EL BESO
El tema de hoy es el beso. Los besos
son como los caramelos: los hay de todas las variedades.
Creo no equivocarme si pienso que
nuestro primer beso es el que nos da nuestra madre.
Luego
está ese beso amoroso que, cuando somos niños y tenemos algún percance jugando,
acudimos llorando con nuestras rodillas lastimadas y ese beso maternal cura
nuestro mal casi al instante.
También los besos de nuestros hijos.
Recuerdo yo de mi hijo pequeño que, cuando le besaba, me decía siempre: “mamá,
me hueles a fresa”.
Y están los besos de los abuelos,
siempre en la frente, junto con esa caricia que tanto nos gusta.
Luego están esos parientes pesados
que nunca ves y que no paran de rechuparte,
¡preguntándote!: “¿sabes quién soy?, ¡me conoces!” –y, con mucho disimulo,
limpias tu cara, evitando que te vean.
Los besos tristes, que no logran
calmar las penas que en algunos momentos nos pasan factura a lo largo de
nuestra vida.
Llegamos al enamoramiento. Dice una
canción: “¡Quién a los 15 años no dejó su cuerpo abrazar o sus labios besar!”
Mi
primer beso fue en la playa y en mi hombro. Pasé tiempo sin frotarme en la
ducha esa parte del brazo, como si de un tatuaje se tratara.
¡No digamos el primer beso en los
labios! Parece como si cada vez que hablas con una persona te lo notara, como
si estuviera escrito en tu boca, y notas que tu cara se enciende más que una
bombilla.
Yo soy una persona a la que le gusta
mucho besar, pero me gana mi padre. Vivimos a pocos metros de distancia y, cada
vez que nos vemos, beso que te crió. La verdad es que mi padre es familiar y
cariñoso.
Me encanta que mis hijos se agachen
para darles el beso de noche. Luego mis pequeños, siempre colgados de mí como
si de koalas se trataran.
Pero, como dice la copla española:
“la española, cuando besa, es que besa de verdad.”
No quiero acabar sin nombrar los
besos que damos a una fotografía o los que nunca llegarán a su destino. Esos
siempre serán besos robados.
Mari Carmen
Bengochea ©
1 comentario:
La española cuando besa,...
Que gran verdad, me encanto tu relato, pero la guinda del pastel es...
esos siempre serán besos robados.
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