martes, 8 de noviembre de 2016

vacaciones

VACACIONES

Resultado de imagen de REUNION EN LA BIBLIOTECA DE SAN VICENTE DE LA BARQUERA
            Llega octubre y en la Biblioteca Municipal reanudamos las actividades del Taller de Escritura. Hasta que nuestro habitual director se incorpore, toma  la  dirección del Taller Pedro Cladera, un mallorquín que hace unos pocos años se dejó caer por San Vicente de la Barquera, y  el tío es tan familiar y agradable que nosotros le adoptamos como hermano predilecto.
            Para empezar, nos puso como tema “Las vacaciones”. Espero yo que nos cuente las suyas, que debieron de ser largas, a juzgar por el tiempo que llevo sin verle, puesto que, en los tres meses que si no me equivoco dura el verano, no he logrado echarle la vista encima.
            Por mi parte, yo… Mira, es que no sé si los ancianos no tenemos vacaciones o es que las disfrutamos permanentemente. Porque mira mi situación: hacer, lo que se dice hacer, no hago nada. No sé si es que no quiero o es que no puedo. Puede que sea una combinación de ambas cosas. El caso es que yo me encuentro mucho más a gusto sentado en un sillón, aunque no tenga un criado que me abanique, como tienen los rajás esos de “Pasión india”, el libro que estamos leyendo actualmente los componentes del Club de Lectura.
            A veces, me siento más animoso, busco el apoyo de mi bastón y doy un paseo por la huerta visitando los árboles frutales, que este año se portaron de forma desagradecida, pues salvo las higueras, que dieron fruto con abundancia, los demás parece que también se fueron de vacaciones, porque no dieron más fruta que la muestra. Si los ánimos no me han abandonado, seguidamente suelo coger una escoba y un recogedor y, con calma, con mucha calma para no cansar a la escoba, barro el suelo de losas que circunda mi vivienda, y hasta me entretengo en quitar las hojas secas que les cuelgan a los geranios de las macetas.  Por último, miro el par de colmenas que tengo en un rincón y me hago el propósito de que, en cuanto  venga algún hijo que me ayude, las abriré para ver si se dignaron a  llenarme al menos un par de panales de miel.
            Pero pienso yo que esto nada tiene que ver con las vacaciones, ¿no crees? Cuando tenía las patas ágiles como las tienen las liebres, cogía el coche y, con mi mujer y cualquier amigo o familiar que se quisiera apuntar, alguna vez atravesamos el interior de Marruecos a la aventura hasta llegar a Marrakech y luego regresamos por toda la costa hasta Tánger. Eso sí me parecían a mí vacaciones, pero lo demás…
            Porque vacaciones, digo yo, son esas horas de tu vida (en este caso, de la mía, que para eso soy yo quien lo cuenta) que las dedico a algo distinto a mi rutina habitual y que me sirven de desconexión con la monotonía repetitiva del vivir por vivir.
            Viéndolo así, sí creo que disfruto de vacaciones, mira. Todas las tardes, de siete a diez,  tengo vacaciones. Además, no solo en verano, sino prácticamente todo el año. Con buen tiempo, en la terraza, y cuando refresca, en el interior del local, que tiene un ambiente donde jamás se le quedan a uno los pies fríos. A esa hora se produce el encuentro con los amigos. Tres, cuatro, y a veces cinco parejas de amigos, y algún otro desparejado que cae cuando cuadra. Cervezas, descafeinados y chocolate con alguna pasta o palmera es la disculpa. La realidad es el contacto con nuestros semejantes, algo que, aun sin darnos cuenta de ello, todos necesitamos. Cada cual es hijo de su madre y, como consecuencia de ello, somos bastante distintos. Perfectos, no somos ninguno, aunque a veces nos lo creamos. Sería un asco tener como amigo a una persona perfecta. Lo bueno es saber nuestras imperfecciones (solemos saber mejor las del amigo que las propias), aceptarnos tal cual somos y brindar juntos  todos los días por esas tres horas diarias  de vacaciones que estamos teniendo mientras el cuerpo lo aguante.

Jesús González ©

No hay comentarios: