Día del libro
Recogí lo que creí el baúl abandonado de un tesoro
y le limpié del polvo acumulado.
Hice mimo en toda su hermosura
y observé el brillo de sus bordes.
Pensé que era muy antiguo, y que quizás,
encontrara en él la fortuna que tanto necesito.
Muy despacio, abrí la tapa.
Descubrí un papel amarillento que alcé con gran cuidado.
Tenía escritas dos palabras que leí muy sorprendida:
“El tesoro”.
Sin tardanza, destapé hoja por hoja
y descubrí muchas historias, algunas increíbles:
Leyendas fabulosas de ogros, enanitos,
amores extasiados y vampiros,
de duendes y títeres parlantes.
En otra de esas páginas hablaba de lamentos,
de ocasos y lunas en poemas,
y de guarismos complicados.
Leí de guerras y conquistas,
de damas encerradas y príncipes hermosos
que vivieron en reinos de agua;
también leí de peces que hablaban a sirenas
y de un ave de la paz con sus laureles.
Sin darme apenas cuenta,
pesqué en grandes buques y creí ser un bucanero.
Descubrí en él, las pestes, los asaltos,
a novios en la luna y principitos,
dibujos muy bien coloreados en códices añosos
y pude comprender las convicciones;
contaba de concilios
y en un viejo capítulo,
de cuevas con pintores cuaternarios.
Noté el calor del fuego,
los perfumes y guisados,
el chocar de las espadas
y supe de inventos y doctores…
Me pude percatar, en ese instante,
de que el libro que encontré es un tesoro
que enseña a quien ignora y ayuda al ilustrado,
que juega con los niños
y cura pensamientoS delirantes.
Mi libro ha vivido en bibliotecas,
en casas y en los templos,
y a veces le quemaron por ser incomprendido.
Revive mi interior cuando lo leo, y por ello,
decidí engancharle a mi alma con un lápiz.
Y desde entonces, escribo sin parar
por ver si alguna vez
imprimo mis palabras en un libro que titule:
“El baúl abandonado”.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
23-IV-2013
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