viernes, 15 de mayo de 2015

EL MARJAL



                                        

               Una mañana de Abril, en que el sol nos regalaba sus primeros rayos dorados y estábamos disfrutando la llegada de la primavera en casa de la abuela Mamen, desayunando en el jardín, la primavera, despuntaba en cada rincón, los tulipanes lucían con toda su belleza, las margaritas, agradecidas, ante los rayos del sol, se habían abierto tras la noche fría, aún con gotitas de rocío, el arce estaba repleto de pequeñas hojas y en sus ramas piaban y trinaban pajarillos alegres, saltando de rama en rama. ¿Bonito, no es verdad? Sí, demasiado para mi familia.

        En esa plácida mañana primaveral, irrumpió un coche de policía; nos sobresaltamos y hasta los pájaros enmudecieron.

        -Buenos días señores.

        -Buenos días -respondió papá-. ¿Qué se les ofrece señores?

        -Vera -respondió uno de los dos policías-, hemos recibido una llamada de un niño que precisaba nuestra ayuda, ha dado esta dirección y nos hemos presentado lo antes posible.

        -¿Un niño les ha telefoneado desde esta dirección?

        -Me temo que así es señor, hemos comprobado el número de teléfono y concuerda con esta dirección. Al preguntarle su nombre, ha respondido, que se llama Guillermo y que está aquí. "Necesito su ayuda", nos ha dicho, vengan cuanto antes y ha añadido que tiene un problema. Y claro tratándose de un menor ¿Qué está pasando aquí?

        -Ignoro qué está pasando, pero les aseguro que va a pasar -dijo papá dirigiéndose hacia casa.

        Aguardamos expectantes y en silencio que la abuela rompió diciendo:

        -¿Desean tomar un café, amables agentes de la ley y el orden?

        -No, gracias señora, estamos de servicio.

        -Sí, es verdad el café, es un vicio, pero tomen, tomen ¿y una pastita?

        Papá regresó con Guillermo y Mía, nuestra perrita, que salió alborozada al encuentro de los policías. Mi padre, se dirigió al okupa con el ceño fruncido:

        -A ver, Guillermo ¿Has llamado a estos señores, para qué?

        -Sí, les he llamado yo solito, porque la policía lo soluciona todo y vi el número de urgencias, decía que si tiene algún problema llame al cero noventa y uno, y es lo que he hecho ya que tengo un problema.

         -¿Y cuál es ese problema? ¡Guillermo, por dios! -dijo mamá sonrojada. Okupa respondió:

         -Tengo un problema de Matemáticas, “mu”, pero que, “mu”, gordo. El problema dice: Si tienes cinco manzanas, te comes dos y otra tu hermana, ¿Cuántas manzanas te quedan? A mí, no me gustan las manzanas y a Cris, tampoco, ¿Qué hago? Pues, eso, llamar a la Policía “arreglaproblemas”, la Seño de “Mates” nos dijo que es para mañana.

          Este okupa, una vez más, se ha metido en un marjal muy pantanoso, no sé como va a salir de esta, pensé yo.

         -Guillermo ¿Cuántas veces te he dicho, que con el teléfono, no se juega? - dijo mamá.

         -Tu dijiste que si necesitaba ayuda llamara a alguien ¡Sólo tengo cuatro años!

         -Sí, pero en este caso, no a la Policía -dijo mamá.

         -Señores -dijo papá muy agradecido-, han cumplido con su deber, del mío me encargo yo. Guillermo, estás castigado, hasta el Juicio Final. Okupa respondió:

         -Yo, no os entiendo a los mayores, ¿Qué hago con las cinco manzanas señores policías, les gustan las manzanas?
        

 Ana Pérez Urquiza ©

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