Un
viernes, al regreso de vacaciones en Mallorca y de la fracasada venta de la
abuela Mamen, mis padres tuvieron que ausentarse ese fin de semana y nos
dejaron con ella hasta el domingo noche. En la puerta, antes que la abuela, nos
recibió “bienvenido”, el felpudo, (me recordó a su tocayo, el chatarrero de
Mallorca).
Tras
achuchones y besuqueos sonoros de bienvenida y despedidas y de Guillermo "haber
como te portas" por parte de papá, ya dentro de casa la abuela nos dijo:
-Mirad, mi vecino Juan, el
médico, este fin de semana ha ido a un congreso y me ha dejado al cuidado de su
loro, se llama Lucas. Diles algo... ¡hola Lucas!
Lucas era precioso, verde, con tonos rojizos en la cabeza. Miré a mi
hermano y pensé que lo cambiaría ¡ya! por él. No hay comparación, metidito en
su jaula, sin molestar. Lucas nos observaba moviendo su cabeza arriba y abajo,
abajo y arriba, mientras recorría con sus patitas el palo donde se apoyaba, de
derecha a izquierda y de izquierda a derecha, hasta que de pronto dijo:
-¡Hola, gruug, que pase el siguiente, hola, el siguiente!
Okupa, dio un salto hacia atrás pisando el “juanete” de la pobre abuela
a la que se le saltaron dos grandes lagrimones. Por la mañana, después de
desayunar, nos llevó a la
Plaza. a dar un largo paseo por ella, ya que vivía justo
enfrente. Era muy bonita, pequeña y coqueta, había gente sentada en bancos
dando de comer a las palomas, en el medio un pequeño kiosco de hierro y madera
y circundada por jardines. Por el paseo la abuela nos llevaba a cada uno de una
mano y se le ocurrió un juego:
-¡Pan!
-Muy bien, Cris, ahora tu Guillermo.
Y agarraos, okupa dijo;
-Ezternocleidomaztoideo!
¡Toma ya! pensé y lo ha dicho de una tacada. La abuela del susto se
sentó en el primer banco que encontró. Se veía que a mi hermano el golpe de
antes le había ablandado el pequeño cerebro, porque de cabeza va sobradito pero
de seso escaso. Así es, un momento antes el “cabezón”, salió corriendo tras una
ingenua paloma, llamándola ¡Lucaz...Lucaz! y ¡Zas! resbaló y cayó al suelo
¡pobre! Lloraba y lloraba, yo salí corriendo y lo salté, ¡si, lo hice! quería
salvar a la pobre paloma de sus garras. La abuela pensó qué gran hermana era ya
que va a atender a su hermano, pero ¡ja! él no me preocupaba lo más mínimo es
como un “tentempié”, rebota y se recompone en un abrir y cerrar de ojos, ya
estoy acostumbrada, es como un “rotti de pavo. Cuando era un bebé, para verle
la mano, había que subirle la piel de la muñeca, era como un cachorrito de la
raza Sharpei, lleno de pliegues.
Bueno, volvamos a la plaza, salvé a la pobre paloma, Guillermo rebotó y
se puso en pie, la abuela le sentó en sus rodillas y mirándole fijamente le
pregunto:
-¡Guillermo, repite la palabra de antes!
-¿.........?(silencio, miraba a las nubes)
La abuela dijo:
Cuando ella vio el espectáculo
comentó:
El loro Lucas al ver a su dueño,
dijo;
Escuché la voz de mamá que decía:
-¡SOCORROOO...!
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