Era un día maravilloso de verano. Decidimos pasarlo junto a
nuestros hijos y unos amigos hace ya unos años en la playa del Puntal, cuando
veníamos a Santander. El barquito estaba a punto. Desde La Marina del
Cantábrico fue una delicia de paseo, amén de seguir hasta ver el Sardinero
desde el mar antes de enfilar al Puntal. Una vez allí, un hermoso paseo por la
orilla pisando las "algas", y recogiendo conchas nos abrió un buen apetito.
Nos fuimos todos al Chiringuito a tomarnos las consabidas
rabas que tanto nos gustan a todos mientras nos hacían una sabrosa paella.
¡Buenísima!. Después de los postres, los señores se pidieron unos whiskys con
"hielo". Los niños correteaban por la playa. De repente empezó a soplar un viento
fuerte y las sillas del chiringuito vacías comenzaron a caer. Unas nubes negras
venían por lontananza. Todo presagiaba el "infierno" de una galerna.
-¡Todos al barco!
Echaron otra ancla por la popa y a esperar que pasase. Pero no pasaba y
arreciaba. Había muchos barcos parecidos
al nuestro y todos a pesar de tener dos y tres anclas comenzaron a garrear y a
irse unos contra otros. A nosotros nos embistió uno con la proa y el nuestro comenzó a garrear contra la
"arena", inutilizando los dos motores.
El "viento" y la lluvia no paraban. Ya se estaba
quedando aquello vacío y todos se iban. Menos mal que un yate más grande que el
nuestro consiguió llevarnos a puerto.
Ja, ja, ja,… Delicioso día de verano en Santander. Por
aquel entonces vivíamos en Madrid, y quisimos olvidarnos por unos días de
los treinta grados a la sombra.
Mª
Eulalia Delgado González ©
Marzo 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario