jueves, 3 de marzo de 2016

EL ENCUENTRO



EL ENCUENTRO
Esta vez me va a pillar el toro. Entre los ensayos del teatro y, ahora, el viaje a Tenerife, se me está echando encima la fecha del Taller de Escritura y aún no sé ni de qué voy a escribir. “El encuentro”… Pues como no se me ocurra pronto un tema, va a ser un encuentro muy breve. Algo habrá que hacer, no voy a presentarme en blanco. Podría dedicarme a relatar lo que veo durante estos días de vacaciones, pero entonces me van a decir que estoy copiando a Jesús, que, cuando se va a Mallorca o a Salou, nos cuenta hasta la marca del papel higiénico que se gastan en el hotel. Paso, paso… Hombre, también podría escribir algo sobre ese pajarito que está paseándose por la barandilla del balcón de mi habitación, pero tampoco: igual se piensan que me ha escrito el relato Laly y ya sabemos cómo son en estos pueblos, que enseguida se inventan que tenemos un rollo oculto por ahí. Paso, paso también, que no quiero líos con la parienta, que es pequeñaja, pero matona. Así que, al pajarito, ¡que le den! ¡A ver si voy yo a buscarme ahora un lío por una mierda de pajarito! Mira, voy a tomarme un lingotazo de whisky de malta, que está de muerte, y voy a dejar que la imaginación fluya libremente.

¡Qué bueno está, el puñetero! Ni bourbon ni whisky irlandés ni Dyc ni monsergas. Donde se ponga un buen malta escocés, los otros no tienen nada que hacer. Vamos a tomarnos otro y a escribir como un descosido.

Ahora sí, ya noto que me llega la perspiración. El pajarito sigue ahí tocando las cantimploras. Pues si piensa que le voy a echar migas, va iluso perdido. No me sirve ni para escribir sobre él, la madre que lo parió. Qué me importa a mí el pajarraco ése… ¡que te largues de una vez, hombre! Déjame en paz… Me voy a tomar otro whisky, a ver si se me pasa el mal humor que me ha creado el puñetero pájaro y me concreciono de una vez.

¡Buah! ¡Qué pasada! Cómo rasca cuando cae gaznate abajo. Y da un calorcito… Ahora sí, ahora sí que estoy preparado para transcribir lo que sea. ¿Dije transcribir? Bueno, algo así, ya me entenderán. Para qué detenerse en pijadas cuando uno está lanzado. Ahora sí que estoy sembrado. Si tuviera el ordenador… Pero, claro, todo son dificultades para el creador: ahora tengo que escribir con un puto boli y un folio del hotel, como si fuera un matado primitivo. ¡Si ahora ya no sabemos cómo se escribe a mano, tíos, que eso está anticuado! Ahora, teclado, como Dios manda: a lo moderno. Pero, aquí, me las he de arreglar con boli y papel, manda huevos. Suerte que estoy perspirado y ahora voy lanzado. Agarro el boli y voy a parir historias por un tubo: de pájaros, de paisajes o de amaneceres, como la Laly.

El malta hay que beberlo sin agua, a ver si os enteráis, que hay horteras que le echan hielo como si fuera whisky de garrafón y se quedan tan frescos, como si bebieran tinto de verano o un calimocho. ¡No te fastidia! ¡Cómo va a ir bien el mundo así!

No me lo puedo creer. Se había largado y ya ha vuelto otra vez. ¡Pero vuela ya, pajarraco estúpido, que me tienes hasta los gemelos! Porque no tengo una piedra, que si no, os juro que a este gilipollas lo mato yo de una pedrada en todo el morro. Mira, me ha vuelto a poner de mala uva. Me tendré que poner otro whiskorro, que así, con estos nervios, es imposible escribir. ¿Era escribir o transcribir? Bueno, qué más da: los dos, y ya está.

¡Ups, qué rico! Es una cosa… Bueno, ¿a qué estábamos? Tenía yo algo pendiente, pero se me ha ido el santo al cielo. Me pasa, me pasa. Igual empiezo a tener Alzheimer. Estoy yo preocupado, no es broma. ¡Ay, la leche! ¿Y eso qué es? Yo juraría que es un pájaro, pero lo mismo es una boñiga, porque no se mueve. ¡Y a mí, qué! Yo, a lo mío, que ya me acuerdo qué era lo que tenía pendiente. Agarro el Bic de las narices y voy a componer un poema que se va a cagar el Foncho. Sólo que yo paso de rimas entonantes, concordantes, transeúntes o como se llamen. A mí me van las rimas altisonantes y, además, voy a componer una obra de marte que lo mismo se lea al derecho que al revés que de lado. Se va a enterar la listilla de la Lines: cuando la vea se va a fumar hasta el móvil.

¡Cagonlamar! ¿Quién habrá sido el imbécil que ha cerrado el cajón de la mesita de noche dejándose mi dedo dentro? ¡Qué daño! Así no hay forma de reescribir, ¿eh? Así que tendré que tomarme otro lingotazo de la botella del escocés ése, para que se me pase este sufrimiento y me vuelva la contracción. ¿La contracción? Bueno, era algo así, ¡y qué más da!

¡Ay, qué bien me he quedado! Ya estoy a punto, ahora voy lanzado. ¿Pero dónde cóño he dejado yo el dedo? Juraría que lo había dejado encima del folio, ¿no? ¿Y cómo escribo yo ahora sin mi dedo? ¡Ah, sí, mira: ahí está! Montblanc, nada menos, que me lo regaló la parienta cuando aún movía la colita para hacer méritos. Si es que todas son iguales… No se puede uno fiar. De todas formas, ¡para lo que lo quiero! Si es que no sé de qué escribir, no hay forma de que me llegue la respiración. De momento, iré haciendo la lista de la compra, que después se me olvida todo. Claro, que no tengo ni idea de lo que hay que comprar, así que, de momento, apuntaremos una botella de whisky, que me parece que la parienta debe de darle cuando no la veo, porque está ya casi vacía, y a mí que me registren.

¡Anda, una boñiga en el alféizar de la ventana! ¿Cómo habrá llegado la vaca hasta un tercer piso? Tengo que preguntarle a Jesús, que de esto entiende un huevo, si hay vacas que vuelan, porque esto es raro, raro… ¡Oye, que se mueve la boñiga! ¡Hostia, que se ha echado a volar! De verdad os lo digo: yo no vuelvo por Tenerife en mi vida, que aquí debe de haber emanaciones del volcán ése, que encima no vale un pepino, y te alteran el cerebro y así no hay quien se reconcentre. Lo cuento al volver a San Vicente y me toman por loco. Igual se piensan que iba bebido.

¿Sabéis qué os digo? Que paso de escribir nada, porque, además, este folio canario tiene una forma muy rara. Yo nunca había visto antes un folio que estuviera enrollado y tuvieras que ir tirando de él y que tuviera agujeritos de vez en cuando para que se rompiera página a página. Y, por otra parte, esto me parece a mí que no es una mesa de escribir muy habitual, ¿eh? Será cosa de los guanches o de lo que sea, pero esto, más que una mesa como Dios manda, tiene toda la pinta de ser un retrete. ¿Y cómo escribo yo un poema bicéfalo, o troglicérido o cuadrúpedo bipolar o como se llame, sentado en un escritorio con un boquete en medio? ¡Y, encima, sobre una boñiga que vuela!
¡Hala, se acabó! Que les den a todos. Paso de escribir. Yo me voy a tomar un trago, que ya va siendo hora, porque me siento el gaznate seco, y que se lo monten ellos solos, que ya son bastantes. ¡A más ver!

José-Pedro Cladera ©

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