sábado, 24 de enero de 2015

LA RESACA



         

  Se me acabó el contrato en Alemania.  Durante el período de cinco años, llegué a perfeccionar el idioma, me adapté a su ritmo de trabajo, y conocí a Karin.   Pero tuve que retomar mi antiguo trabajo con la salvedad de que  ahora, era yo el que recibía a los empresarios alemanes y, más o menos, estaba en mis manos el buen hacer de la empresa  “SPANISH GERMAN ELECTRONIC.”

  Desde que regresé, mi relación con Karin se redujo a la conexión a “Skype.”  Al principio el ojo óptico me transmitía una cara anhelante, su mirada era una interrogante que abarcaba casi el espacio visual.  Aquella interrogante ficticia aparecía cada noche, con exactitud germana, a las nueve.
 
  Los Emails de mi amigo Peter me llegaban, también, con asiduidad; me tenía bastante saturado con la misma misiva: “Visita a mi prometida Ann Mary; protégela”  Tanto me rogó que un sábado, a las doce del mediodía, me presenté en su domicilio… Ya a punto de marcharme, abrió la puerta una fantoche: el pelo enmarañado, embadurnadas las mejillas con rímel, el carmín extendido por la acción de las babas. Un sí ronco y maloliente salió de su boca.  Una blusa de seda roja con los botones malamente abrochados dejaba al descubierto sus muslos y sus piernecitas de pajarillo tembloroso.  “Soy Gorka, el amigo de Peter”   -le dije-  mientras le extendía la mano.  Ella me saludó con  la suya trémula y fría cual témpano; la mano izquierda se la llevó al estómago; sabía lo que se avecinaba por lo que me compuse.  Se marchó acurrucada, arrastrando los pies, expulsando arcadas y ventosidades.  Pero dejó la puerta abierta...

  Recién llegué a casa, me senté ante el ordenador.  “¿Y qué le contaba yo, ahora, a Peter?”  “¿Qué su novia se moría de la nostalgia?”  “¿Qué estaba hecha un guiñapo?” Podía decirle que me había subyugado…

  Agarré la correa de Blacky y salí a dar una vuelta en la tarde noche estival, a ver si el aire me borraba la tétrica, pero imantada imagen, antes de conectarme.  De  vuelta, la noche era aún más negra. ¿NEGRO sobre NEGRO PODRÍA RESULTAR DIÁFANO?
 
  Pasé todo el aciago domingo en la cama.  La cabeza a punto de estallar; aunque nunca lo había oído, quizá, la resaca también fuera tan contagiosa como la gripe.

  El lunes, tras diez horas de traqueteo cerebral volví con Blacky a merodear por los alrededores de Villa Tristeza.  Tampoco llamé a Karin; su cara ya no me decía nada, y estaba vacío de palabras dentro de la complejidad de mi mente.   ¿Y a Peter?...  ¿Le diría la verdad?

    Por fin, Blacky encontró el momento y su lugar.  Encendí un dopante cigarrillo mientras el perro se aliviaba.  La estrellita del pitillo iluminó  una cara preciosa, el pelo recogido en cola de caballo, lucía un chándal azul cielo.  Aspiré el tabaco para que saliera el sol: sí era ella…

      San Vicente de la Barquera, 9 de enero de 2015
                  Isabel Bascaran ©

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