martes, 1 de noviembre de 2016

GAFAS

     LAS GAFAS                 
 Resultado de imagen de HUELLAS DE PIES AZULES SUELO
                    Es primavera, tenemos pintores en casa. A mamá se le ha antojado, cambiar el color de todas las habitaciones. Lleva convenciéndole a papá varios meses, a él siempre le parece que todo está bien, pero por no oírla, al final, claudicó.

                     Pidieron tres presupuestos, en esto, es en lo único que intervino papá, bueno porque, mamá le dejó. De los tres, optaron por “EUTIQUIO’S” PINTORES, ¡sí, sí, como suena! con genitivo sajón y todo. Una mañana, a primera hora, llegó EUTIQUIO’S con su equipo de pintores, osea, él y su cuñado, claro al ser dos era plural, por eso lo de “Pintores”.Lo hicieron, en una furgoneta destartalada, blanca y verde. Digo verde porque al blanco original le estaba invadiendo el verdín por todos lados. Mamá, les hizo pasar.

                      -Bueno Eutiquio, empiecen por esta habitación, la del niño, quedamos en un azul celeste.

                       -Si señora, usted manda.

Eutiquio’s, era de mediana estatura, flaco, vestía un buzo que quizá en su día fuera blanco, pelo canoso con rizos, un gran bigote, debajo unos dientes como un acordeón abierto, pero lo que más resaltaba en su cara eran los “quevedos”, que no gafas, ya que se parecían más a ellos. Las antiparras de Eutiquio’s, consistían en dos cristales redondos, unidos por una montura con un trozo de esparadrapo, tras las lentes unos grandes ojos, debido al aumento. Se quitó la gorra en la que ponía; “Viva el Betis m´an que pierda” se rascó la cabeza y mandíbula hacia fuera y dijo:

                        -Yo pondría gotelé ¿sabe usted?

                        -No por favor, -dijo Mamá.

                         Por aquél entonces, yo no sabía qué era eso del gotelé, pero al ver a mi madre tan crispada, intuí que era algo antediluviano. Él se enroscó su gorra y nada conforme y entre dientes respondió: “a mandar”se puso un palillo entre los dientes  y comenzó el zafarrancho, tapar muebles, guardar alfombras...todo un caos.
                          Okupa, encantado del movimiento, no se separaba del “maestro” se cayeron bien, hubo química entre ellos. A la hora del descanso, Eutiquio’s y su equipo, (su cuñado), comían sendos bocadillos de sardinas, pringosos, regados con una bota de vino, mi hermano les acechaba. El pintor, guardaba su bota tras la puerta de la habitación del okupa y de vez en cuando se daba un homenaje, diciendo que se le secaba la boca, no era de extrañar ya que mientras pintaba canturreaba sin parar, canciones, digamos algo peculiares, entre todas una, esta:

                         -Una novia, tuve yo, que todas las efes tenía, era fea, flaca, floja, fregona, frágil y fría.

                           Una tarde, después que los pintores se fueron, mamá llamó a mi hermano, para bañarle, no aparecía, le volvió a llamar, al rato, se oyó a grandes gritos desafinando:

                          -Una novia, tuve yo, que todas las efes tenía, era fea, flaca, floja, fregona, frágil y fría.

                           Acudimos a los berridos y tras la puerta de la habitación, estaba el okupa, bota de vino en mano, camisa salpicada de gotas moradas, ojos brillantes y sospechosas, sonrosadas mejillas, junto a una estúpida sonrisa.

                           -¡Guillermo!

                            -¡Hola, mami!, como no había, zumo de naranja en la nevera, he tomado vino de mi amigo el pintor, está bueno, hace reír, mami, cuando sea mayor, si tengo bigote, me llamaré Eutiquio, mami, ¡la que he liado! toma el bote de pintura, ya no lo quiero, estoy pensando en dejar esto de la pintura, sin querer he pintado el suelo de tu baño y no me gusta ¿y si le pongo gotelé?

                              Mi madre, salió disparada hacia el baño y vió horrorizada la obra de arte del okupa, el suelo pintado de azul, con las pequeñas huellas de sus pies que continuaban hasta su habitación.

                               -¡Guillermo, castigado de por vida!

                                 Okupa, cabizbajo, con las manos en la cabeza, respondió:

                                 -¡Mamá, menuda infancia, me estás dando!




Ana Pérez Urquiza ©

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