Reloj; tu
enemigo. Cada mañana, cuando paras su odiosa alarma, saltando de la cama como
un resorte, a duras penas vas al baño, te sitúas frente al espejo y lo que ves,
¿una pata de gallo más?, ¡pero si ayer no la tenía!
Casa; tu
hogar, si, y la de tus padres. Un domingo por la tarde, estás tumbada en el
sofá después de una movida noche de sábado, suena el timbre de la puerta,
abres, sorpresa, son tus padres con caras angelicales y bandeja de pastelitos
en ristre, te dicen:
-Hemos venido para que no te sientas tan
sola hija. ¡Mira que cara tienes, da asco verte!, ¿ya comes?, es que con esa
manía que te ha entrado de ser independiente.
Y tu madre, dicho esto del tirón para no darte opción de
poder responder, te da un empujón con la bandeja de pringosos pasteles e
irrumpe en tu pocilga, (según ella).
-¿Ves?,
tenemos que venir más a menudo-, (le dice al sufrido consorte, que es tu
padre),- nos necesita, está muy sola la pobre.
Araña;
pues lo siento, no soy como ese Santo que a todas las criaturas las llamaba,
hermano o hermana, ¿y qué parentesco tengo yo con esos horripilantes arácnidos,
hermana araña?, tengo aracnofobia, disfruto rompiendo sus laboriosas telas y
liberando a inocentes mariposas, que hasta creo oír sus vocecillas, clamando
socorro.¿Y si en una reencarnación, por ejemplo, y a mí me pasaría
lo mismo?
Avión;
cuando te encuentras dentro de sus tripas y la azafata comienza con el numerito
demostrativo de brazos al frente, hacia arriba, a los lados... te dan ganas de
ponerte el carnet de identidad entre los dientes, por si a esto le da por caer,
que tu familia, no pase por esos líos tan engorrosos del ADN, ¿y si mi padre,
no lo es?, menudo lío para mi madre, son cosas que se me ocurren, ¿y a mi
funeral, acudiría mucha gente? Me
gustaría que me cantara Elton John, como a Lady Di.
Barco; lo quieres comprar y luego estás loca por venderlo tras siempre
alguna experiencia no precisamente divertida. ¿Y un Crucero en barco?,
¡horror!, después de un madrugón para ver las Pirámides, por ejemplo, y
regresar al barco, extenuada por el calor, el polvo, el animador del barco, se
empeña, en que esa noche en el salón, por cierto insultante para la vista con
cortinajes dorados y rojos, moqueta azul, sillas doradas, en fin, una verdadera
horterada, bueno pues eso que se le ha ocurrido que después de la cena hay
baile y todos disfrazados de egipcios. Y
ahí estás tú bailando la temida Conga, vestida de Nefertiti, agarrando por
la cintura a un señor entradito en carnes que no le conoces de nada, y otro
entradito en años agarrado a ti y pegado como un hermano siamés.
Tren; lo voy a coger en la primera estación donde en mi anden ponga:
“treintañera, soltera, desesperada...” y en el otro anden, destino: “joven
ejecutivo, soltero, alto, moreno, ojos verdes, busca treintañera, soltera
desesperada, para buen fin”.
Árbol; para árbol el de tu vecino, que en verano está cargadito de
melocotones, tus favoritos. Paseando le saludas y comentas lo lleno que está de
frutos y que te encantan, pero te responde que este año son pequeños, a lo que
tu rápidamente dices que te gustan de ese tamaño, pero no recoge la indirecta,
o sí ya que te sale con que a su madre también y que ahora los estaba
recolectando para llevárselos a ella. Solo se te ocurre pensar, tacaño,
madrero, más que madrero, con razón estás soltero.
Ana Pérez Urquiza ©

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