martes, 3 de enero de 2017

navidad

OLVIDO   
          
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I

VESTIDO DE OLVIDO

Inés, que
 de amor se extingue,
incluso al Cristo reclama
milagros, piadosamente,
por un doncel que la amaba,
pues la negó aquel hidalgo…
Es constante su demanda,
desarmada ante ese insulto…
¡Qué pena da la muchacha,
qué pena perder el tiempo
en tristezas alargadas!
Hoy, altivo y gentilhombre,
reniega de la palabra
cubriéndose con sus guerras;
así, ruin, se disculpaba,
queriéndose liberado
desde que llegó a su casa…
Ella, lloviendo sus ojos,
al hoy oficial emplaza
en su promesa de amores...
Vino lleno de alabanzas
con cetro de comandante,
la niega y llama ¡chiflada!;
incluso, ¡qué vil!, blasfema.
Diego nada recordaba…
Inés ya le ha demandado;
¡lástima que le esperara!


 II

INÉS ENJUICIA EL ROMANCE

De poco sirve que escriba,
queriéndole procesado,
si ya no era pretendida;
Diego miente despiadado.
¿Para qué la rogativa
a un apego despechado,
en ternura ya marchita,
si no la quiere el amado?
Inés no admite ni olvida…
Diego presume, pagado
de hidalguía, y es ¡gallina!
en regreso renegado…
Insensata, aún aspira
casar al uniformado,
él, que para nada abriga
propósito de casado,
pensándola con inquina
si a yacer fuera forzado…
¡Pobre de Inés, pobrecilla!,
reclamaba lo olvidado,
y anhela y se mortifica
con tal de verle esposado…

  
III

ENLOQUECE LA DONCELLA

Inés seguía empeñada,
ella quería al soñado,
reclamaba un amor, cierto,
que había el galán jurado…
Envejeció en larga espera
desde aquel otero aislado
sobre el monte de Cabarga
en corazón torturado,
menospreciando su vida
en un dolor condenado.
Sus padres, entristecidos,
parientes y hasta el prelado…
Ella siguió, más demente,
su latido, más ajado,
siendo doble esa derrota,
en congojas y estancado,
en un único combate
ante un doncel desmontado…
Diego retorna en olvido
embravecido, jactado,
mientras ella, ¡pobrecita!,
de ese tiempo malogrado,
se moría de doncella
con el cuerpo avejentado.

   
CONCLUSIÓN

No hay amor, amigos todos,
no hay amor tan elevado;
fantasía, si perdura,
es espera al venerado,
y aunque torne complacido,
por nada será obligado
-ambos serían locura-
con su amor ya disipado…
Antes lo dijo Cervantes
y cualquiera que, avispado,
notase en cualquiera tiempo
de afecto no acomodado
en memorias desvestidas
y con olvido calzado...
Quien reclame o quien anhele
un amor que fue olvidado,
se perderá en la locura
de amar solo y angustiado,
a sabiendas que, a quien ame,
iría de amor penado...
Porque amor es… sentimiento,
no juramento firmado.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©


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