jueves, 3 de marzo de 2016

EL ENCUENTRO




UNA TARDE DE TORMENTA
Al abrir los ojos nada me resultaba familiar, también la falta de luz acrecentaba esa sensación de no saber donde estaba.

Solo escuchaba clac, clac, clac, clac…. Ese sonido, sí que era familiar para mi, era el de agua y a veces hasta granizo golpeando en un cristal, con ayuda del viento.

Ya tenía algo de idea de donde me encontraba, en algún lugar con ventanas y tiempo de tormenta.

Al clac, clac de antes se le sumaron siseos del viento acompañados por sonidos de truenos cada vez más continuados, la verdad parecía una orquesta tocando y cada vez se le sumaban más instrumentos (sobre todo de viento y percusión).

Intenté alcanzar la ventana y así poder ver el paisaje y reconocer algo del mismo para poder tramar una plan de huida. Pero me fue imposible alcanzar la ventana y no porque estuviera muy lejos o atada, sino porque una extraña tela cubría todo a mi alrededor, en forma de cúpula. No me permitía levantarme, podía  si moverme, mi prisión tenía limites, intente quitarme la tela de encima pero parecía pegada al suelo era como una cueva en la que solo había un habitante, “yo”, y ninguna puerta.

Fuera de mi cueva/prisión escuchaba como la tormenta aumentaba y aumentaba, la orquesta estaba en el momento álgido y yo encerrada, a oscuras, en mi cueva de tela.

Cuando desistí de buscar una salida me di cuenta de que no se estaba tan mal en mi prisión, había calor y nada de humedad, eso si no había comida por ningún lado y mi tripa había empezado a rugir, “y ¿ahora qué hago?”, -pensé.
Pero en ese preciso instante, una silueta apareció de la nada y con ella un olor… a chocolate caliente; cuando me disponía a atacar a mi atacante me desarmo con un….
-         Trasto, ¿qué te parece si abandonamos tu tienda de campaña?, que tu abuela nos va a matar si ensuciamos su manta, y merendamos un poco de chocolate.

Jezabel Luguera ©

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