Salvattore Di
Cannio sobresalía por sus aptitudes
mentales así como por sus cualidades personales. Desde que era un bambino, le encantaban las
Matemáticas, la Dialéctica, la expresión Artística… Poseía una memoria
fotográfica y un trato apacible. Sus
maestros le apreciaban porque, además, era el Salomón de las peleas. Sus hermanos eran camorristas por naturaleza,
siempre andaban a la gresca con los miembros de otros clanes, y muy dados a los
golpes bajos. Antes de que los
educadores se pusieran en contacto con Don
Salvattore, su hijo Salvattore junior
propinaba unos derechazos a sus congéneres, y susurraba “perdón” a los hijos de
otras familias mafiosas.
Durante los años de
instituto fue cuando el Don Salvattore, el Consiglieri, -el consejero- y el Avvocato, en un triángulo
cerrado, decidieron que el puesto de
sottocapo -sustituto de Don- lo ocuparía Salvattore junior.
El 13 de marzo de
1946, Salvatorre Di Cannio recibió una carta de su hermano Silvester Di Cannio
desde New York: su Sottocapo o
subboss había sido asesinado en un ajuste de cuentas y necesitaba urgentemente
a Salvatore junior para ocupar su lugar, así como para restituir la famar y fortalecer
la economía maltrecha.
Salvattore junior
pudo despedirse de su novia Carlotta Papalopus
en la casita del árbol, de su padre Marcelo.
Las velas extendían una luz tenue desde la alfombra roja hasta el techo. Salvattore y Carlotta se entregaron al
amor tanto tiempo esperado. Las caricias
y besos húmedos se extendieron sobre cada poro de sus cuerpos. La melena azabache y ajazminado de ella iba
soplando, cual brisa, sobre el sudor de su
amor. Sus lenguas iban enrollándose cual víboras constrictoras. Los ronroneos, los jadeos, los ayes se
entrecortaban. Los roces, las
contorsiones les llevaron a una unión perfecta.
No se percataron de los flashes que entraban de entre las tablas de las
maderas. Tampoco sintieron las patitas
de la araña que recorrió sus cuerpos pletóricos.
Su padre le encontró
vestido aún con la piel de Carlotta. Le
ofreció un café y un pasaje en el ferry “Sicilia”. Quería que su hijo gozara de unas semanas de
asueto y total libertad antes de retomar sus estudios, y, sobre todo, de
hacerse cargo de su escalafón en la Cosa
Nostra.
Cada mañana, se
ataba el arnés de su arma y en un auto blindado acudía a una universidad
privada. Como alumno modélico, en dos
años llevó a cabo los estudios de Ciencias Exactas y los de Clásicas.
Los plantíos de
cítricos, con los injertos más novedosos fueron dando esplendor a sus
frutales. La economía abrió nuevos
mercados –en parte también, a los fajos de billetes que llegaban del Cappi di
tutti capi – Salvattore. La fama del
clan Silvester Di Cannio se espumó en parte por el parné pero, sobre todo,
porque, en su día, no tomaron la justicia por su mano por la muerte del subboss Silvester junior.
El porte galante, la faz antaño galante se cubrió de una
careta inexpresiva. Aunque las pequeñas
luchas callejeras, los robos de pequeño calibre eran resueltos por el Capo regime
-capitán al mando de numerosos soldados;- los casos de asesinatos eran
atajados por el Boss, el Subboss y el Consiglieri. Los
Dons menos sanguinarios eran obligados a confesar los crímenes y luego
encarcelados. Sus familias pasaban a la
tutela de Silvester Di Cannio,
Salvattores Di Cannio y el Consiglieri.
Todas las familias de la Cosa Nostra estaban dispuestas a preparar
miembros duros, valientes, leales para lanzarse como “quebrantahuesos” sobre
los clanes más débiles.
Con una economía boyante y los clanes
equilibrados en su poder, Salvattore
junior pudo hacer sus maletas. Con dos billetes, uno de tren y otro de avión para despistar a los de la Cosa Nostra llegó
a su casa en Sicilia. Sólo recibió el
abrazo de Consiglieri y, así con el brazo del anciano sobre su hombro, se dirigió
a la cámara de Don Salvattore - ahora
Capi di tutti capi. Le había dado un
Ictus y estaba catatónico.y, tuvo que
cambiar la máscara inexpresiva por otra lúgubre.
El día de su boda,
le nombraron Don. Su bella desposada,
era siciliana y desempeñaba el cargo de Sottocapo. Era una unión perfecta que alejaría a todos
los carroñeros. El anciano Don
Papalopus -empalagoso y resentido hasta
la médula, guardaba el rollo fotográfico
en el bolsillo interior de su chaqueta-
convidó a los novios a su mansión y
él mismo dio las directrices para adornar la cámara nupcial: Velas suaves,
pilares de Carrara, sedas, organdíes,
bordados; pétalos de rosas rojas sobre ellos, champán francés en la cubitera.
Salvattore se
despojó de su careta funeraria y se entregó a su amada en cuerpo y alma. Su brazo derecho de almohada bajo la bella
cabeza.
Su escultural cara
yacía inerte sobre su bíceps El reloj
señalaba las cinco de la madrugada.
Se vistió de negro,
como la careta. Llegó a la habitación de
Papalopus. El bebé se despertó al
cosquilleo de las patas peludas de la tarántula; la boca de la pistola en la sien, despertó al
Don Papalopus. Las carnes emergieron.,
explotaron Los ojos eran péndulos
horrorizados, viscosos de delante a
izquierda, de izquierda…
San Vicente de la Barquera, a 24 de febrero de 2014
Isabel Bascaran ©
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