sábado, 18 de mayo de 2013

UN BAÚL ABANDONADO



                             

    Cuando llegó mi hermano a mi vida, el okupa, así le llamaba entonces, yo era la reina de la casa y con la primera ecografía, que no se veía nada más que un puntito raro, ya me sentí destronada.

-        ¡Mira, mira, le decía papá a mamá, es un niño!

Un okupa pensaba yo, y como les veía tan entusiasmados mirando al puntito raro, mientras desayunábamos los tres tan ricamente, deslicé la mano suavemente hacia el tarro de mermelada para hacerlo caer de la mesa al blanco suelo y distraerles de tal entusiasmo, pero...

      ¡Cris! ¿qué haces?, ¿no quieres ver a tu hermanito? ahora vas y lo limpias todo.
Este puntito entraba con mal pie. Durante meses la misma historia de ver al puntito raro, eso sí, cada vez más largo y cabezón, desproporcionado.

-        ¡Mira, Cris, cómo da pataditas!
        
Mamá, daba un tirón de mi mano para tocar su enorme tripita a punto de explotar, que yo comparaba con un gran chichón duro, de esos que me solía hacer en la cabeza, pero en los míos nadie daba pataditas.

Y  llegó el día, estábamos los tres viendo la televisión, cuando de pronto, mamá se puso en pie diciendo:

     - ¡Pablo, he roto aguas!

¿Aguas, ahora se llama así a hacerse pis?

Miré, bajo sus pies había un gran charco, papá la tranquilizaba, o no, ya que iba de un lado para otro sin hacer nada, hasta que mamá tomó las riendas, fue a su habitación a recoger todo lo necesario para ir al Hospital (eso dijo). Subimos al coche. A mí, me dejaron de camino, en casa de Lucía, una amiga de mamá algo rara y lo demostró, ya que al decirle papá que ¡ya viene! quédate con Cris por favor ya te llamaremos, Lucía empezó a dar saltitos y palmaditas, sin ton ni son, mientras repetía ¡qué bien, qué bien!

- Tranquilos, -dijo cuando se cansó de saltar-, Cris y yo lo vamos a pasar estupendo esta tarde ¿verdad? 

Cogiéndome la mano. Papá me dijo: 

-        Tu hermanito está en camino, pórtate bien.
        
Ahora lo entiendo, todo esta movida es por el okupa.  Lucía, se empeñó en que jugáramos a la Oca, pero yo tenía la mente como un puré de guisantes, con el baño no mejoré.

-        De oca... a oca... y tiro porque me toca ¡Cris es tu turno, tira... huyyyy a la cárcel! 

Lucía me despertó temprano gritando:

-        ¡Cris, despierta, tienes un hermanito!

Y más palmaditas y saltitos ¿se lo regalarán y por eso está tan contenta? El papel floreado de la habitación, me aturdía era raro como ella. La 501, nos dijeron en el Hospital. Lucía agarraba mi mano y decía:

-        ¡Qué bien, qué bien, vas a conocer a tu hermanito!, -sin parar de dar sus saltitos.
        
-        ¡Toc, toc...!
        
-        Adelante.
        
Papá me cogió en brazos y me besó, mamá extendió su brazo derecho sonriéndome  en el otro estaba mi “hermanito“ y ella me abrazo en su cama. El okupa me miró desafiante y yo a el, y lloró. Lucía decía:

      - ¡Qué bonito, qué bonito es!, -haciéndole “agugu... agugu...”

Bonito, bonito no es, pensaba, yo ¡pero si tiene la boca como un rape! (pez que me horrorizaba, si no era en rodajas) y parece un viejo desdentado, enano, arrugado y calvorota. 

A Lucía no se lo regalaron y en casa el okupa mamoncete daba la lata con puntualidad inglesa cada tres horas, hambriento como un pequeño Trol, lloraba y lloraba y pañales y más pañales. A mamá la acaparaba veinticuatro horas para él solo. 

Un día ya harta, me puse en huelga de hambre, esto les alertó y me prestaron atención. Mis padres me sentaron entre ellos esa misma noche de mi huelga, en el sofá y me contaron que conmigo se portaron igual que con el okupa, que me dedicaron más tiempo que a él, ya que yo estaba sola con ellos.

-        ¡Vale, pero yo no me acuerdo! -respondí, iba a decir algo más pero nos interrumpieron ¡cómo no! los berridos de mi “hermanito“. Estaba muerta de hambre y fingí un llanto tocándome la tripa, ellos se miraron riendo y mamá me llevó a la cocina para prepararme la cena. Okupa = 0, Cris = 1, ¡te gano 1-0 , “ hermanito”! -pensé.
        
Los meses pasaban “él “ lloraba menos, gateaba y babeaba, estapa insoportable, me seguía por toda la casa y eso que yo no le daba pie, con sus tontos balbuceos de agugu... agugu...¡Anda si habla como Lucía! Un día papá me dijo:

-        Acompáñame al desván, hay algo que te quiero enseñar.

Subimos las empinadas escaleras, abrió la puerta y entramos. En el fondo, al lado de la ventana, había un gran baúl entre tantas antiguallas lleno de telarañas. Yo nunca había estado allí. Papá lo limpio y abrió.

-        Mira Cris son los juguetes de mi infancia.
        
Había coches de bomberos, de policía, grúa , de carreras con sus pistas... yo estaba encantada, era los juguetes de mis sueños, son para mí pensé.

-        Son para tu hermano.

¿Para “él“ , esos tesoros? y yo enfadada con los Reyes Magos  que les pedía una ambulancia y me traían una Barby enfermera. Un todo terreno y venía con la repipi de Barby. Una autocaravana y no solo venía con la Barby, además con el metrosexual de Kent y ¡todo en un lote!

¡No podía ser!, este okupa, había entrado muy mal en mi vida .


                                   Ana Pérez Urquiza ©

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