UNA INYECCIÓN DE OPTIMISMO
Me llegó el aviso de la compañía
aseguradora, de que pasaban al cobro el
recibo anual de mi coche, y como no tenía otra cosa mejor que hacer, estudié detenidamente el contenido de dicho
aviso. En él figuraban todos los datos
del mundo, menos lo que realmente le interesa saber al paganini: El importe a
pagar. Como decían los viejos de mi
pueblo, esto me olió a “cuernuquemáu”.
Supuse, no sé si para bien o para mal, que no lo ponen para que no hagas
mucho caso al papel, y el recibo se pague sin más
contemplaciones. Yo agarré el teléfono:
“¿Porqué no hacéis constar en el aviso el importe a pagar?” Y una voz acelerada, me respondió tratando
de ser simpática: “No es costumbre. Pero
ya que llamó le voy a comunicar que ese
precio, este año le va a cubrir también…”
Y como uno es viejo para algo, no
la dejé terminar: “No sigas, que lo sé.
Me va a cubrir algo que no necesito, y por lo tanto no lo quiero. Mira
muchacha, dime el importe, que es lo que me interesa, y no me paséis el recibo
hasta que dé mi conformidad: - “Son
cuatrocientos cincuenta euros”, pero si usted no está conforme, yo ya no puedo
hacer nada, el envío ya está en marcha”
Pues si tú no puedes, lo haré yo. Y
todo decidido fui al banco y di orden de
no pagarle. A continuación me fui a otra
casa aseguradora, y en las mismas condiciones, solucioné el asunto por
trescientos noventa euros. ¿Qué no es mucho el ahorro? Pues sesenta euros del ala, que si a ti te
sobran, yo te digo a quien se los puedes regalar.
Pero no fue esta la inyección del
tema. La inyección fue que ayer tarde me llama la señorita de mi nueva
aseguradora, y me avisa: “Jesús, no sé si te has dado cuenta, pero tienes el
carné de conducir caducado hace tres días”.
¡Ridiola! que dicen los de Pedrola. Tres meses pendiente de renovar el carné, y
se me olvida precisamente en el momento
de hacerlo. Es curioso esto de los
olvidos: Una cosa que está latente en tu mente, y de repente, cuando llega el
momento de ejecutarla, ¡adiós!
Hoy, a primera hora ya estaba yo en
Cabezón de la Sal donde el Psicotécnico para renovarle. Como comprenderás, yo llevaba encima mi
jindama, pues con los ochenta y cinco
cumplidos, y las noticias recientes y a nivel nacional de que un octogenario
atropelló a unos ciclista, ya me dirás…
Me hizo unas pruebas de conducir
dos coches a un tiempo por dos carreteras que se juntaban, se separaban, curva
a la derecha del uno, mientras el otro lo hacía a la izquierda… Unas cuantas cosas más, y me dijo: “Te voy a
dar el permiso de conducir, hasta los noventa años. Tienes unos reflejos, que
ya los quisieran para sí, muchos con diez o quince años menos.”
Y salí de allí con una euforia, que me dieron
ganas de coger el bastón y tirarle al tejado de la iglesia, que estaba enfrente. No lo hice por miedo a tropezar con la
cáscara de una nuez, e irme de morros sobre el pavimento, que si no…
Jesús González ©
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