sábado, 23 de enero de 2016

EL LIBRO

EL LIBRO
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            Peliagudo el tema. ¿qué puede decirse que no se haya repetido ya mil veces, sobre el libro? Los libros me acompañaron toda la vida.  Nada más nacer, me inscribieron en uno, y nada más morir, lo certificarán en otro.  Y entre el que me dio la bienvenida, y el que me despedirá para siempre, hubo cientos de ellos que me ayudaron a ser persona: El más antiguo que recuerdo, creo que se llamaba “Rayas”. Me sirvió para aprender en él el nombre de cada letra, y también me sirvió de modelo para aprender a escribirlas. ¿O fue “Palotes”, quien  me mostró los trazos que debía utilizar para escribir aquello de “Mi mamá, me mima”?
            Más tarde llegó el “Para mi hijo”. Un libro de lectura adaptado para todos los años de la vida escolar de un niño, del tiempo aquél en que yo lo fui. Un libro entrañable que comenzaba con cuentos simples, (para la fácil  compresión de los pequeños), impresos con grandes letras, y terminaba con historias ejemplares escritas con letras de calibre normal  11 o 12, capaces de hacer pensar sobre el tema narrado, a niños de doce a catorce años… Empezaba  con “El niño enfermo”; hacia el medio “El indio goloso”, “Mejor aún…”, “El racimo de uvas…”
            También fue libro la “Enciclopedia Escolar” donde se condensaban las distintas asignaturas obligatorias de la época. Y la “Historia de España”, la “Historia Sagrada”, y el “Catecismo” del padre Astete.
Sucedáneos del libro fueron en mi infancia el “TBO”,  los cómics de “Roberto Alcázar y Pedrin”, o“El Guerrero del Antifaz”, que no llamábamos cómic, sino  chistes, o cuentos de dibujos…, pero que alimentaron mi gusto por la lectura hasta que, pasando por los diminutos  “Cuentos de Calleja”, salté a las maravillosas aventuras de “Sandokan”,  “el tigre de Malasia”, y  “La Mujer del Pirata”, con Emilio Salgari, o a las de capa y espada como “El Cisne Negro”, o “El CapitanBlood”, que con tanta maestría me relató  Rafael Sabatini…
            Y a partir de ahí, lo que cayera en mis manos. Nunca demasiado, y jamás atracones literarios. Siempre a un ritmo lento, pero constante. Cada libro es una joya, y aún cuando  también  existen los de oropel, siempre se  puede descubrir  en ellos,  puntos  brillantes de  fantasía.
            La simple estructura de un libro, me atrae como el imán  atrae al metal.  Porque siempre  es maravilloso y sorprendente que, con solo veintisiete letras repetidas cientos o miles de veces sobre un montón de hojas de papel en blanco,  pueda conocer desde  la historia del Universo, hasta el más recóndito sentimiento de un poeta soñador…

Jesús González ©

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