dejar  la llave dentro.



            -Pero mujer, ¿en qué estabas pensando? ¿Dónde buscamos a estas horas un cerrajero que nos abra la puerta?



             Y además del vinagre de la ensalada, fue también el vino con que acompañó  la cena lo que se le subió a Luis  hasta la cabeza, y la copa de cava, y el whisky  de garrafón  dentro de una botella con marca de prestigio con que le obsequió el dueño del restaurante. Descargó sobre su mujer toda la contrariedad del momento, y la acusó de ser la culpable de tener que pasar la noche en la escalera hasta el día siguiente, en que un profesional les solucionaría el problema. 


            Sentados en el rellano, Manolita observó de reojo el rostro ofuscado del marido,  se arrastró hasta él, le puso sobre los hombros las manos, y le susurró al oído:



            -Hoy te enfadas porque olvidé la llave dentro… ! Y pensar lo que tú hubieras dado hace  veintitantos años por pasar conmigo una noche entera en la escalera…!



                                               J.González ©

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