lunes, 11 de enero de 2016

LA LUZ DE LAS SIRENAS

Desde que soy pequeña me han fascinados las historias fantásticas y los seres mágicos, sé lo que estáis pensado, que a los niños le apasiona todo aquello que no pueden entender, pero era tal mi afición y amor a la magia que recuerdo que una mañana, cuando yo tenía 7 años me peleé con mi mejor amigo David, le empujé tan fuerte que cayó de cabeza a un pequeño estanque, que estaba al lado de donde jugábamos; como consecuencia se partió un paleto y desde entonces “zezea” parece que le estoy viendo lleno de barro y diciendo

zizi te vaz a enterar.

Aunque si le preguntas a él, fue que se tropezó y no que una niña le pegó.
Pero como os iba contando era una gran defensora de la magia y toda la culpa la tenía mi padre. Todos los días, al irme a dormir, llegaba con un gran libro, era más grande que mi carpeta de ir al colegio, tenía una cubierta de color vino, comida por la humedad y en medio de ella, unas letras doradas que ponían  “Mundos de Leyendas”. Él me leía dos páginas y luego me daba un beso de buenas noches. Cuando aprendí a leer hicimos un trato que él me leería tantas hojas como yo le leyera a él cada noche. A los pocos años me aprendí todas las leyendas de memoria  y mi padre empezó a tener que improvisar. Las primeras improvisaciones os podéis imaginar eran… las mismas historias, nada más que en un lugar diferente y cambiando de nombre, pero desde la noche en la que cumplí diez años todo cambió, las leyendas empezaron ser magnificas, la de aquella noche fue la  luz de las sirenas.

         “En un pequeño puerto pesquero, vivía una joven costurera de redes, desde bien          pequeña cosía y arreglaba las redes del barco del capitán “Media noche”, (le llamaban          así porque su barba era de un color gris perla su melena negro azabache).

         Todas las mañanas Alana, que así se llamaba la joven, soñaba con conocer todos los          océanos porque su pequeño mar “Brático” se le había quedado pequeñ; estaba          enamorada del mar, de los peces, de los arrecifes de coral, pero sobre todo de las          sirenas. Se podía pasar horas y horas escuchando al viejo capitán “Media noche” contar          como había rescatado a una joven sirena de las redes de un barco oriental , o la primera vez que vio una sirena nadar con los delfines en los mares del nuevo mundo…
         Una mañana, mientras Alana estaba sumergida en su mundo, una escama de color gris-verdoso, (como el mar), la sacó de su sueño, no por el color sino por el tamaño. Era          más grande que su mano, y sin pensarlo dos veces la guardó en su roído delantal. Ella    la había encontrado. En la noche la pondría debajo de la lupa de papá, ahora tenía que        seguir con la faena. “¿De qué ser será esa escama?”, Pensó.

         En cuanto la sirena del muelle informó que era hora del fin de la jornada, salió          corriendo todo lo que daban sus pequeñas piernecitas hacia su casa, llegó sin respiración y no le dio ni un beso a su madre que estaba cocinando como siempre,   subió las viejas escaleras de dos en dos esquivando todos los agujeros con gran     maestría; entró en la habitación de sus padres, cogió la lupa y se encerró en ella.

         Tras pasarse cinco minutos mirando su nuevo tesoro, bajo la lupa y la luz de una vela,          lo tenía clarísimo esa escama era de una sirena no había duda, conocía todas las          especies de peces de su pequeño mar “Brático” y ninguno era tan grande para tener una          escama de tal tamaño y el color tampoco era muy corriente.

         La puerta de su cuarto se abrió y, tras ella, su madre con el labio fruncido le decía que          esas no eran formas de entrar en casa. Alana intentó explicarle que había encontrado          un tesoro, pero su madre le dijo que se dejara de fantasías y que le llevase la cena a su padre al faro.

         A regañadientes, aceptó cogió la pequeña bolsa de tela con la fiambrera y le dio un beso a su madre y comenzó el pequeño viaje de diez minutos hasta el faro. Al llegar, su     padre, con perfecta barba rojiza y arreglada le esperaba con una          sonrisa; ella le contó lo que había encontrado y que estaba segura de que era de una       sirena, además le explico que su madre no le había creído, diciendo que eran fantasías, según          ella.

         - Cariño, no es así mamá sí te cree es más por eso te ha mandado a que me traigas la          cena al faro, normalmente es ella quien me trae la cena y no tu mi niña.

         -Igual tienes razón, pero ¿Cómo me ayuda traerte la comida?

         -Ven, siéntate conmigo pequeñaja, cenemos juntos porque mama ha puesto cena para          dos, sabía que tardarías en bajar y resuelvo tu misterio.

         -Vale, la verdad es que sí tengo algo de hambre.

         - Alana, tú sabes qué trabajo tengo y lo que hago ¿verdad?

         -Claro, -dijo con una sonrisa que le recorría toda la cara, -eres farero ayudas a que los          barcos sepan donde esta tierra.

         -Eso es mi niña, pero hago algo más.

         -¿Haces algo más?, -Con cara de….  -Me  estas engañando.

         -Sí, le doy color  a las profundidades del mar con la luz de las sirenas.

         -¿Cómo? Papá, me estás mintiendo y mamá dice que las mentiras no se dicen que nos          crece la nariz como a Pinocho.

         -Escúchame pequeña, déjame que te lo explique y luego te dejo que me preguntes lo que tú quieras, ¿vale?

         Mira, con la luz del faro indico a los barcos donde estála tierra para que atraquen, eso es          verdad, pero además yo enfoco la luz a sitios muy concretos en el mar. Y dependiendo a          donde enfoco la luz ,ésta hace que las colas de las sirenas tomen un color u otro          porque, si no lo sabes, las sirenas nacen con sus colas del color del mar como la escama         que tú encontraste, para que nadie pueda verlas hasta que sean adultas y en cuanto          alcanzan la madurez se pone bajo la luz del faro y estas les da su color.

         -¿Y para que quieren su color? ¿Cuántos colores hay? ¿Has visto alguna sirena?

         -Haber, quieren color en sus colas porque dependiendo qué color tengan podrán          hacerse cargo de una cosa u otra del océano, por ejemplo las sirenas de color verde son las encargadas de las algas y el plancton, las de azul oscuro de los peces de gran      tamaño, las rojas se encargan de los corales y así… infinidad de colores y además sin el         color de las sirenas el mar no tendría color pues las sirenas son las encargadas de que, el color del marsea azul.

         -He visto muchas sirenas, pero solo los fareros tenemos ese privilegio, porque sino la          gente las pescaría y los océanos dejarían de ser como son.
         -Papá no me puedo creer que tengas el mejor trabajo del mundo, yo quiero ser farera y          prometo guardar tu secreto para siempre.

         -Cariño, sé que guardarás el secreto pero no es solo mío, todos los fareros del mundo          tenemos el mismo trabajo yo solo me encargo de un trozo del mar … los océanos son          muy grandes.

         Y tengo que darte una mala noticia, tu tesoro, tienes que dármelo, no es tuyo pertenece          al océano. ¿Me lo das?

         -Claro papá, toma y sacó su tesoro del viejo delantal, pero prométeme que cuando sea          farera me lo devolverás. -Dijo alana con una sonrisa de pillina

Y aquí acaba la leyenda de la luz de las sirenas, espero que os gustase y forméis parte de los defensores de la magia.

Mañana por la noche os contare otra leyenda.


Jezabel Luguera ©

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