viernes, 15 de mayo de 2015

MARJAL




            Un mes arrastrando la palabra. No. Nunca la había escuchado hasta el día  en que Rafael la puso como tema obligado para el futuro taller. Marjal… marjal… No; no me decía nada. Y tampoco encontraba en ella el detonante que me empujara a escribir. Y eso que escribir me cuesta poco; pero siempre hay un motivo que me empuja: me vale para ello cualquier cosa; especialmente  recuerdos.  Será porque con el paso del tiempo van quedando archivados, amontonados unos sobre otros en el cajón sin fondo de mi memoria, y de vez en cuando tiro del hilo que asoma, y hala, el relato fluye. Otra vez puede ser una situación imprevista, una expresión cazada al vuelo, la ráfaga de un perfume evocador…

            Entonces me pongo a escribir sin pensar si aquello puede interesar o no a un hipotético lector, porque lo único que me importa en ese momento es ir desgranando letras y divertirme entrelazando palabras…   Pero cuando te ponen un tema, es otra cosa.

            La inmediata fue acudir al diccionario, para al menos saber de donde procedían los tiros. Y aprendí que marjal es una zona húmeda, generalmente cercana al mar, y de gran riqueza tanto en flora como en fauna…   De repente en la pantalla de mi cerebro apareció la imagen de las Pedreñeras del otro lado de la bahía de Santander, arañando el fango de su marisma, y aparecieron cestos llenos de almejas preciadas como auténticas perlas.  Pero creo que esto tampoco respondía muy  de acorde con aquello del verdadero significado de la palabra marjal.

            Y mira tú por dónde, así,  a lo tonto, cuando ya dejé de pensar en la palabreja,  me dí cuenta de lo que realmente era para nosotros el marjal: Era el punto de unión, la cita, la convocatoria, de toda esa gente buena que sois los componentes del Taller de Escritura de la Biblioteca Municipal de San Vicente de  la Barquera. ¡Viva el Marjal, y  viva el Taller! Os quiero, coño.

Jesús González ©

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