sábado, 7 de mayo de 2016

OLVIDO




UNA INYECCIÓN DE OPTIMISMO

            Me llegó el aviso de la compañía aseguradora, de que pasaban al cobro  el recibo anual de mi coche, y como no tenía otra cosa mejor que hacer,  estudié detenidamente el contenido de dicho aviso.  En él figuraban todos los datos del mundo, menos lo que realmente le interesa saber al paganini: El importe a pagar. Como decían  los viejos de mi pueblo, esto me olió a “cuernuquemáu”.

            Supuse, no sé si para bien o  para mal, que no lo ponen para que no hagas mucho  caso al papel, y  el recibo se pague sin más contemplaciones.  Yo agarré el teléfono: “¿Porqué no hacéis constar en el aviso el importe a pagar?”   Y una voz acelerada, me respondió tratando de ser simpática:  “No es costumbre. Pero ya que llamó le voy a comunicar que  ese precio, este año le va a cubrir también…”

            Y como uno es viejo para algo, no la dejé terminar:  “No sigas, que lo sé. Me va a cubrir algo que no necesito, y por lo tanto no lo quiero. Mira muchacha, dime el importe, que es lo que me interesa, y no me paséis el recibo hasta que dé  mi conformidad: - “Son cuatrocientos cincuenta euros”, pero si usted no está conforme, yo ya no puedo hacer nada, el envío ya está en marcha”

            Pues si tú no puedes, lo haré yo. Y todo decidido fui al banco y di orden  de no pagarle.  A continuación me fui a otra casa aseguradora, y en las mismas condiciones, solucioné el asunto por trescientos noventa euros. ¿Qué no es mucho el ahorro?  Pues sesenta euros del ala, que si a ti te sobran, yo te digo a quien se los puedes regalar.

            Pero no fue esta la inyección del tema. La inyección fue que ayer tarde me llama la señorita de mi nueva aseguradora, y me avisa: “Jesús, no sé si te has dado cuenta, pero tienes el carné de conducir caducado hace tres días”.             

         ¡Ridiola!  que dicen los de Pedrola.  Tres meses pendiente de renovar el carné, y se me olvida  precisamente en el momento de hacerlo.  Es curioso esto de los olvidos: Una cosa que está latente en tu mente, y de repente, cuando llega el momento de ejecutarla, ¡adiós!

            Hoy, a primera hora ya estaba yo en Cabezón de la Sal donde el Psicotécnico para renovarle.  Como comprenderás, yo llevaba encima mi jindama, pues con los ochenta  y cinco cumplidos, y las noticias recientes y a nivel nacional de que un octogenario atropelló a unos ciclista, ya me dirás…

            Me hizo unas pruebas de conducir dos coches a un tiempo por dos carreteras que se juntaban, se separaban, curva a la derecha del uno, mientras el otro lo hacía a la izquierda…  Unas cuantas cosas más, y me dijo: “Te voy a dar el permiso de conducir, hasta los noventa años. Tienes unos reflejos, que ya los quisieran para sí, muchos con diez o quince años menos.”            

 Y salí de allí con una euforia, que me dieron ganas de coger el bastón y tirarle al tejado de la iglesia,  que estaba enfrente.  No lo hice por miedo a tropezar con la cáscara de una nuez, e irme de morros sobre el pavimento, que si no…

Jesús González ©


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