Se vuelve la conciencia una
resaca,
un cúmulo de anclajes y
mareas,
que llenan y te inundan de
recuerdos
y luego te enloquecen la
conciencia.
Es duro definir a las resacas
y más cuando las miras desde
cerca,
en esa playa dulce de tu vida
y a veces caminando por la
arena.
A veces se apoderan de tu
cuerpo
y llegan con jaranas y con
fiestas,
quizás porque emborrachan los
sentidos
haciendo que perdamos la
cabeza.
Un manto de neblina nos
abraza
e impide que veamos con
certeza
las notas que la vida nos
transmite,
difusas y carentes de su
esencia.
Se vuelve el corazón una
coraza
y traza en sus latidos la
frontera,
la raya indivisible de lo
eterno
y el verso tembloroso de un
poema.
Se queda una canción entre
los labios
ahogada por el grito que no
espera,
la voz de la resaca va en
aumento
y surge en un abrazo de la
tierra.
Entiendo al corazón
acobardado
y pienso, ¡cómo no!, en su
paciencia,
me admiran el tic-tac de sus
latidos
y el dulce cosquilleo de sus
venas.
Aflora la resaca hasta los
ojos
que miran y suplican a la
estrella,
le piden por favor una
limosna
y un beso de la luna tan
traviesa.
"...Devuelvo la
conciencia a su destino,
al verso y a la pluma del
poeta,
prefiero dormitar con las
resacas
a ser la marioneta de unas
letras..."
Rafael Sánchez Ortega ©
11/01/15
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