sábado, 18 de enero de 2014

LA PLAZA



                Un viernes, al regreso de vacaciones en Mallorca y de la fracasada venta de la abuela Mamen, mis padres tuvieron que ausentarse ese fin de semana y nos dejaron con ella hasta el domingo noche. En la puerta, antes que la abuela, nos recibió “bienvenido”, el felpudo, (me recordó a su tocayo, el chatarrero de Mallorca).

                 Tras achuchones y besuqueos sonoros de bienvenida y despedidas y de Guillermo "haber como te portas" por parte de papá, ya dentro de casa la abuela nos dijo:
-Mirad, mi vecino Juan, el médico, este fin de semana ha ido a un congreso y me ha dejado al cuidado de su loro, se llama Lucas. Diles algo... ¡hola Lucas!

                   Lucas era precioso, verde, con tonos rojizos en la cabeza. Miré a mi hermano y pensé que lo cambiaría ¡ya! por él. No hay comparación, metidito en su jaula, sin molestar. Lucas nos observaba moviendo su cabeza arriba y abajo, abajo y arriba, mientras recorría con sus patitas el palo donde se apoyaba, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, hasta que de pronto dijo:

-¡Hola, gruug, que pase el siguiente, hola, el siguiente!

                   Okupa, dio un salto hacia atrás pisando el “juanete” de la pobre abuela a la que se le saltaron dos grandes lagrimones. Por la mañana, después de desayunar, nos llevó a la Plaza. a dar un largo paseo por ella, ya que vivía justo enfrente. Era muy bonita, pequeña y coqueta, había gente sentada en bancos dando de comer a las palomas, en el medio un pequeño kiosco de hierro y madera y circundada por jardines. Por el paseo la abuela nos llevaba a cada uno de una mano y se le ocurrió un juego:

-Vamos a jugar, a palabras de una sola sílaba, como por ejemplo, cal o sal...yo dije:

-¡Pan!

-Muy bien, Cris, ahora tu Guillermo.

 Y agarraos, okupa dijo;

 -Ezternocleidomaztoideo!

                  ¡Toma ya! pensé y lo ha dicho de una tacada. La abuela del susto se sentó en el primer banco que encontró. Se veía que a mi hermano el golpe de antes le había ablandado el pequeño cerebro, porque de cabeza va sobradito pero de seso escaso. Así es, un momento antes el “cabezón”, salió corriendo tras una ingenua paloma, llamándola ¡Lucaz...Lucaz! y ¡Zas! resbaló y cayó al suelo ¡pobre! Lloraba y lloraba, yo salí corriendo y lo salté, ¡si, lo hice! quería salvar a la pobre paloma de sus garras. La abuela pensó qué gran hermana era ya que va a atender a su hermano, pero ¡ja! él no me preocupaba lo más mínimo es como un “tentempié”, rebota y se recompone en un abrir y cerrar de ojos, ya estoy acostumbrada, es como un “rotti de pavo. Cuando era un bebé, para verle la mano, había que subirle la piel de la muñeca, era como un cachorrito de la raza Sharpei, lleno de pliegues.

                   Bueno, volvamos a la plaza, salvé a la pobre paloma, Guillermo rebotó y se puso en pie, la abuela le sentó en sus rodillas y mirándole fijamente le pregunto:

-¡Guillermo, repite la palabra de antes!

 -¿.........?(silencio, miraba a las nubes)

 La abuela dijo:

-Es...ter...no...
      
-¿.........?(silencio, miraba al suelo)

                      Al oír unos ruidos que provenían del baño, desperté, al abrir los ojos y ver mi habitación al amanecer, respiré, todo había sido un sueño, el okupa no podía haber pronunciado tal “palabro”, menos mal sino papá hubiera dicho:

-Este niño, va para...

Me puse las zapatillas y me encaminé hacia el baño, lo que vi no era un sueño ya que me pellizqué una y otra vez, me froté los ojos, no daba crédito a la escena. Guillermo, había sumergido a Lucas con jaula y todo en la bañera con la funda que se le ponía a la jaula por la noche y la balanceaba de un lado a otro sumergida en el agua.

-¡Abuela, abuela, ven, dije!

Cuando ella vio el espectáculo comentó:

-De esto ni una palabra a nadie.

-Vale, respondí a regañadientes.

               Secó a Lucas como pudo y fin de fiesta, muy a mi pesar. El domingo por la tarde, después de comer sonó el timbre, la abuela abrió la puerta, era Juan, el médico para recoger al loro.

-¿Qué tal se ha portado Lucas?

-Bien sin problemas, dijo la abuela.

El loro Lucas al ver a su dueño, dijo;

-¡Hola, Juan...Gruaag! ¿Dónde has estado durante el “maremoto”?...¡Gruaag!

 Escuché la voz de mamá que decía:

-¡Cris despierta, Cris, hija! vamos a casa de la abuela Mamen. Este fin de semana, lo vais a pasar con ella, ya que papá y yo tenemos que salir de viaje, hasta el domingo.

-¡SOCORROOO...!




                   Ana Pérez Urquiza ©

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