jueves, 18 de enero de 2018

MANÍAS




MANÍAS
Resultado de imagen de niño cortandose el pelo DIBUJO
Mi hermano, el okupa, tiene muchas manías. ¿Por dónde empiezo?: no puede dormir sin que esté entreabierta la puerta. Señalando al suelo, dice:
–Hazta ezta rayita, mamá. El ozito tiene que eztar mirando a la pared, no a la pueta; zi no, no dueme.
Atención a ésta: evita pisar las juntas del suelo, pero... lo hace como las gallinas. Me explico. Visualizad a una cualquiera, la que queráis, ya que todas hacen lo mismito: caminando, levantan la pata lentamente; crees que siguen adelante, ¡pero no!; de pronto, giran a la derecha o a la izquierda, según les dé, con un ojo mirando al suelo. Pues el okupa, igualito, igualito. Y claro, si lo hace en casa, bueno; ¡pero en la calle!, no sé dónde meterme; suelo silbar y miro al cielo, o un escaparate...
La última manía: no quiere ser moreno. Él no tiene demasiado sentido de la autoimagen. Le pones un pantalón terriblemente feo, con una camiseta aún más fea, y no pasa nada, le da absolutamente igual. Hasta le puedes meter la camiseta por dentro de los pantalones y subírselos hasta el sobaco, que solo se los bajará si le molesta. Para él, el pelo no es más que pelo, algo que tiene en la cabeza que crece y “molezta en loz ojoz”.
Ya nació con una manta de pelo negro. La abuela Mamen decía que se le caería, pero se reforzaba por meses. Acababa en pico en la frente y tieso hacia arriba, asustado de estar pegado a esa cabeza; ¡ni con gomina conseguía dominarlo mamá! Los sombreritos tenían que ser dos tallas más grandes.
Durante su, hasta ahora, corta vida, está enfadado de que todo el mundo le toque el pelo diciendo:
–¡Qué morenito, y cuánto pelo!
Y una tarde decidió eso: no ser moreno. Bajó al salón, donde estábamos viendo la televisión, con la maquinilla “cortapelo” de papá en una mano. ¿Su cabeza?: de la frente hacia atrás, como un camino de mesa color carne y, en la coronilla, un gran círculo, como la “tonsura“ de un cura; el resto de la cabeza seguía negro como el azabache.
–Ze han terminao laz pilaz. Pónemalaz, papá.
Nos levantamos del sofá los tres a la vez, de la impresión. Nos volvimos a sentar, también los tres a la vez. Mamá, con una mano en el corazón, dijo:
–¡Guillermo, tu pelo! ¿Qué has hecho?
–¡POZ QUE NO QUIERO ZER MORENO! 

                                                                               Ana Pérez Urquiza ©


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