En verano nos fuimos los cuatro y la
abuela Mamen de vacaciones a las islas Baleares, mamá tenía ganas de regresar a
Mallorca, la última vez que estuvo fue de viaje de estudios del cuarto año de
Bachillerato, le hacía ilusión volver con su familia. Le comentaba a papá en el
barco, rumbo a la isla, que para ese viaje trabajaron mucho ella y sus
compañeras vendiendo periódicos y revistas viejas para que les saliera más
barato. Papá nos dijo:
- A ver si vosotros dos aportáis algo a este viaje
vendiendo algo viejo también, -y rieron mamá y el.
"Okupaguillermo", al lado, jugaba,
parece que no, pero oye ya que orejas tiene, ¡y grandes!, parece un Seat Seiscientos con las
puertas abiertas. Okupa mira como cuando... ¿a un perro le hablas y parece que
te entiende con las orejas alerta? pues
igual, pone ojitos tiernos bajo sus cejijuntas cejas negras que parecen un
desfile de hormigas y te dan ganas de darle un achuchón ¡a veces, eh! porque
prefiero guardar las distancias, que no me vea débil y gane terreno ¡hay
que educarle desde cachorro!
Llegamos a Palma de noche, subimos al coche y nos dirigimos hacia la
casa rural que habíamos alquilado en un pueblecito. Debí quedarme dormida pues
desperté en una habitación luminosa y confortable con una gran ventana mirando
al mar y a una pequeña cala. Era un pintoresco y blanco pueblecito aun en esa
época sin mucho turismo. Me despertó una bocina, era la furgoneta del panadero
que pasaba todos los días vendiendo. La abuela compró y cuando bajamos a
desayunar estaba todo dispuesto en la mesa sobre un mantel rosa: pan,
mantequilla, mermelada y un oloroso café recién hecho. Nos sentamos a
desayunar, faltaba ya os imaginareis quien... oímos unos altavoces frente a la
puerta que decían:
-¡Chatarrero, compro cosas viejas, chatarra
vieja!
Justo cuando mamá me daba una
crujiente rebanada de pan, sonó la campanilla de la puerta: ¡tilín...tilín...!
Papá fue a abrir.
-Buenos días.
-Mu buenos, -respondió un hombrecillo moreno con la boina metida a rosca hasta las cejas.
Se llamaba Bienvenido, (¡anda como el felpudo de mi abuela, pensé yo!)
-Usted dirá, -dijo papá.
-No, ¡dígame usté a mí! -contestó Bienvenido, (con las manos a la
cintura)
-¿Perdón?
-Que le perdone ¿Qué?, no comprendo.
-Ni yo, -dijo Bienvenido, -a mos a ver si nos entendemos. Desa ventana ma
avisao un niño moviendo las manos con medio cuerpo pa fuera mu entusiasmao...
que venga paca... y aquí estoy.
-¿Un niño?, ¡Guillermo baja inmediatamente!
Éste bajó las escaleras como pudo, agarrándose a la
barandilla con pasos inseguros.
-Guillermo ¿tú has llamado a este señor desde la
ventana?
-Zi, he zido yo.
Estaba junto a papá con las manos
entrelazadas a la espalda y balanceando el pie derecho atrás y adelante, cabeza
baja con su pijama de dibujos de la familia TELERIN.
-¿Para qué? -dijo papá.
-Puez para vender a la abela Mamen que ez vieja, -y gritó: -¡llevezela zeño, que ez vieja! ¿uzte no compa cozaz viejaz? puez ze
la vendo, y azi hazemoz como mamá que vendía cozaz viejaz y tenemos dinerito, -mientras se frotaba sus dedos indice y pulgar.
-¡Demonio de crio!
-dijo Bienvenido desenroscándose la boina y lanzando una gran risotada.
Papá se llevo la mano a la boca
para disimular la risa al igual que mamá. La abuela frunció el entrecejo
meneando la cabeza como la niña de el Exorcista, ya que ella no se consideraba
vieja sino mayor, pero sucumbió al encanto del “okuparepipihermano“ ¿Yo?
como la INQUISICIÓN, imaginando qué castigo recaería sobre él, "¡que le corten
la cabeza, que le corten la cabeza!" ya
que es tan aficionado a hacerlo con mis muñecas ...
El castigo fue lo primero pedir
perdón a la abuela y una semana sin ver la tele ¡pero qué más le dará a él, si
la mira como una vaca al tren!
Ana Pérez Urquiza ©
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