sábado, 3 de febrero de 2018

EL BESO

EL BESO

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El beso, ese es el tema del que tengo que escribir para el taller de escritura. Para ser sincero, mi mente estaba en blanco; entre otras cosas, porque, en lo que se dice besos, por lo menos el romántico, no tengo la más mínima idea, y estos son los más interesantes a la hora de contar una historia. El caso es que la fecha de entrega se aproximaba y no tenía nada escrito, así que, mientras reposaba en mi cama reflexionando sobre temas entre los que destaca el por qué mi toalla de ducha siempre está húmeda, recibí la iluminación al caer en la cuenta de que existe el beso en la mejilla. Este tipo de beso se suele utilizar a la hora de saludar a mujeres o traicionar a Jesucristo, y normalmente en éste se suelen dar dos besos, uno en cada mejilla –menos si piensas traicionar al Mesías; entonces solo es necesario un beso–.
Fácil, ¿no? ¡Pues no! La, a primera vista, fácil tarea de saludar a alguien con un par de besos se pude complicar más que encontrar a un albino en una tormenta de nieve, ya que cada persona decide saludarte de una forma. Así que tienes que recordar cómo saludarlo cada vez que le veas, convirtiendo una reunión familiar en la prueba de memoria más compleja de nuestras vidas.
A la hora de llegar a una de estas terroríficas reuniones, saludas a las chicas y a los abuelos con dos besos; pero con los tíos, se complica, ya que algunos te dan un apretón de manos que más bien parece que te hayas pillado la mano con una presa hidráulica a que tu tío te esté dando la mano, y otros prefieren dos besos. El problema viene cuando te equivocas: si le das un beso a uno que te quiere dar la mano, te dirá “¡serás maricón!, ¡que somos hombres!” y, acto seguido, hará que los huesos de tus manos crujan de formas que desconocías. También puedes darle la mano y que prefiera un beso. Entonces te dirá “¡joder, que soy tu tío, no tu jefe!, ¡dame un beso!”
Tras haber sufrido tan tensos momentos, uno llega a pensar que todo ha pasado y que ya sólo queda disfrutar de la compañía. Pero no, todavía queda la más difícil de las pruebas y ésta comienza al escuchar: “¡Lucas! ¡Cuánto tiempo!” Uno se gira, sobresaltado [1] ante la desconocida voz que parece conocerte, y ahí está: un señor de avanzada edad al que no has visto en tu vida, pero que parece conocerte muy bien y que además se atreve a pronunciar las palabras: “¿Te acuerdas de mí?” En ese terrorífico aprieto, lo mas fácil es decir: “¡Sí, claro!”; pero él, en un acto de total maldad, te dice: “¡Pero cómo te vas a acordar, si te vi cuando tenias diez [2] meses!” Y ese es el momento en el que te das cuenta de que ese maniaco ha estado jugando contigo desde el principio. Y cuando crees que el momento no puede empeorar te acuerdas de que tienes que saludarle, pero no parece levantar la mano para darle un buen apretón. Entonces decides darle dos besos, pero, de repente, te da tal abrazo que crees que tus costillas van a reventar.
Y tras haber pasado una muy agradable reunión familiar, a pesar de su pésimo inicio, escuchas: “¡Hora de despedirse!”

Lucas Nuño ©




1 comentario:

jezabel dijo...

Bienvenido,
es un gran tema el de tu relato, me has recordado un momento incomodo de mi adolescencia que ahora es una anécdota muy graciosa.
Estoy ansiosa por saber que se te a ocurrido con el tema de este mes.